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“Vivir con honor, morir con gloria”

Los recuerdos no siempre nos vienen a la mente de una manera cronológica, ni siquiera nos vienen como sucedieron en realidad, a veces la ficción se mezcla con la realidad para mostrarnos algunos detalles olvidados o que ahora los vemos de otra manera.


Esto le sucede a Maricruz Díaz Alvear quien recurre a su memoria sobre los hechos registrados antes, durante y después del golpe de estado de Chile en septiembre de 1973. Con su memoria construyó la obra «Vivir con honor, morir con gloria», frase del chileno Bernardo O’higgins que se completa con ¡El que sea valiente que me siga! y que la dijera en  la Batalla del Roble cuando tomaba el fusil de un soldado. Esta obra cuenta con la producción de la compañía teatral TatuTeatro y se presentó en el Centro Cultural Héctor Tizón de Jujuy, como parte de las actividades de celebración de los 10 años de la agrupación A.D.N (Arte de Nosotros)


En esta pieza teatral, la protagonista, que es la propia Maricruz, vamos conociendo con hora y fecha específica lo que fue vivir antes de la llegada de Allende a la presidencia, lo que sucedió durante su gestión, con las reivindicaciones sociales, la inclusión y lo que ocurrió cuando el Golpe Militar lo derroca y su fallecimiento por «suicidio» o asesinato.


En el texto de la obra de este unipersonal, Maricruz Díaz Alvear nos lleva al día 22 de enero del 70, cuando con 17 años, conoció al que sería el padre de su hija, un uruguayo durante la cuarta campaña electoral de Salvador Allende.

También esta alegría por aquel 4 de septiembre de ese año, cuando a sus 18 años bailó cuecas en la plaza de Puente festejando el triunfo de la Unidad Popular, porque como lo anunciara con antelación Pablo Neruda, la cuarta fue la vencida.


Y como los recuerdos no siempre son lineales, como dije al principio, la obra nos lleva a otros momentos de la vida de ella, no necesariamente en secuencia, porque la vida y la memoria es así… recordamos por momentos y sentimientos, no como un libro.


Asistimos al momento del nacimiento de Victoria – un viernes 16 de noviembre en Santiago – una de las mejores  escenas de la pieza, por la poesía y sutileza en las imágenes para asomarnos a este momento de dolor, sufrimiento pero lleno de esperanza y amor que es el acto de dar a luz una vida.

El relato en primera persona nos lleva a la maternidad completamente llena de mujeres parturientas y a la situación sanitaria de esos tiempos en Chile, donde sobraban mujeres y faltaban camas y atención.


Aunque Maricruz aseguró al final de la obra que la intención es habar desde su experiencia lo que fue el proceso del gobierno de allende, hay momentos en que la obra pasa de las vivencias al panfleto y cae en un exacerbado homenaje a Salvador Allende, perdiendo la frescura que tiene la historia de ella y el momento vivido.


En escena ella baila, declama, se desdobla y asume la figura de Allende desde el púlpito, le reza, le prende velas a la ilusión perdida de un país mejor, o que podría haber sido, pero nunca se sabrá porque queda en el campo de «qué hubiera pasado si».

La escenografía es limpia, blanca, pequeños elementos llenan el espacio, todo asemeja un tendedero donde ella se mueve como recordando su vida mientras cuelga la ropa.


La iluminación – manejada por Gabriel Valente García –  es «casera» – no utilizan las parrillas de luces del teatro –  no por ello memos importante ya que eso nos permite apreciar parte del trabajo que el grupo hace, porque ellos vienen de Cabo Polinio, en Uruguay, un pueblo de pescadores que no cuenta con servicios, por eso hay que hacer las luminarias con baterías, con casas desperdigadas por los médanos. Destaca, según los conocedores en Internet, «la belleza natural que lo envuelve, sin contaminación visual ni de ruidos».


La directora Yvonne Wagner deja que su actriz busque su personaje, no en balde es la misma dramaturga, y por eso no se ven movimientos brusco, no hay acciones fuera de lugar, sino que el tiempo transcurre con fluidez, como si los recuerdos no solo estuvieran pensados para representarse, sino que estuvieron sucediendo en el momento.


Como recordando que el pasado y el presente tienen puntos en común, en una parte de la obra, ella menciona a su hija ya grande, que vive el París y fue testigo de las explosiones provocadas durante los ataques terroristas en Francia. Como ella señala, esa es una experiencia que ninguna madre quiere para sus hijos y por ello Victoria nunca supo lo que debió sufrir su madre…hasta que vio lo que ella estaba dramatizando.

Un desmontaje con más historias

Concluida la función y en una especie de desmontaje/debate la dramaturga/actriz ofreció un espacio para las preguntas sobre el montaje y como nadie se animó, Maricruz comenzó a destejer la presentación contando cómo fue el proceso de creación de “Vivir con honor, morir con gloria”, el tiempo para escribir la obra, la fase de ensayo y la particular manera de Yvonne Wagner al dirigirla, ya que por su entrenamiento japonés es más de acompañar y observar que una dirección estricta y de marcar movimientos, es más dejar al actor crear que imponer.


En este montaje, la escenografía, como ya se indicó, es minimalista, son pocos los elementos, pero detrás  de lo que se ve en escena hay otras historias, que como contó se remontan a las vivencias que dan pie a la historia y el suéter que está en la cuerda perteneció a su primer esposo, mientras que otras piezas pertenecen en realidad a su hija cuando era una bebé.

También contó que ya poco antes del estreno de la obra, tuvo que agregar algunas partes, porque encontró la foto de Salvador Allende ya muerto y eso le pareció importante de incluir en el espectáculo, ya que sintió que el propio allende le estaba pidiendo ser parte de esta historia. Igualmente, destacó que todas las fechas mencionadas en la obra son reales y que incluso buscó los días de la semana en que ocurren los hechos, y hasta las horas, para mantener una correlación con la historia contemporánea.


Este desmontaje fue otra obra, una más íntima aún que lo que habíamos visto como obra de teatro, pero cargado de muchos sentimiento, porque ya no era ella diciendo un texto, sino expresando de una manera mucho más sentida lo que le llevó a escribir este monólogo.


Los demonios muchas veces – o generalmente – deben es exteriorizados porque tenerlos en la mente y los recuerdos puede hacernos daño o quedarse en nuestro interior carcomiéndonos para transformarnos en personas que no somos. El teatro tiene la magia de poder exorcizarnos, ya sea desde la perspectiva del dramaturgo, del actor o del espectador, porque nos hace confrontar con realidades e imágenes que tal vez no queremos reconocer y que nos ponen en evidencia de que estamos más cerca de los otros de lo que creemos, o esa es mi Visión Particular.

Francisco Lizarazo

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