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Cada casa es un mundo y cada joven también

“El  teatro puede ser practicado por cualquier persona (aunque no sea un artista), en cualquier lugar (aunque no sea un teatro), así  como el  fútbol puede ser practicado por cualquier persona, aunque no sea un atleta, y en cualquier lugar aunque no sea un campo reglamentario.” BOAL, 1975

¿Qué hacen nuestros hijos cuando no están en casa? ¿Sabemos quiénes son sus amigos? ¿Las preocupaciones y el trabajo diario nos alejan de la familia? ¿Acaso el teatro puede hacer algo por estos temas?

El teatro no solo entretiene o sana, cuando lograr sacar de nosotros lo peor para sustituirlo por una mejor mejorada de nosotros mismos, sino que también educa y muchas veces lo que vemos en escena es un reflejo de la vida, sin que parezca radionovela, pero lo que sucede en el escenario puede estar pasándonos o a alguien cercano y allí es cuando el  foro o la discusión son necesarios.


Tomemos como ejemplo esta sinopsis: «Tomasito, un chico de barrio. Los hábitos que lo rodean lo dominan, los vínculos en su familia se destruyen cada vez más y las responsabilidades ya no son parte de su vida».

Con esta temática y viendo en escena que todos los personajes defienden sus propios intereses y poco o nada le importa la realidad de Tomasito habría que preguntarse ¿La culpa es del adicto? ¿Culpar es la forma más fácil de resolver el problema? ¿Qué pasa si empezamos a ampliar la mirada… y si actuamos?


Esta premisa – de qué pasa si empezamos a actuar – es el telón de fondo del trabajo que realiza en Jujuy el  Movimiento de Teatro del Oprimido que desde el 2009 realiza funciones de Teatro Foro en colegios, escuelas y espacios barriales con la historia de Tomasito, que se titula «Consumiendo Angustia».


Esta obra se presentó en el marco del II Encuentro de Profesores de Teatro de la Región NOA, organizado por Dramatiza Jujuy,  como una manera de sensibilizar a quienes educan en el arte escénico para que vean que el teatro es también un compromiso social que no solo atañe a los actores y el equipo de producción, sino que el público es llamado a ser parte activa de este tipo de representaciones.

Con este tipo de teatro se busca que el público además de mirar sea parte del juego creativo y pase a ser un actor de la obra proponiendo soluciones o respuestas al tema representado, porque – en este caso específico, y en otros también  – pareciera que la solución debe venir de afuera porque los involucrados en esta trama solo son parte del problema y veamos por qué.


Tomasito es un joven que necesita contención y al no tenerla en casa busca una «salida» en las malas juntas y la droga. Su hermano mayor, su ejemplo, se fue a vivir en otra provincia hace 5 años y cuando regresa es un total desconocido; la madre trabaja todo el día y no tiene tiempo de atenderlo aunque quiere que él estudie y deje de lado la idea de la música porque eso no es una carrera; la abuela critica la actitud del nieto pero no ahí no pasa. El amigo de la calle solo quiere meterlo en el mundo de la droga, aunque asegura que en realidad no quiere verlo  en esa situación. Por el lado de las instituciones, la Directora de la escuela solo quiere que la familia lleve a Tomasito a un especialista y así librarse ella de responsabilidades; La Visitadora Social solo ve por encima las condicones donde habita el jóven y así dice que cumple su parte, mientras el Policía sobre está atento a las malas acciones del joven y la Profesora de Música quiere que Tomasito ensaye la guitarra para que el grupo musical de la escuela quede bien representado… En síntesis, como dice un refrán venezolano: si no te agarra el «chingo» te agarra el «sin nariz».

Y mientras tanto, alguien se ha preguntado ¿qué quiere Tomasito? Creo que eso ni él mismo sabe, por eso quiere que lo dejen solo y tratar de esconderse en la guitarra.


