Tengo que comenzar aclarando que no lo conocí en persona, que no fui su amigo, ni su alumno, pero cuando el Maestro nos abandonó físicamente sentí que algo había pasado en el país, que ya no sería igual.
Mi contacto con José Ignacio Cabrujas viene a partir de sus obras de teatro, sus guiones de televisión, la lectura de sus crónicas sobre Caracas y por su presencia cultural en buena parte de mi vida adolescente y adulta.
La voz de Cabrujas era gruesa, sonora, de un tono bajo, y siempre con una seriedad que uno no sabía si estaba molesto o no, porque aunque dijera el chiste más hilarante siempre mantenía ese carácter recio, lo que le daba una personalidad muy particular.
Caracas cumplió 444 años y Cabrujas dejó de estar presente hace casi 16 años, un 21 de octubre de 1995, pero no por eso está olvidado de la mente de la ciudad que lo vio nacer.
En abril del año 2009, la Editorial Alfa publicó el libro El Mundo Según Cabrujas, un conjunto de textos de puño y letra de él y en el prólogo Ibsen Martínez escribió: «Se trata aquí de prosas que bien merecen ser llamadas ‘apátridas’… no han encontrado sitio en otros libros ya publicados, que anduvieron errantes…»
Al leer ese texto de Martínez el término “apátridas” cobró un nuevo sentido, tanto así que eso me llevó a escribir con orgullo que yo soy un apátrida – término muy en boga en estos 12 años de presidencia de Hugo Chávez – porque, al igual que muchos textos de Cabrujas, yo tampoco he encontrado sitio en esta nueva nación.
José Ignacio Cabrujas dedicó gran parte de su vida a hablarle a Caracas. Nació un 17 de julio de 1937 y al investigar un poco sobre sus orígenes uno encuentra que fue el hijo de una familia humilde que vivió su infancia en el barrio caraqueño de Catia. Sus padres fueron José Ramón Cabruja Esteso y Matilde Lofiego de Cabruja.
El apellido del Maestro, originalmente era «Cabruja» y, por esas vueltas que da la vida, fue cambiado cuando vivió lo que luego sería una anécdota, que aparece en Wikipedia, que surge durante su paso por el Teatro Universitario (TU). Dice la llamada enciclopedia libre que la confusión la provocó un periodista que publicó una nota sobre la actuación de Cabrujas en el TU, agregando la «S», Al parecer, al joven actor le agradó tanto que decidió seguir usando la «S» y es a partir de este momento que se empieza a escuchar «José Ignacio Cabrujas».
Como un recordatorio a las generaciones presentes, y en el marco de la celebración de los 444 de la fundación de Caracas, varios homenajes se hicieron en honor a Cabrujas. ¿La razón?, Cabrujas tiene relevancia dentro de la sociedad venezolana por su contribución en el cine, el teatro, la telenovela nacional, así como en la prensa, por lo que es «un personaje de interés humano», como lo catalogaron Aimée Cristina Bourrillo Silva y Javier Alejandro Graterol García en su tesis de grado de comunicación social de la UCAB en el año 2008 y que llevó por título «José Ignacio Cabrujas: Entre las tablas y el papel».
Entre los homenajes que se le hicieron a Cabrujas en esta ocasión estuvo el estreno del montaje teatral «Cabrujas: la voz que resuena» con idea original de Yoyina Ahumada, que plantea la reconstrucción de la memoria histórica de una ciudad, mediante la escenificación de cuadros vivos, utilizando aquellos elementos en lo que más se destacó Cabrujas: la radionovela, la telenovela, la ópera y el teatro.
Pero no bastaba con hacer un homenaje en las tablas, así que para conocer más de la vida de este autor, además contado por quienes lo conocieron de cerca, se organizó un ciclo de conversatorios, donde, por ejemplo , Leonardo Azparren Jiménez comentó que Cabrujas se hizo comunista a las 72 horas de haber ingresado al Liceo Fermín Toro, luego de estudiar los tres primeros años de bachillerato en la antigua sede del Colegio San Ignacio de Loyola, que estaba ubicado en la esquina Jesuita, por allá por el año 1965.
Como los escritores usan sus vivencias para relatar las cosas que les interesan, Cabrujas utilizó su paso por la cárcel para escribir su obra Baile detrás del espejo, de acuerdo a Azparren quien lo conoció de cerca y destacó en ese conversatorio que Cabrujas fue «muy militante comunista», acción que se acentuó durante su permanencia en el Teatro Universitario que dirigía Nicolás Curiel – entre el año 1957 y 1965 – produciendo obras de carácter político. En el año 65, según palabras de Azparren Jiménez, Cabrujas se plantea una crisis existencial cuando siente que la guerrilla estaba derrotada y la «historia le había caído a patadas», según diría en su momento Cabrujas.
