«Yo no soy rencorosa, soy memoriosa» Mirtha Legrand
En los libros de espionaje uno puede leer que quienes se dedican a esta actividad resaltan la importancia del dormir y – sobre todo – el tener un lugar para hacerlo. Pero más allá de tener un sitio para reponer fuerzas, lo importante es conocer qué cosas están cerca de donde se tiene la base, es decir, que uno debe conocer aquello que en un momento dado le puede ser útil en su labor de espionaje, o le pueda salvar la vida a la hora de tener que huir con prisa.
Basado en eso cada vez que llego a una ciudad y me alojo en un hotel o en
casa de algún conocido siempre procuro salir de inmediato y comenzar un ejercicio mental de conocer qué cosas están cercanas y que me pudieran servir en un momento dado. Por ejemplo, uno sale a la calle y comienza a caminar una cuadra a la derecha, luego regresa y va en sentido a la izquierda. De nuevo se regresa al punto de origen y se camina una cuadra hacia arria y para terminar se hace el recorrido en sentido opuesto.
Con esto se han recorrido los cuatro puntos cardinales de nuestro alojamiento y se han determinado dónde se encuentra – por ejemplo – bancos, cajeros automáticos, farmacias, tiendas como ferreterías, farmacias, comida, y cualquier otra que nos puede ser de utilidad llegado el momento.
Sin ánimo de emular a los espías, la intención de este ejercicio es desarrollar la memoria, ese disco duro que siempre llenamos de información, a veces sin importancia, mientras que en otras ocasiones, lo hacemos con material que nos puede ser de utilidad. Gracias a este ejercicio es que he podido sobrevivir y conocer – sin perderme – una ciudad tan grande como México y sin la necesidad de comprarme un mapa, lo que de inmediato delataría que soy turista, y con el mínimo de preguntas a las personas que están en una vía en particular.
Dicen que el cerebro es un musculo y como tal hay que ejercitarlo, por eso si uno revisa en Internet encontrará muchos programas de nemotecnia que sirven para estimular esas «células grises» de las que tanto hablaba Hércules Poirot, el héroe de ficción de Agatha Christie, y que también utiliza otro detective, el creado por Sir Arthur Conan Doyle, que no es otro que Sherlock Holmes.
La memoria emotiva
Este tema o de los ejercicios para la memoria es un punto en el que los actores tienen mucho que decir, no en balde, algunos utilizan el método del director ruso Konstantin Stanislavsky quien preocupado por «encontrar una vía para la aparición de estados emocionales, planteaba al actor trabajar sobre recuerdos personales, y luego mecanizarlo, para que por medio de estímulos, el actor pudiese conectarse con las imágenes del pasado y apareciese así el estado emocional en el escenario».
Sin bien el ruso luego abandonaría este sistema por otros, lo cierto es que
aún hay actores que utilizan esta manera de crea sus personajes. Este método luego fue utilizado por el Actor’s Studio, de donde «han surgido nombres de primera magnitud: James Dean, Marlon Brando, Montgomery Clift, Jack Palance, Julie Harris y Carroll Baker, entre otros. Las vidas agitadas de algunos de los alumnos que pasaron por el Actor’s Studio han contribuido a elevar las voces de aquellos que han considerado que el método de enseñanza allí desarrollado contribuye a despertar y estimular los aspectos enfermos de la personalidad de los estudiantes. Sin embargo hoy ya dejada de lado esa discusión, no cabe dudas de que el Actor’s Studio es un hito en el camino hacia la profesionalización y jerarquización del trabajo del actor».
Sin embargo, esto de conectarse con sus sentimiento no es solo de los seres humanos, algo de ello se puede ser en la película “Inteligencia Artificial” de Steven Spielberg, que se basó en el cuento «Los superjuguetes duran todo el verano» de Brian Aldiss, y que presenta elementos de la obra italiana «Las aventuras de Pinocho».
Los ejercicios con las máquinas para que tengan sentimientos y puedan
conectarse con ellos realmente no parecen muy buenos, a juzgar por la serie de películas de “Terminator”, cuando los científicos tratando de crear inteligencia artificial, generan Skynet y ello lleva a la destrucción del planeta. Ojalá los intentos que se han hecho en la actualidad con los primeros robots no terminen en el apocalipsis que nos muestra la visión de James Cameron.
Pero si los seres humanos no son los únicos que tienen memoria, entonces quiénes son los otros habitantes que también poseen esta propiedad: Los animales.
Se dice que los perros tienen instintos y un GPS interno que los ayuda a encontrar el camino a casa, pero ¿quién los programa?, o es que tienen memoria emotiva y por el olor o el material dentro de disco duro de su cerebro les permite conseguir cosas que otros no podrían.
“Yuno es un perro que tiene nueve años, de color negro, y sus dueños, Rafa y Perin, ya habían perdido las esperanzas de encontrarlo, a pesar de que tras su pérdida colocaron multitud de carteles. «Unos días después de su desaparición, alguien encontró al perro extraviado y lo llevó a la perrera de Leganés, de donde se escapó ocho días después. Desde entonces, sus dueños no dejaron de buscarlo. La sorpresa llegó cuando, tres meses después, su dueño encontró a Yuno, lleno de espigas y con pequeñas heridas, al bajar las escaleras de su casa. Según explica la asociación protectora El Refugio, nadie sabe donde ha estado Yuno este tiempo ni cómo ha sabido regresar a casa».
