Me gusta cuando hablo así, serena, segura de lo que digo y por tanto, con pausa. La sensación me recuerda a una crema, un fudge que se desliza suavemente por una superficie. Así.
Esa es para mí la sensación perfecta a la hora de hablar, aunque la mayor parte del tiempo, en mi caso, el resultado no sea ese. Porque hablamos como somos, y no solo por lo que decimos sino cómo lo decimos también.
Mis formas por ejemplo siempre han sido rápidas, atropelladas, quiero ir a la msima velocidad de mis pensamientos y no, no puede ser. Muchas veces, cuando la situación me altera de una u otra forma voy hablando sin razonar mis palabras, simplemente salen nerviosamente, y luego me pregunto por qué he dicho lo que he dicho.
Hay gente que de normal si solo la escuchas y no la ves te das cuenta de lo enérgica que es, habla rápido y sin pausa pero sin comerse las palabras, con una entonación siempre hacia arriba. Otra gente rara vez varía demasiado el tono, si están contentos o cabreados solo lo notas por pequeños cambios en la voz. Esas son las personas contenidas, las que por alguna razón no les gusta expresar sus sentimientos. Las que no sabes qué están pensando… Luego existe alguno, como el que escuche hace poco en un podcast, que da la sensación de ser pedante, por esa forma de remarcar tanto cada palabra como masticándola y esa pronunciación especialmente exagerada en los términos anglo… Aún no se si él será realmente arrogante, pero no tengo mucho interés en saberlo tampoco. Así de determinante es la forma en que transmitimos percepciones con la voz.
Algunas voces desconciertan, ves a la persona, adulta, con cara de padre o madre asentada, y te sorprende esa entonación natural con un deje aniñado, y no me refiero al timbre de voz, eso es otra cosa, sino a la forma de modularla, de querer hacerla de manera inconsciente (creo) menos grave. A veces me pregunto si no es una forma de despertar ternura.
Están los que terminan cada frase con una especie de tono de interrogación acompañada de una expresión en la mirada de expectativa y que a mí me dice que sufre de una acentuada inseguridad, o los que manejan muy bien sus matices para lograr exactamente el efecto que quiere porque es consciente de ello, lo que me dice todo lo contrario que el anterior. También existen quienes están tan llenos de agresividad que incluso en una conversación normal se delatan: sus terminaciones son bastas y van acompañadas de gestos duros.
En realidad creo que la lista de ejemplos puede ser interminable, casi tanto como el número de personas que conocemos y que nos conocen, porque también tu y yo estaremos incluidos en muchas de esas listas con alguna descripción. Hablar es como el sexo, lo haces como eres, y el sexo es como dormir, si funciona o no está en la cabeza. Y sí, este post es un desvarío mental que he tenido estos días. Y no, no consumo drogas, vengo así de fábrica.
Laura Elena Vivas
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