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¡Pues claro que son listos!

Yo no soy de gatos, nunca lo he sido. Lo mío son los perros, y como suelo tenerlos de dos en dos, adoptados sin importar su edad, pues ya han pasado unos diez por mi casa. Es más, los gatos no me interesaban y las visitas a casa de mi hija, que tiene cinco gatos, se volvían algo arduas ya que de repente me veía agobiada por estos cinco felinos en mi regazo.


Y un día llegó ella. Se coló en mi piso… ¡pánico total! ¿Qué hago con un gato? ¿Qué le van a hacer los perros? La encerré en una habitación para evitar conflictos, le di de comer y pedí socorro a mi hija. La llevamos al veterinario, a ver si le pasaba algo y al volver la soltamos en los jardines donde almas generosas y amantes de los felinos mantienen una colonia de unos veinte gatos. Pero nada, esto no es para ella. Se volvió a colar, una y otra vez. ¿Los perros? Ni caso, primera sorpresa. Al principio algo de respeto mutuo pero nada de agresividad.


Supe de su historia: pertenecía a una pareja que se mudó pero sin ella. Y ahora pues aquí está, viviendo en mi casa. Como falta de imaginación la llamé Miau; claro, es lo único que sabe decir. Bueno, esto no es del todo cierto: dice «Mia-miau» cuando quiere comer y «Miaaaau» cuando quiere salir. Y ahora cuando vamos a pasear los perros pues hela aquí, detrás de nosotros. Los vecinos flipan, se ha vuelto muy famosa por aquí. También ha monopolizado el sofá, la cama… Vamos, todo el piso es suyo. También se divierte con la perra, sobre todo con su cola, pero al perro, que es ya mayor y ya no está para bromas, lo deja en paz…


Y ahora estoy yo, todo el día diciendo a quien tiene paciencia para escucharme: «Pero ¡qué lista!», y escribiendo en una página web.

Ya oigo a los amantes de los gatos decir: «Una que acaba de descubrir América, ¡pues claro que son listos!»

Texto: Martine

Fotos: Francisco Lizarazo

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