Cuántas historias parecidas a las de Yuno hemos escuchado, o qué cantidad
de relatos sobre los gatos y su regreso a casa podemos encontrar como el de «los dueños de un gato macho de dos años de edad se cambiaron a casi 300 km de distancia, de Newnan, Georgia, a Wellford, Carolina del Sur. Cuatro meses después se informó que el gato se había reunido con la familia; no había pistas que indicaran cómo lo había logrado».
¿Será eso sexto sentido, memoria o una mezcla de elementos propios de cada animal que los humanos no podemos entender?
Antes de iniciar este escrito sobre la memoria, mi amiga la antropóloga Marisol Quintero me obsequió esta historia que quiero compartir.
«Lawrence Anthony, una leyenda de Sudáfrica y autor de 3 libros, incluyendo el Best-Seller, “The Elephant Whisperer”, rescató valerosamente a animales salvajes y rehabilitó elefantes de todo el mundo de las atrocidades humanas incluyendo el valiente rescate de los animales del Zoológico de Bagdad durante la invasión norteamericana de 2003. El 7 de marzo de 2012 Lawrence Anthony falleció.
Dos días después de su deceso, los elefantes salvajes aparecieron en su casa, con dos enormes matriarcas a la cabeza. Las manadas salvajes llegaron por separado para despedirse de su bien-amado amigo humano.
Un total de 31 elefantes había caminado pacientemente más de 20
kilómetros para llegar a su casa en Sudáfrica.
Los humanos que presenciaron como testigos estaban asombrados no sólo por la suprema inteligencia y la precisión exacta de que estos elefantes sintieron sobre el deceso de Lawrence, sino también por los recuerdos y emociones profundos que estos amados animales evocaron de forma tan organizada: Caminando lentamente – ¡durante días! – Abriéndose camino en una sola fila solemne desde su hábitat hasta su casa. La esposa de Lawrence, Françoise, se conmovió profundamente, sabiendo que los elefantes no habían estado en su casa antes de ese día desde más de ¡3 años!. Sin embargo, ellos bien sabían a dónde iban.
Era obvio que los elefantes querían dar su más profundo pésame, honrando a su amigo que les había salvado la vida – tanto así que permanecieron durante 2 días con sus noches sin comer absolutamente nada… Luego, una mañana partieron, emprendiendo su largo viaje de regreso a casa”…
Pero como dije antes, la memoria es parte de un músculo que hay que entrenar todos los días, y tratar de abrirnos siempre a nueva información que puede cambiar nuestra manera de pensar, porque de lo contrario, la memoria puede convertirse en una «cárcel» con cadenas que nos atan al pasado y no nos dejan seguir adelante.
Jorge Bucay utiliza la historia de un elefante para hacernos reflexionar sobre ello.
«Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante. Durante la función, la enorme bestia hacía despliegue de su peso, tamaño y fuerza descomunal… pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir.
El misterio es evidente:
¿Qué lo mantiene entonces?
¿Por qué no huye?
Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapa porque estaba amaestrado.
Hice entonces la pregunta obvia:
–Si está amaestrado ¿por qué lo encadenan?
No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.
Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la estaca… y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta.
Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta:
El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.
Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca.
Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo no pudo.
La estaca era ciertamente muy fuerte para él.
Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía…
Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.
Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no escapa porque cree –pobre– que NO PUEDE.
Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer.
Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro.
Jamás… jamás… intentó poner a prueba su fuerza otra vez…
Vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad… condicionados por el recuerdo de «no puedo»…
Tu única manera de saber, es intentar de nuevo poniendo en el intento todo tu corazón…
«Recuentos para Demián»
Un país sin memoria está condenado al fracaso y a – más grave aún – a
repetir los errores cometidos por no saber aprender de ellos. Se dice que los venezolanos somos de memoria corta, algo en lo que creía el Maestro José Ignacio Cabrujas, o que incluso carecemos de ella. El tiempo parece haber dado la razón a quienes así opinan, por lo que solamente nosotros podemos demostrar lo contrario, pero para ello primero es necesario crecer, ejercitar el músculo del cerebro y fortalecer con la nemotécnica esa conciencia de país que se ha perdido – o que tal vez nunca ha existido – porque será la única manera de construir una nación que permita a todos sus ciudadanos ser considerados como iguales, y que se implementen medidas que beneficien a todos por igual.
Para ello es necesario abrir nuestra mente, algunos incluirán la frase «y nuestros corazones» lo que no es descabellado porque eso permitirá mayor oxigenación y así el cerebro trabajará mejor, con lo que lograremos pensar menos en nosotros y más en una sociedad plural que «incluya» y no discrimine. Que nos falta mucho por crecer eso nadie lo pone en duda, pero la memoria no se construye en un solo día, y todos debemos ser llamados a construir ese mapa, ese archivo que nos ayude a saber quiénes somos, de dónde venimos y saber poner en su justo lugar los hechos de nuestra historia y quiénes son sus protagonistas, porque no hay nada peor que un pueblo que desconoce o que quiere olvidar su historia, porque como lo dice Leon Giecco «Todo está guardado en la memoria, sueño de la vida y de la historia», y 14 años de memoria deberían conducirnos a nuevos horizontes, a nuevas historias y nuevos rumbos como país, o esa es mi Visión Particular.
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