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Caras vemos… corazones no sabemos

A propósito de “Menoclownsia”

Una payasa está buscando algo, no les digo qué porque mataría el chiste, pero lo cierto es que no está en su mejor momento ni quiere hacer reír a nadie, aunque está próxima a salir a escena.


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Esta payasa es Sofía Álvarez, quien asume el riesgo de interpretar este monólogo – acompañada, escrito por Valentina Sierra, para transformarse en un verdadero clown – con nariz roja y zapatos grandes incluidos – para que el público adolescente y adulto, durante una hora, ría y reflexione sobre aspectos de la vida que muchas veces damos por sentadas y cuando nos detenemos a pensarlas podemos caer en melancolía, desilusión o tristeza.


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Como la escena es un circo no pueden faltar elementos como la música de acordeón, flautas y hasta un elefante, no se preocupen no es real sino una marioneta, dentro de una escenografía con carteles, una banca de parque y una estación de tren.


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Esta obra es un transitar por las posibles crisis que todos los seres humanos llegamos a tener en algún momento de nuestra vida, no necesariamente referidas a la menopausia, por el juego de palabras del título de la obra.


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Al salir de ver la obra, en el Foro Shakespeare, no pude dejar de recordar aquella la historia que, resumidamente, habla de un «hombre sumido en la más profunda desesperación se presenta en la consulta de un médico famoso. Rápidamente, en monólogos entrecortados por paréntesis de terco silencio, el hombre cuenta que una melancolía extraña le corroe el corazón. Todo es hastío en su vida y sinsentido. Apenas puede dormir, las noches se las pasa en vela, como si durmiese entre alfileres. Mientras pasea por la calle las manos de su alma buscan, inútilmente, asideros en la realidad. La idea del suicidio le ronda de continuo y, aunque valor no le falta, aún no ha dado el paso porque algo oculto, que no se explica, le empuja a la inacción. El hombre busca una medicina, una droga que lo saque del abismo. Está completamente desesperado. El médico le escucha pacientemente. La conversación se prolongó varias horas. La depresión del paciente era evidente, pero en 1820 todavía no se entendía aún el concepto de depresión. Las descripciones de su estado de ánimo eran muy precisas y aterradoras.


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El médico se levantó de su silla, se sirvió un coñac y ofreció una copa a su paciente. Dijo: -Hay algo que sin duda le puede ayudar. Esta tarde actúa en Nueva York David Garlick, un actor inglés de fama mundial, un clown increíblemente bueno. Sus observaciones ponen el mundo al revés y se cuenta que todo su público sale de su función con una sonrisa en la boca y con la convicción de que el mundo está bien hecho. Yo mismo me he comprado una entrada y allí estaré. Anímese, vaya y cambie de aires. Garlick, sin duda, le sentará bien. Una sombra de inquietud y agobio brilló en los ojos del paciente. -Doctor, yo soy Garlick, dijo tartamudeando, y se echó a llorar.


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Muchas veces creemos que las personas son lo que en realidad nosotros pensamos de ellas, sin saber que todos los seres vivos, incluidos los animales y las plantes, sufrimos y padecemos, aunque muchas veces preferimos la máscara de la alegría o de decir «estoy bien» cuando alguien nos pregunta nuestro estado.


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Es muy difícil afrontar nuestros miedos, temores, desilusiones, pero es aún más difícil poder compartirlos con los otros, sean familia o no, por eso hay tantos suicidios, gente que se echa al abandono o al alcohol… ¿La solución?, creo que no hay una única salida, es un cúmulo de acciones, que empiezan por quererse más a uno mismo, poder estar en paz con nuestro yo interno y así comenzar a entender que somos nosotros los que podemos salir de nuestras crisis, aunque nunca sobra el poder conversarlo con los seres queridos, la familia, los verdaderos amigos, esos que están cuando no los queremos cerca pero saben – o intuyen por nuestras actitudes – que deben acompañarnos en ese momento.

Rompiendo mitos

«Menoclownsia» rompe con dos mitos: El primero referido a que los payasos son solo para niños, ya que el personaje de Sofía Álvarez está dirigido a adolescentes y a los adultos a fin de que reflexionen sobre cómo solventar las etapas de crisis, sean económicas, existenciales, amorosos o del índole que sean. Esta no es una payasa que busca divertir solamente, sino que busca dejar un mensaje para un público que normalmente acude a un psicólogo o psiquiatra para resolver sus inquietudes.


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El segundo mito que se rompe en esta obra es el referido al odio ancestral existente entre suegras y nueras, porque Sofía Álvarez (la suegra) se tuvo que «desnudar» como ser humano y actriz ante Valentina Sierra (la nuera) situación que por más que uno quiera no debe ser fácil, por aquello de la brecha generacional y las diferencias entre las familias, pero como ellas mismas indicaron en la presentación a la prensa, este montaje también les sirvió de «catarsis» para ser más que amigas y eso – a la larga – redunda en una mejor compenetración familiar. Además este personaje fue escrito específicamente para ella, ya que como mencionó tenía tiempo con ganas de hacer «clown», pero no lo había podido concretar y gracias a su nuera se cristalizó este deseo.

Así que ya que estamos deslastrándonos de los paradigmas, olvídese de acudir a un especialista si tiene problemas, menos publique todos sus problemas en el facebook, mejor vaya al teatro, que es más barato y puede ser más satisfactorio, y vea, los jueves a las 20:30 horas, a esta payasa que aunque con crisis y todo, hace como dice el refrán: al mal tiempo buena cara, o esa es mi Visión Particular.

Francisco Lizarazo T.

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