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Carta a una gata desnuda

Desnuda eres como un abismo oscuro. Un vacío en el estómago, un nudo de palabras. Negra, desnuda eres la noche, eres el viento. El antojo que se pierde en la punta de la lengua y se convierte en súplica. Desnuda eres una oración, una plegaria. Desnuda eres luz: tus senos que me apuntan como faros cuando estoy perdido y sin puerto. Desnuda eres la envidia pertinaz de los espejos; eres la piel ajada de una cama tormentosa; eres el caos pálido de un cuarto a oscuras. Desnuda eres la trampa mortal de ojos marrones que me mata.


Tu desnudez es un vestido de esa otra que aparentas ser.

Me pierdo en tus silencios, Negra y no tengo otra opción que buscar tu cuerpo en el abismo de la cama vacía y sentir el puñal de la soledad en el pecho. Buscar en sueños tu sonrisa y tu nombre. Negra, Negra, Negra. Buscarte es más doloroso que perderte. Mi mano ya no es mano pues no está tu pecho, tu cintura, tu espalda para acariciarlas. La noche es una nube de humo sin ti: el recuerdo de un incendio apasionado, las cenizas de un querer.


Con los ojos fijos en el techo y el sábado entre los dientes, nos amamos mordiendo la noche y ronroneando canciones azules desamparadas. Te amé siempre a contraluz, Negra. Acariciando tus sombras. Cerrando el mundo que miro cuando me miras: con los ojos ciegos de pasión. Te amé a contraluz, con la curiosidad latente de descubrir islas negras y ocultas en la sonrisa de tus piernas. Entonces, cobarde, te sueño de espaldas a la luz: porque la luz eres tú.

 Y la lluvia canta sobre el tejado.

 Y el frío desastre de la cama me corroe.

Gatos (50)

La música imprecisa sobre el tejado se parece a tu mirada acariciándome el alma. Sabes que así la noche es más oscura para los amantes. Sabes que la piel cae en un abismo de sudor y nuestros ojos se cierran en un abrazo mudo de pasión. Sabes que somos solo ojos cerrados con vehemencia y el nudo vital de dos corazones ciegos, enredados en la blancura de las sábanas. Sabes que perdidos en la página negra y prohibida del deseo, nos buscamos con la boca. Sabes también que la cama no conoce el tiempo y hacer el amor se convierte en un primitivo medio de comunicación: mordernos para encontrarnos sin palabras.


Gatos (182)

Entonces sueño con abrazarte en el filo de la noche, entre los puntos suspensivos de la cama. Siento, así, que mi vida se parte en dos: antes y después de tu piel.

Sabes que el azar juega un papel decisivo en el arte de recorrer tus secretos y beber tu piel y me abandono lentamente como un borracho manso sobre tus piernas. Las recorro ausente, sin ruta previa. Avanzo con los ojos cerrados y las fuerzas de la naturaleza me zarandean de aquí para allá por los accidentes sensuales de tu cuerpo. Voy a la deriva, Negra, pero siempre tengo suerte y caigo en el abismo donde nacen tus piernas. Y me pierdo cabalgando. Y te lamo y te conozco y conversamos sin palabras. Penetro en la noche de tu cuerpo. Y el amor se hace a mordiscos, respirando boca a boca, como por azar

Texto: Gabriel Rodríguez

Fotos: Francisco Lizarazo

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