Debo confesarlo, soy un fanático más de Veracruz, el estado que en verdad, lo tiene todo: sus límpidas playas cercanas a la región de los Tuxtlas, el danzón en el Puerto, las primeras historias coloniales en La Antigua, rituales prehispánicos en el Tajín y sones que alegran los corazones marchitos. Además, en esta reciente visita a la entidad, sus montañas quedaron grabadas en la emoción y con la promesa de retornar a sus reparadoras cabañas, entre la nobleza de sus nativos, así como la ternura teñida en los ojos de alguna fémina.
Incomprensible es que al estar lejos te encuentres tan cerca, porque el fenómeno de escape resulta ser todo un descubrimiento. La proximidad de las estrellas en medio de un cielo despejado y la luna tan sublime, el despertador es el susurro de algún rio que fluye en medio de un valle, la pureza entre un tímido beso nocturnal o la camaradería sincera de un nuevo amigo… ahí, guarda sus secretos la vida, dentro de la sencillez, lugares que muestran el verdadero rostro de nuestro México, pero es complejo describir lo que no tiene palabras.
Mientras tanto, vivimos acelerados con esa infecciosa neurosis que enferma, así que tal vez es necesario tomar algo de aire fresco, reflexionar y conectarse de nuevo con lo elemental. Nuestro modesto aporte narrativo al respecto, son dos destinos veracruzanos que te permiten gozar del encanto cafetalero con cántico de ríos en los pueblos mágicos de Coatepec y Xico, aunque quedará pendiente para otra entrega comentar sobre su capital Xalapa o mejor llamada la “Atenas veracruzana”, así como la adrenalina de su río Filobobos en Jalcomulco y las aguas termales de El Carrizal.
Coatepec… encanto cafetalero
En el cerro de la serpiente, que es latraducción náhuatl del nombre de esta localidad, fundada por los peninsulares el 23 de enero de 1684 denominándola “San Jerónimo de Cuatepec”, aunque sus orígenes datan de varios siglos atrás, cuando los totonacas dominaban estas tierras que fueron arrebatadas tiempo después por los aztecas en el año 1450.
Entre algunos acontecimientos importantes, podemos citar cuando en 1702 se realizan los primeros trazos del poblado efectuados por el presbítero Pedro Jiménez del Campillo. En 1835 se construye el actual Palacio Municipal y en 1848 se le eleva a categoría de Valle por la valerosa actuación de sus pobladores en la intervención norteamericana. También esta localidad cafetalera cuenta con datos curiosos, por ejemplo: en 1808 se sembraron las primeras matas de café traídas de Cuba; en 1865 Maximiliano de Habsburgo se hospedó en la Hacienda de Mahuixtlán -perteneciente a Coatepec-; el 10 de mayo de 1898, el entonces presidente Porfirio Díaz inauguró la estación férrea de la entidad y la primera Feria de Café que se realizó en este pueblo veracruzano fue en 1948.
La principal atracción de Coatepec lógicamente es su café, que por su cuerpo, aroma y acidez ha ganado reconocimiento internacional, es cultivado en lo alto de las montañas entre la sombra, brindándole un sabor exquisito que puedes disfrutar en las cafeterías alrededor del Parque Hidalgo ubicado en su alameda central. Después de una energética taza, la opción es visitar la iglesia de San Jerónimo que simula un cierto estilo barroco en su arquitectura o acudir a la Casa de Cultura, donde se llevan a cabo diferentes actividades artísticas.
El Museo del Café es otro sitio de visita obligada, ya que aquí podrás aprender cómo se cultiva y procesa este grano, hasta la cantidad adecuada que debe contener una taza de café. Pero si aflora tu espíritu botánico, la recomendación es que acudas al Museo Jardín de las Orquídeas que presume orgulloso sus cinco mil ejemplares, que incluso algunas de éstas sólo las puedes apreciar con lupa o bien disfrutar de una limonada de un árbol que ofrece frutos cítricos del tamaño de un balón de fútbol.
Los intrépidos tal vez busquen rincones más naturales; a estos viajeros les sugerimos que visiten las cascadas “Bola de oro” o “La granada”, así como pedir a los lugareños que les narren la leyenda de la serpiente, que aparece una vez al año, recorre todo el pueblo y… con suerte puedas verla.
