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El puesto del gato en el cosmos

Uno siempre se equivoca cuando habla del gato.


Se le ocurre por ejemplo que junto a la ventana

 el gato se ha planteado en el fondo de los ojos

 un posible fracaso en la noche cercana.

Pero el gato no tiene un porvenir que lo limite.

A uno se le ocurre que medita, espera o mira algo

 y el gato ni siquiera siente al gato que hay en él.

¿Cómo admitir detrás del movimiento de la cola

 una motivación, un juicio o un conocimiento?

El gato es un acto gratuito del gato.

El que aventure una definición debería

 proponer sucesivas negaciones al engaño del gato.

Porque el gato, por lo menos el gato de la casa,

particular, privado e individuo hasta las uñas,

comprometido como está

al vicio de nuestro pensamiento

ni siquiera es un gato, estrictamente hablando.

Texto: Joaquín O. Gianuzzi

(Bs.As., 1924- Salta, 2004)

Fotos: Francisco Lizarazo

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