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La contracultura ha muerto viva el merchandising

(Recorriendo México)


La primera referencia es que no debía ir solo, porque el lugar era peligroso, underground y uno – extranjero – no iba a pasar desapercibido.

Con esa advertencia no tuve más remedio que decidir si ir o no, pero eso sí primero tenía que saber en dónde estaba a punto de entrar, así que lo mejor fue investigar y acudir al que lo sabe todo, o por lo menos de eso presume: el señor Google.

Mi meta era conocer El Chopo – en DF –  un lugar que según lo investigado es un “famoso bazar que se instala sólo los sábados desde las 11:30 a las 17:00 horas con aproximadamente 200 puestos, característico porque pueden encontrarse productos y mercancía relacionados con la contracultura en México. Recibe cada fin de semana de 5 a 10 mil visitantes de todo el país.1 Se ubica en las calles Sol y Luna de la colonia Guerrero, a la salida de la terminal Buenavista de la línea B del Metro de la Ciudad de México y de la línea 1 del Tren Suburbano”.

OK, como ya sabía a lo que me enfrentaría, tenía que conocer su historia y esto es lo que se conoce de El Chopo:

El 4 de octubre de 1980, el Museo Universitario del Chopo de la UNAM albergó el Primer Tianguis de la Música,

programado para realizarse sólo por ese mes por iniciativa de la entonces directora Ángeles Mastretta y del promotor cultural Jorge Pantoja. El éxito fue tal que prolongó dos años su estancia dentro del recinto de la colonia Santa María la Ribera, asentándose en la calle Enrique González Martínez, antes Chopo, tomando así el nombre de Tianguis del Chopo.

Al transcurrir este lapso, el tianguis salió a las aceras del museo, a la calle de González Martínez, donde su permanencia fue hasta agosto de 1985 cuando lo desalojó la Delegación Cuauhtémoc. En el periodo 85-88, el tianguis se asentó en un estacionamiento de la colonia San Rafael, en el Casco de Santo Tomás, en el estacionamiento de la Facultad de Arquitectura de Ciudad Universitaria y en el quiosco morisco de la alameda de Santa María la Ribera.

Uno de los principales conflictos que ha tenido este tianguis es la búsqueda de liderazgos y de la imposición de reglas por parte de unos cuantos líderes, de los que los miembros fundadores se han deslindado a lo largo de los

años. Por estos arreglos ha habido un sinnúmero de desalojos y golpizas luego de negociaciones con supuestos líderes que buscan las ganancias que deja el tianguis, destacando una en 19862 en donde un grupo de delincuentes de la calle Nopal de Santa María de la Ribera fue contratado para golpear y disolver el tianguis obligándolo a moverse a un estacionamiento de Insurgentes y San Cosme, luego de negarse los tianguistas a negociar ilegalmente con la Delegación Cuauhtémoc la estancia del tianguis. Hacia 1987 encontró su lugar final en donde se encuentra actualmente, en donde vive el peligro de comerciantes ajenos a la cultura o al rock que han rentado a su entrada varias bodegas1 donde venden ropa y artículos y que pretenden apoderarse del tianguis renunciando a la vocación cultural que le ha sostenido y caracterizado en toda su existencia. Otro factor que ha contribuido a los continuos movimientos son algunas minorías que toman este espacio cultural para consumir abiertamente alcohol y drogas.

Segundo paso cumplido. Ya sé que el lugar es para el comercio de música y – para algunos – una zona de excesos como alcohol y drogas. Ahora con este conocimiento lo siguiente fue decidir ir y conocer el lugar en persona.

Al llegar al Chopo lo primero que se ve es que toda la zona es una gran compra – cambio – venta de objetos musicales, donde el negro y los aditamentos propios de la cultura underground son la marca distintiva, junto a los colores en el cabello, los rostros pálidos por el colorante y alguna otra «excentricidad» como los tatuajes y piercing, que tal vez en alguna época más remota inspiraron susto o rechazo, pero a estas alturas del siglo XXI ya son el pan nuestro de todos los días, junto a  los body painting que  ya no escandalizan como en otros tiempos.

El lugar no es tan oscuro como lo pintan de entrada, por el contrario, es un espacio grande para los seguidores

del rock y sus corrientes. También algunos grupos musicales no tan conocidos, o que buscan seguidores se presentan, no siempre con gran afluencia de público, aunque hay que ser honestos, algunos grupos suenan mejor que otros, o por lo menos se les entiende la letra que cantan, y eso el público lo agradece a la hora de seguir a una banda.

