Los escritores han dedicado tinta y sueños en verso y en prosa a la luna; los cantantes han dedicado melodías a la luna; los lobos aúllan constantemente a la luna, como quien pierde a un amor y Juanito… pues, él ama a la luna.
El amor de Juanito por la Luna es de esos que al pasar por una casa nos hace meternos en ella para entrar en el jardín, más si en ese jardín hay flores, muchas flores, porque ellas son un buen regalo para la amada, aunque para conseguirlas uno deba entablar una conversación con la dueña de la casa ¡más sorda la pobre!
«Mire, lo que yo quiero es que usted me permita cortar algunas de las flores de su jardín. Son tan bellas y yo… No, señora yo no vendo botellas, digo que sus flores son muy bellas y… Por favor, espere señora ¿a dónde va?, aún no he terminado… ¿Cómo dice?… ¿Qué va a traerme un cigarrillo? ¡Pero yo no le pedí un cigarrillo!… ¡¿Cómo?!… No, señora… no pienso romper la ventana con un ladrillo. Lo único que quiero es que me regale unas flores para… ¡BICICLETA!… ¿Qué usted necesita una bicicleta? ¡No, no, no!… No vengo a pedir la mano de su nieta… Pero, señora… no estoy despreciando a su nieta… ¡Señora, por favor, no tiene por qué llorar! Que su nieta tenga los pies planos y unas cuantas libras de más no es motivo para que yo la desprecie… ¡No, no estoy aceptando el compromiso!… Claro, claro, ella podrá ser una madre abnegada y buena cocinera pero es que yo… »
Pero cuando amamos no importan los diálogos absurdos ya que no hay obstáculos para conseguir agradar a nuestro amor.
Y ¿Qué se le anuncia a la Luna que amamos cuando estamos con ella? Una posibilidad es decirle ¡Hola, negrita. Buenas noches! ¿Cómo estás?… Mira, te traje estas flores. Pensé que quizás yo podría hacerte una diadema con ellas o tal vez un collar… De todos modos, negrita, tú tendrías que venir a mí, porque desde acá no puedo calcular tu frente ni el grosor tu cuello.
Mejor aún, se le puede recitar un poema:
Entonces, ya tus caderas se hacen viento, tus piernas escarcha y tus cabellos hielo.
Cuando te miro tan alto pareces el ombligo del cielo.
¡Ah, negrita!
A partir de ese momento eres arrope y veneno,
¿Qué hombre tendrá el aliento que pueda abrigar tu seno?
Huyes hacia el poniente y no hay carrozas que te alcancen.
Te persigo con la intención de medir tu espalda, tus talones, todos tus dedos; pero tú ya eres recuerdo y yo silencio…
Las montañas se convierten en el cofre que vela tu sueño.
¡Luego, sale el sol y lo desprecio porque brilla tanto que no lo veo!
En cambio tú, mi negrita… tú eres delicada, guardas mis secretos.
Tu luz es blanda como los párpados y entre susurro y susurro yo te pierdo. ¿Ya ves? ¿Cómo puedo hacerte un vestido o un collar?
El amor nos hace hacer cosas maravillosas, dependiendo de la perspectiva de cada quién, como invitar a comer a nuestra amada al campo, para pasar el tiempo con ella y poder yacer en el pasto… Pero Juanito tiene un problema, su amada Luna es – como dice la canción – cascabelera y la vemos aquí y allá, no siempre en compañía de quien la ama, pues ella es de todos y de ninguno.
Por esto y mucho más, Juanito decide beber para olvidar a la Luna, aunque logra el efecto contrario y la recuerda más, mientras se tropieza con un pequeño cangrejo con un nombre majestuoso e imponente: Ulises, que busca desesperadamente complacer un antojo de su señora que está embarazada.
Juanito pasa un tiempo con Ulises a quien hará su confidente de su amor por la Luna y entre sorbos de vino le relata que su amada es alguien universal…, pero aclara que «no es una mujer pública de las que anda por ahí», sino que es «muy popular, pero que no es cantante», a pesar de que sí «sí canta y en su canto suenan todas las voces del mundo». «Ella también baila y su baile es… punta, talón, palmas al aire y aplausos».
Al final, Juanito perdonará a su amor por no llegar a la cita, porque él está enamorado y se sabe que quien ama no tiene memoria, a pesar de que el motivo de su desvelo sea aquella «que es de todos y ninguno, a todos ha enamorado con ese mira tan bello, con ese andar elegante, con tan fino coqueteo. Y a todos los que seduce, a todos les pone cuernos», pero qué le vamos a hacer… La Luna es un amor.
Juanito es Ezequiel Benítez, quien protagoniza la obra «Corazón de Agua tibia» del dramaturgo ecuatoriano Patricio Guzmán Masson, que con dirección de Sergio Díaz Fernández y la asistencia de Emiliano Suarez, Cecilia Ceci Abusettii y Rafael Farfán Uruzagasti, en una producción del grupo teatral ADN (Arte De Nosotros) se presentó en el ciclo teatro del Centro Cultural Héctor Tizón.
En esta obra experimentamos el amor mágico entre un humano y la luna con textos cargados de poesía con una enamorada que a veces dice sí, y luego se torna indecisa, como toda novia.
En este coqueteo, la dama deja plantado al galán, quien se cansa de sus juegos y decide irse con un cangrejo, a beber por ella «aunque mal pague», pero las mujeres saben conquistar a su galán y ella, luminosa, radiante, blanca y redonda – aunque a veces en creciente- lo sabe provocar enseñándole «sus caderas de viento, sus pechos que son un par de fieras y sus muslos que son las laderas de un universo de arena».
Benítez nos ofrece un Juanito lleno de inocencia, de esa que nos llena el primer amor, que nos hace creer que todo lo podemos (como que la Luna nos corresponda) y hay en esta actuación una frescura de niño travieso que recita sus textos y que se convierte también en un muñeco de felpa para hablar con el cangrejo. Este recurso del muñeco también está presente en otra obras presentadas en Jujuy como «Medio Pueblo» de Martín Giner y «Un pueblo llamado Jujuy», mientras que la dirección de Díaz Fernández nos ofrece un personaje con mucho movimiento, como eso chicos que nunca están quietos ni tranquilos, que son hiperactivos, porque tienen muchas cosas que hacer, así estén enamorados.
Detrás de «Corazón de Agua tibia»
Esta obra está basada en el poema el «Loco Juan Carabina» del poeta venezolano Aquiles Nazoa, que también se transformó en una canción del llano venezolano, gracias a la música compuesta por Simón Díaz.
El loco Juan Carabina
pasa las noches andando
cuando la luna ilumina
las noches de San Fernando
Cuando la noche está oscura
callado el loco se va
va a perderse en la llanura
nadie sabe a dónde irá
Cuando el gallo de la una
se oye a lo lejos cantar
al loco viendo la luna
le dan ganas de llorar
Esperando se la pasa
que como una novia fiel
venga la luna a la playa
para conversar con él
La gente del alto llano
más de una noche lunar
con la luna de la mano
han visto al loco pasar
El loco Juan Carabina
sueña por la madrugada
que en cama de niebla fina
tiene la luna de almohada
El loco Juan Carabina
pasa las noches llorando
si la luna no ilumina
las noches de San Fernando
Cuando amamos hacemos maravillosas locuras, nos sentimos vivos y no importa si somos correspondidos, lo importante es dar lo mejor de nosotros a los otros, o esa es mi Visión Particular.
Francisco Lizarazo
PD: los textos en cursiva pertenecen al parlamento de la obra
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