A partir de ahí y por su preocupación por la historia de Venezuela, no por la costumbrista sino para conocer cuál era su lugar en el tiempo que vivía, es que Cabrujas comienza a escribir sobre personajes fracasados – que se ven en sus obras emblemáticas que son: Profundo, El Día que me quieras, Acto Cultural y El americano Ilustrado, donde se presentan personajes con problemas existenciales, principalmente que han fracasado sentimentalmente. El propio Cabrujas se casó tres veces, de ahí podría surgir algo de esa angustia por escribir sobre seres que no saben resolver sus conflictos amorosos. El primer matrimonio de Cabrujas fue con Democracia López, con quien tuvo a su hijo Juan Francisco; luego con Eva Ivanyi, y su última esposa fue Isabel Palacios, de donde nació Diego.
No era ningún hombre fracasado, aunque si se planteaba esa falta de recuperación de valores que se abrazaron y que luego se abandonaron cuando se vio lo inútil de continuar siguiéndolos, como explicó Azparren Jiménez en el caso de la formación jesuítica de Cabrujas, o de su militancia comunista.
Yoyina Ahumada, directora y dramaturga, comentó en ese conversatorio – realizado en el restaurante La Guayaba Verde – que la imposibilidad de los personajes de Cabrujas de mantener una relación de pareja, es una manera de enmascarar la falta de concreción de los objetivos personales.
Pero Cabrujas no era un hombre negativo, aunque tal vez si algo pesimista, según lo reflejan otros amigos, como Claudio Nazoa, quien participó en un conversatorio sobre Cabrujas y el humor – también en La Guayaba Verde – donde contó lo buen cocinero que era el dramaturgo, sobre todo en lo que a la pasta se refería, y que era capaz de llegar a su casa a altas horas de la noche y ponerse a cocinar, picando los ingredientes para preparar la sala de los espaguetis, lo que además, según Nazoa, era una manera que tenía de relajarse.
Tania Sarabria, actriz que comenzó en el teatro de la mano de José Ignacio Cabrujas, cuenta como anécdota que al conocerlo le dijo que ella quería participar en una obra y el Maestro a pesar de que Sanabria había hecho «el amarillo en el colegio» y el enano número 21 en las tres cenicientas – como ella lo dijo – le terminó escribiendo el personaje de Purificación Chocano en Acto Cultural. «Ese personaje no existía pero fue tanto lo que le insistí a José Ignacio que me dio a Purificación. Él me regaló ese personaje y con este me dio una manera de vivir y ganarme la vida», recordó Tania Sarabria en ese homenaje a Cabrujas
Raúl Amundaray también estuvo en esa noche de «Cabrujas el humorista o un país de mal humor» y resaltó su relación con el dramaturgo en telenovelas como la muerte de Carlos Delgado Chalbaud, o la adaptación que se hiciera para el cine del personaje de Martín Valiente. En teatro Amundaray fue dirigido por Cabrujas en el montaje de Drácula, y Claudio Nazoa aprovechó para contar la historia de la llegada del actor, vestido con capa y traje del Conde, a la casa del dramaturgo y director, para recitar el poema «Lo que yo quiero», de Pedro Junco Jr, que tanto gustaba a Cabrujas.
Una vida dedicada a las artes, a la política y a la critica a la sociedad en que le tocó vivir hacen de Cabrujas un personaje de la historia contemporánea de Venezuela de mediados del siglo XX, aunque hoy parece olvidado su legado, pero, afortunadamente, como dicen de la cultura popular que «tiene amigos a montón» aún hay quienes piensan en Cabrujas e incluso en facebook se puede encontrar un sitio dedicado a su obra. También el cineasta Antonio Llerandi está rodando un documental sobre la vida y obra de José Ignacio Cabrujas.
En el perfil de Cabrujas elaborado por Gustavo Valle y que se publicó en la revista letras Libres, de México en abril del 2006, se comenta que «Su labor periodística le valió la admiración de muchos y el odio de otros. Y es que Cabrujas escribía con la chispa de los Aguafuertes de Roberto Arlt y la maledicencia ácida de Voltaire. Muchas veces fue cruel con sus oponentes pues era un provocador, un agitador intelectual. Su estilo neobarroco conformaba auténticos cócteles verbales que ponían en un mismo vaso la alpargata de caucho y el pumpá de casimir, o las declaraciones de Pérez junto a un drama de Esquilo…”.
Por otra parte, “Cabrujas fundó una nueva crónica venezolana en el siglo XX – reseñó en su momento Alberto Barrera Tyszka–, reinventó al país en sus textos, reinventó una manera de mirarlo y también de pronunciarlo”.
Muchos han escrito sobre Cabrujas y su obra, por ejemplo Magaly Guerrero habla de la Historia y cotidianidad en la dramaturgia de José Ignacio Cabrujas, mientras Nelson Hippolyte Ortega lo entrevistó sobre “La muerte de la telenovela”, a raíz del final de El Paseo de la gracia de Dios, e Isabel Palacios, su tercera esposa, cuenta en el sitio de Facebook lo que para ella fue “Un final Cabrujiano”
Escribir una semblanza, un perfil, una nota, un libro, una tesis o un simple ensayo sobre José Ignacio Cabrujas no es tarea fácil, estas líneas son simplemente un juego de la memoria de muchos, un tomar aquí y allá, lo que creo importante de alguien que aunque no conocí en persona, sí puedo decir sin temor a equivocarme que «me hace falta». O esa, es mi Visión Particular.
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