Respecto a la gastronomía, este pueblo mágico tiene una gran variedad de restaurantes como “Los Tucanes”, donde el bufet de mariscos es de primera. Si traes antojo campirano, la “Cabaña del Tío Yeyo” cuenta con varios estanques de truchas frente al bosque, la más solicitada es la trucha en salsa de mango y para terminar, un torito de cajeta.
Los destinos de la noche coatepecana también tienen sus encantos. Puedes disfrutar el canto de los trovadores que armonizan el romance en los restaurantes de la plaza central. Pero definitivamente, en el bar “La palapa” puedes observar las ocultas miradas de féminas que con cierta timidez esperan en ese lugar a su pareja de baile. Así, entre música tropical mientras la luna sigue su ruta, las propuestas se expresan con el movimiento de los cuerpos y el final… aún no se escribe.
Xico… música de lo natural
La historia xiqueña data del año 1479, cuando los mexicas habitaban en lo alto de estas montañas. En agosto de 1519, Hernán Cortés llega a esta localidad y al ver la hospitalidad de los nativos se convierte en un pueblo protegido por la Nueva España. El nombre original de esta tierra -vestida de verde- es Xicochimalco, que significa “en el escudo de los xicotes” y se encuentra ubicado en las faldas del Cofre de Perote, volcán extinguido que forma parte de la Sierra Madre Oriental y que fuera descrito por el Barón Von Humboldt en su paso por la capital veracruzana en 1804.
La también conocida como “Joya de Veracruz”, cuenta con varias capillas e iglesias, destacando la Parroquia de Santa María Magdalena como la de mayor importancia, edificada en el siglo XVI y que se encuentra finamente decorada en su interior con diversas telas. Además la virgen cuenta con su propio vestíbulo, un pequeño museo al costado de la parroquia en el cual se exhiben más de 700 vestidos regalados por distintas personalidades, desde presidentes hasta toreros e incluso gente de la farándula.
Otro peculiar museo es el del Totomoxtle, sitio donde convierten en arte la hoja del maíz, representado en sus decenas de maquetas realizadas con este material. La Hacienda de San Bartolo, que es propiedad del cronista del pueblo, cuenta con un museo de antigüedades, desde máquinas de escribir, viejas pistolas, muebles e incluso discos de acetato que por un trato justo -bueno de acuerdo la cantidad que imponga don Amado Izaguirre- te podrás llevar alguno de sus tesoros, pero sólo ten cuidado, ya que dicen que los sustos que dan en este lugar no son por los precios de este cronista.
Algunas opciones con entorno oriundo son la granja Abamoxol, sitio donde se cosecha un fruto de café rojizo llamado la “cereza”. Otro espectáculo natural es la cascada de “Texolo”, que tiene una caída de agua de casi 80 metros de altura, la cual puedes admirar desde un pequeño restaurante a la orilla del barranco.
Las fiestas de Xico son toda una vivencia, ya que a mediados de julio se realiza la famosa xiqueñada, una especie de “pamplonada” pero a la veracruzana, donde puedes calmar tus ansias de novillero con los toros que sueltan por sus calles. Pero tal vez prefieras algo más sacro y para esto, en esas fechas, se realizan artesanales tapetes con aserrín de colores donde la figura de la virgen realiza un recorrido por el pueblo.
El principal platillo en la cocina xiqueña es el mole, un poco más dulce que el de puebla y es acompañado con un plato de Xonoquei, que son frijoles de la olla con hojas de una planta llamada Xonoque y bolas de masa doradas con manteca.
El alojamiento que brinda este pueblo mágico son cabañas principalmente, nuestra mejor opción son las cabañas Lomas de Xautenic, que se encuentra en la cima de un montículo con vista a un valle y por si fuera poco, cruza un pequeño río. Además cuentan con chimenea, perfecto encuentro de enamorados, dibujado por un estrellado cielo al anochecer, con alguna selección musical adecuada para este momento en tu reproductor móvil y la conmoción en la piel, como dijera el músico poeta Agustín Lara… ¿Por qué negar?
Glen Rodrigo Magaña
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