A estas alturas donde sabemos que nadie tiene la solución es que el director del grupo detiene la representación para dar inicio al Foro donde los espectadores serán ahora los dramaturgos llamados a mejorar la situación de la obra, que también puede ser la de su barrio o institución, generando así una empatía que ayuda a que en la realidad tomemos acciones concretas en situaciones similares.


Esta es la cuarta obra que el Movimiento ha representado para mostrar problemáticas que se viven en comunidades, barrios o colectivos sobre las adicciones en Jujuy, pero – no nos engañemos y creamos que esto solo pasa aquí- porque son situaciones que fácilmente pueden ser duplicadas en cualquier lugar o país, pues las realidades latinoamericanas – y algunas europeas, africanas y asiáticas – no distan muchos unas de otras.

Los asistentes a esta obra – representada en el La Hilandería Teatro, del profesorado de Teatro de Jujuy, participaron y ofrecieron algunas alternativas de solución, que solamente pueden considerarse efectivas una vez que sean implementadas en las comunidades reales, eso podría decirse que es otra historia, pero por algún lado hay que comenzar 


Metodología de Teatro del Oprimido

El trabajo que hace este grupo en Jujuy no es algo nuevo, aunque tal vez en la Provincia sí, ya que el creador del conjunto de técnicas y proposiciones que configuran este tipo de actuación es el dramaturgo brasilero Augusto Boal y de acuerdo a la Organización Internacional del Teatro del Oprimido (ITO) «El objetivo básico del Teatro del Oprimido es humanizar a la Humanidad». Mientras que se define como «un sistema de Ejercicios, Juegos y Técnicas basado en el Teatro Esencial, para ayudar a los hombres y a las mujeres a desarrollar lo que ya poseen dentro de sí mismos: el teatro».


Entre sus declaraciones de principios destaca que » El Teatro del Oprimido se basa en la premisa que todas las relaciones humanas debiesen ser de un tipo dialógico: entre hombres y mujeres, entre razas, familias, grupos y naciones, el diálogo debiese siempre prevalecer. En realidad, todos los diálogos tienen la tendencia de transformarse en monólogos, los cuales crean la relación opresores–oprimidos. Reconociendo esta realidad, el principio fundamental del Teatro del Oprimido es el de ayudar a restaurar el diálogo entre seres humanos».

Teatro del oprimido y enseñanza educativa

¿Puede el Teatro del Oprimido ser una forma de enseñanza en las escuelas y así el docente tener una herramienta de sociabilidad en el aula?

La respuesta es sí, pero más allá de una simple afirmación, la razón la ofrece la Defensoría del Pueblo de Tarija, que en su facebook publicó que  la convocatoria a un concurso escolar sobre el Teatro del Oprimido  con «estudiantes de las unidades educativas San Bernardo, La Paz, San Jorge II, Naval Monzón y Bolivia» permitió «visibilizar la problemática de la violencia en las escuelas desde la mirada de los estudiantes. Se pudo evidenciar que en muchos de los hogares de los jóvenes la violencia se ha instalado a través de las actitudes de los padres, el maltrato o el abandono, que se reflejan en las conductas agresivas de los estudiantes con sus compañeros».


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Esta posibilidad de que los alumnos puedan vivenciar y alertar sobre maltratos, violaciones, junto a otras conductas agresivas puede ayudar a niños o a jóvenes que no encuentran una manera de pedir ayuda y es a través del teatro, donde se dicen grandes verdades con la máscara de la tragedia y la comedia, el lugar ideal para expresarse y si los docentes saben leer entre líneas talvez sean capaces de salvar más de una vida, sino de la muerte, tal vez sí de un futuro amargo, así que el teatro es liberador desde muchos ángulos y mientras más lo conozcamos y se ayude a otros a conocerlo, mejores ciudadanos y habitantes estaremos construyendo, o esa es mi Visión Particular.

Francisco Lizarazo

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