Un samurai tenía en su casa un ratón del que no llegaba a desembarazarse.
Entonces adquirió un magnifico gato, robusto y valiente. Pero el ratón, más rápido, se burlaba de él. Entonces el samurai tomo otro gato, malicioso y astuto.
Pero el ratón desconfió de él y no daba señales de vida más que cuando este dormía. Un monje Zen del templo vecino prestó entonces al samurai su gato: este tenía un aspecto mediocre, dormía todo el tiempo, indiferente a lo que le rodeaba.
El samurai encogió los hombros, pero el monje insistió para que lo dejara en su casa. El gato se pasa el día durmiendo, y muy pronto, el ratón se envalentono de nuevo: pasaba y volvía a pasar por delante del gato, visiblemente indiferente.
Pero un día, súbitamente, de un solo zarpazo, el gato lo atrapo y lo mató. ¡Poder del cuerpo, habilidad de la técnica no son nada sin la vigilancia del espíritu!
Texto: opinandoenlibertad.com
Fotos: Francisco Lizarazo
コメント