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Un fino polvo de oro se derrama en la tarde
que hace lento su paso, queriéndose quedar,
casi como los sueños cuando avecina el alba,
casi como los ríos al morir en el mar.
Las crestas de los cerros se perfilan azules
y toda la nostalgia también se vuelve azul,
las gentes y sus risas se van haciendo sombra
y una bruma sedosa me envuelve como un tul.
Vueltos solo al adentro están mis ojos
ausentes de mi sangre y de mi piel,
en vencido regreso por una vieja senda
que convierte mi vida en grisáceo vaivén.
Recorro mil caminos de páramos extraños
y los tiempos se escapan de mi mano al ayer,
equivocado puerto de quimeras y olvidos
donde queda mi barca que no puede volver.
Doloroso deseo de detener el tiempo
olvida de mi sangre volviéndome un cristal
mientras corren mis dedos por las cuentas dormidas
de un rosario de sueños, de espigas y de sal.
Pero se muere el día, sangra el cielo mi llanto
y hasta el dolor del viento se vuelve oscuridad,
no se oye el verde canto de los árboles quietos
y una penosa calma me vuelve soledad.
La noche entra en mis ojos y se adueña de mí;
de golpe, en un instante muy breve y muy profundo
en piadoso desorden me salpico de estrellas
que impedirán tal vez, que se muera mi mundo.
Elba D´Abate de Zenarruza
«Entre Soles y Lágrimas» – Jujuy
Fotos: Francisco Lizarazo
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