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Gato Negro Gato Blanco

Gato Negro era un gato callejero, vagaba por las calles a sus anchas.


Soñaba que era una pantera, perseguía pájaros, odiaba a las ratas y se sentía libre. Pero la vida  de Gato Negro no era fácil, vivía en la buhardilla de un antiguo almacén; en invierno pasaba frío y en verano iba por la sombra para evitar el extremo calor.

Lejos del barrio en el que vivía Gato Negro, un gato blanco y comodón, llamado Maulin, vivía en una lujosa casa con jardín.  Maulin tenía una vida llena de comodidades, una dueña que lo mimaba y le cantaba, y toda la comida que quería. En la casa lujosa también vivía Laura, la niña que era su dueña, la madre que le preparaba la comida a Maulin y el padre de Laura.


Maulin se acordaba de cómo de pequeño se subía a uno de los árboles del jardín y allí tomaba el sol, pero ahora apenas salía de casa, se había acomodado mucho y estaba muy a gusto tumbado en su cojín viendo la calle desde la ventana.


Un día, la vieja casa en la que vivía Gato Negro fue demolida. Todos los gatos callejeros que en ella vivían se vieron obligados a marcharse, cada uno tomó un rumbo diferente. Gato Negro estaba acostumbrado a cambiar de casa, pues lo había hecho ya en numerosas ocasiones, y tampoco se sentía triste durante mucho tiempo: era un gato vagabundo y estaba habituado a los cambios y a la soledad.


Ese mismo día a Maulin lo dejaron solo en casa. Cuando esto ocurría le dejaban comida preparada para varios días y la gatera de la cocina abierta para que pudiera entrar y salir a sus anchas. Maulin salió de la casa y cuando subió al muro del jardín se encontró con la fiera figura de Gato Negro. Gato Negro huyó y Gato Blanco, que corrió tras él, en seguida se perdió, y se dio cuenta de  que no sabía volver a casa.

Llovía y se iba haciendo de noche. Gato Blanco se sentía solo  y echaba de menos su casa calentita, decidió guarecerse tras la verja de una tienda y pasar allí la noche. Por la mañana se despertó tiritando, empapado por la lluvia y ante la fija mirada verde de Gato Negro.


Desde entonces, Gato Blanco y Gato Negro se hicieron inseparables. Gato Blanco tuvo que aprender a cazar, poco a poco fue perdiendo peso y sus movimientos fueron siendo más ágiles; se convirtió en un verdadero gato callejero.

Hasta que un día, cuando los dos gatos observaban en el parque a unos pájaros, en el momento en el que Gato Blanco se abalanzó sobre ellos para cazarlos, escuchó la voz de una niña, lo llamaba por su antiguo nombre: Maulin.


Gato Blanco se quedó paralizado, empezó a recordar su vida pasada mientras la niña se acercaba cariñosa para acariciarlo. No estaba seguro de querer renunciar a la vida en libertad que había llevado durante esos tres años, desde que se había perdido.


Gato Negro, mientras se escabullía, intentó transmitirle a su compañero: «ella te quiere». Maulin, entonces, supo que deseaba volver con ella a casa. los dos gatos se separaron después de fundir sus miradas comprensivas para decirse adiós.

Texto: Andrés Guerrero

Fotos: Francisco Lizarazo

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