Rock,  ska, reggae y hip hop, entre otros géneros musicales se pueden encontrar, lo que de alguna manera le quita ese halo de cultura del rock pesado que uno ve en muchas de las vestimentas, y lo hace más un mercado comercial donde buscar ese LP o CD que no encuentra en las tiendas comerciales, o que por pasar de moda no es de fácil acceso.

Quienes van por la música en vivo tienen espacio suficiente para saltar, empujar al amigo, y al enemigo, o al desconocido, total todos están en ese momento atentos a las notas de los grupos.


Se puede observar a los muchachos de 13 años, junto a los de 15,  18, y 20 años, que son el grueso de la población que va al Chopo, pero no se crean que ese lugar es solo para los «chavos» porque bastantes señoras de la llamada tercera edad, paseando al nieto, o al perro se puede ver en el lugar, lo que – definitivamente – le quita  la imagen de lo oscuro del rock y sus supuestos pactos satánicos.

Además de la tercera edad, hay quienes inculcan el placer por la música rock de una generación a otra y están los padres que acompañan a sus hijos y nietos a conocer algo de las melodías con las que crecieron.

Si quiere ser parte de esta cultura, y vestirse a tono con el momento, hay toda una exhibición de vestimenta de colores oscuros, mezclados con chamarras de cuero, corsét,

ropa militar, aunque sin dejar de lado el toque «comic» que permite a los visitantes comprar sus franelas con las imágenes representativas de los héroes de los dibujos animados.

Si en realidad ustedes van por la música, están en el sitio indicado, pues el rock en inglés se mezcla con el jazz, el rock en español con el reggae,  el punk con el pop, la música brasileña con el blues y hay espacio también para la salsa, el hip hop y otras expresiones sonoras, que hacen

desaparecer la idea de ser un bastión del heavy metal.

En la calle Aldama – entre Mosqueta y Luna – específicamente en la colonia Buenavista, uno también puede intercambiar libros, o comprar una imagen de un pintor callejero que trata de abrirse paso en el mundo comercial, mientras ve como algunas chicas y chicos ven transformadas sus pieles en lienzos mediante las creaciones de pintores expertos en body painting, mientras se invita a los transeúntes a disfrutar de esta galería humana.

Si le da hambre, no se preocupe, hay bebida comida y hasta tabaco, para compartir y deleitarse mientras se siguen admirando objetos de una subcultura, que ya ha dejado de ser tan «oscura» y rechazada, para ser algo más de uso común y hasta de «cool» para estar a la moda.

En la entrada de este mundo de El Chopo también hay exposiciones de fotos, o de

grafitis con ojos que nos ven pasar y nos dan su bendición para entrar en este espacio de los “inadaptados o desadaptados” – según se les viera – para  dar paso a una zona donde confluyen intereses de compra y venta de mercancía, estilos de vida y de ver el mundo.

Un lugar tan disímil,  donde se encuentra desde indumentaria punk, dark,  playeras o franelas de cualquier grupo,  con imágenes de Tin Tan o Marilyn Monroe, entre otros, sin olvidar todo lo referido a la cultura prehispánica, aderezado con instrumentos y elementos militares, rastafaris,  o de los X-Men,

junto a recuerdos musicales en vinil, y todo lo necesario para colocarse un piercing.

Se dice que El Chopo es un lugar de irreverencia, de contracultura, sin embargo, la policía está presente para atender cualquier eventualidad, incluso interactúan con los vendedores, como si todos fueran una familia, y en muchos lugares se ven avisos alertando a los visitantes que quienes sean “sorprendidos con drogas o bebidas

«embriagantes» serán puestos a las ordenes de las autoridades”, lo que digo,  una simbiosis entre la autoridad y el comercio. No lo digo como crítica, simplemente hago una observación que llama la atención en un lugar que se identifica con lo contestatario  y lo underground.

Hay quienes dicen que se debe ir aunque sea una vez en la vida a la Meca para saber de qué se habla, pues también se aplica a El Chopo, lugar que hay que ir

para saber de qué le están hablando a uno cuando se menciona este mundo. Eso sí, les diría que no se hagan muchas ilusiones de conseguir un lugar de irreverencia, de contracultura, porque – tal vez lo fue en sus días pasados – hoy es un culto al merchandising, sin que ello le quite su historia social y el toque necesario para que cultural y turísticamente sea un lugar al que se deba ir dentro de la capital mexicana, saliéndose  un poco de las visitas «oficiales» que uno siempre debe hacer en DF, o ésa, es mi Visión Particular.

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