Vendedores ambulantes ofrecen ollas de barro o de metal, empanadas, mientras otros buscan unas monedas lustrando el calzado. Así es el ambiente de esta estación de tren, donde tres personas (dos mujeres y un hombre) están esperando un transporte que les lleve a mejorar su presente, buscando un futuro que les haga olvidar su pasado. Pero a veces, el pasado y el presente se confabulan para que el futuro no sea lo que queremos, ni lo que esperamos, pero así es la vida.
Los tres son hermanos y llevan maletas bolsas, enseres, se suben y buscan sus lugares sin dejar de conversar. De esta forma sabemos que van de la Puna al ingenio Ledesma – donde al parecer hay trabajo – y el calor en la zona no es como la brisa fresca de la Puna, pero allá está el dinero que se ganarán con el trabajo.
Este grupo familiar es lo que se conoce como Ayllu – ligados por vínculos de sangre y afines que conforman un núcleo de producción económica y distribución de los bienes de consumo – definición que viene de los Incas que adoptaron esta forma de organización como modelo de producción económica conservando el carácter colectivista de la tenencia de la tierra.
Esta Ayllu está integrada por Teodora (Flavia Molina), alegre, bailarina y cantante pero organizada, metódica, a tal punto que ya tiene su velorio armado, incluyendo la lista – de manera alfabética – de a quienes hay que avisar – o no – sobre su deceso, que estará acompañado de una estampita elaborada para la ocasión. Esta es una de las mejores escenas de la obra, por su magia, la poesía del texto y el trabajo de Molina en la interpretación.
También está Celestina (Alicia Inocencia Brajeda) que de todo se queja y sufre, solo tiene ojos para su hermano menor y por el cuidado que le prodiga uno sabe que él no está muy bien. Ella parece seria, seca, pero no tenemos más elementos para saber si es su carácter o si es la vida que la ha llevado a ser dura.
Por último, está Vicente (Bernardo Brunetti) que a pesar de su tamaño, su cerebro es el de un niño pequeño – de no más de 10 años – que siempre está pensando en jugar y en recordar las cosas que hacía el Vicente – como él mismo se llama – siendo un gran declamador y cantante al que nunca abandonan sus amigos imaginarios, con los que se divierte como si estuviera en la escuela celebrando una fiesta patria provincial, donde él es la estrella del acto.
La vida de estos tres seres conforman la trama de la obra “Ayllu”, una creación teatral grupal, que cumplió su segundo año en cartelera (el 12 de octubre del 2015 subía el telón, la sala Lamar Encoche multiespacio) y para celebrar este nuevo aniversario realizaron una función en La Hilandería Teatro que mantuvo su disposición teatral envolvente, ahora con la incorporación de Iván Santos Vega, como un primo, además de ser el asistente de dirección. A Santos lo he visto este 2017 en dos obras, pero más en plan de actor de relleno y creo que está desaprovechando su talento. Debería enfocarse más en su desarrollo como actor principal.
Los actores se desplazan a lo largo del espacio, con dos escenarios e interacción entre las sillas donde está sentado el público, lo que mantiene el dinamismo del montaje y hace que el espectador tenga que variar su perspectiva visual y así no llega a cansarse.
Como unos nómadas, esta familia transita por distintos ámbitos de Jujuy y reflejan los estados de ánimo que van padeciendo a lo largo de la obra, siempre con el sueño de mejorar vivir sus condiciones de vida e integrarse a su entorno.
Sigue la magia de la poesía y el amor a la tierra, a los recuerdos, a la vida. Sin embargo, en estos dos años de transitar se mantienen algunas escenas largas, como la de Vicente en el colegio, o el añadido de las dos escenas del primo que alargan aún más la obra sin ofrecen información nueva o crear clima dentro del espectáculo.
El juego de luces, la música, los movimientos en escena y las actuaciones nos evocan a unos seres sumidos en la nostalgia, en la angustia por lo desconocido, pero con la esperanza que todo lo que se haga con el apoyo de la familia tendrá un final feliz, y si no sucede, es porque aún el camino no ha llegado a su término, o esa es mi Visión Particular.
Francisco Lizarazo
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