El avión tocó suelo larense pasadas las 5 de la tarde, y entre los viajeros que descendieron del vuelo de Aserca estábamos Lizzeta Torrealba, Marta Elena González Herrera y quien esto escribe, para atender una invitación de «Encanto».
Los recién bajados del avión esperamos pacientemente nuestras maletas, espera que resultó un poco larga, hasta que nos enteramos – por cosas de la vida – que mirábamos girar las malteas en la banda proveniente de Nueva Esparta, mientras que las nuestras – llegadas de Caracas al igual que nosotros – estaban ya en el piso porque el personal de la aerolínea decidió que habían pasado el tiempo suficiente dando vueltas.
Subsanada esa anécdota, afuera nos esperaba Morela Colina, la misma que muchas veces aparece apoyando estas Visiones, y que esta vez era la organizadora de un viaje de relax para conocer una posada que no es solo un lugar de descanso sino una iniciativa que involucra a todo un núcleo familiar que piensa que en Venezuela sí se pueden hacer bien las cosas.
Al salir del aeropuerto el grupo se enrumbó por la carretera Quíbor – Sanare, ya cayendo la noche, por lo que no pudimos disfrutar mucho del paisaje, así que les recomiendo no subir luego del atardecer, y menos si es su primera vez, porque posiblemente se extravíe y se pase de largo, a menos que vaya con un guía que fue nuestro caso.
A las puertas de «El Encanto»
A unos 66 kilómetros de Barquisimeto está la población de Sanare, ubicada en el pie de monte andino larense, a 1400 mts sobre el nivel del mar, con una temperatura promedio de 18 C, y ahí está «El Encanto», una posada desde donde se puede divisar El Tocuyo, parte de Quíbor y otras zonas del estado Lara, gracias a su estratégica ubicación.
Lo primero que llama la atención de los visitantes es la arquitectura de la posada, que recuerda a casas coloniales, donde están presentes el hierro forjado, maderas por doquier, y una extensa flora que juega con colores para darle al lugar una imagen de postal, por su colorido.
Al igual que casas de antaño, la posada «El Encanto» ofrece muebles en madera, grandes balcones para apreciar los amaneceres o atardeceres larenses, junto a hamacas o chinchorros en la entrada de las habitaciones.
De las habitaciones hay que destacar que son 14 cabañas que van desde familiares, con capacidad para 4 personas, a matrimoniales, con una o dos camas, con decoraciones distintas – nada de diseños iguales – para atender los distintas necesidades de los visitantes.
Las imágenes que pueden ser contempladas desde el balcón de las cabañas incluyen plantaciones de papas, cebollín, y se puede apreciar el ir y venir del ganado, sin prisa pero sin pausa.
Además del clima de montaña y de los sonidos de los animales y los pájaros, junto al color de la vegetación, los visitantes pueden ser consentidos por unas manos expertas y recibir un masaje corporal, con música relajante y esencias aromáticas. Por si fuera poco, la Posada también cuenta con un sauna y un jacuzzi.
A la hora de comer
Como no solo podemos estar en estado contemplativo, quienes descansan en esta Posada cuentan con un restaurante que ofrece un desayuno donde la sazón criolla se mezcla con la atención familiar que se recibe de quienes están al frente de «El Encanto»
Arepas, queso blanco, revoltillo con jamón, caraotas, café con leche y mucha nata fresca son parte de los elementos del desayuno, todo rodeado del clima de montaña, la vista hacia grandes sembradíos y la sensación de paz y de estar fuera del mundo moderno, con sus constantes sonidos de máquinas y ruidos citadinos.
La cena también es otro culto a la gastronomía familiar, casera, con sopas o cremas, platos donde los sabores nos trasladan a nuestros hogares y seres queridos, porque se nota que son elaborados pensando en los comensales.
El almuerzo no se hace dentro de la Posada, sino que se puede tomar en el restaurante «El Encanto», también de propiedad de la familia, donde al igual que en el desayuno o la cena, la sazón y el paisaje son dignos de deleitarse y tomar un largo almuerzo sin preocuparse de lo que pasa en el resto del planeta.
Lengua en salsa, sopa, ovejo, arroz, caraotas, y un largo etcétera son parte del menú del almuerzo, y si no fuera mala educación – aunque hay lugares donde no lo es – uno pudiera «chuparse» los dedos para no dejar que nada del sabor de la cocina se escape de nuestro paladar.
El Unicornio que sobresale
Al llegar a «El Encanto» uno no puede dejar de notar la escultura de medio cuerpo de un unicornio blanco, que si bien es un ser mitológico, representa la magia que existe en este lugar.
El artífice de este sitio de relax es Manuel Saavedra, quien comenzó su sueño con el restaurante y luego se transformó en posadero. Con su impulso ha logrado que su familia se involucre y sea parte de la atención y esmero a los visitantes.
Para Manuel, como menciona la página web de la posada, este es “Un proyecto de vida…un estilo de vida”.
Si quieren conocer más de esta Posada, y no quedarse solamente con este relato y fotos, pueden hacer sus reservaciones con Ángela Saavedra, a través del correo posadaelencanto@gmail.com o por los teléfonos 00 58 414-3536585 / 00 58 414-5505454 / 00 58 253-5145650 / 00 58 253-4490639 / 00 58 253-4490784, también pueden seguirlo por @posadaelencanto
Para quienes buscan descanso, confort y relax, la recomendación es la Posada «El Encanto», o esa es mi Visión Particular.
PD: La estadía en el «Encanto» fue toda una experiencia de paz y grata compañía, gracias a Morela, Marta y Lizzeta, quienes en todo momento fueron unas verdaderas fuentes de conocimiento en materia de gastronomía y vida en general… pero esa es otra historia.
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