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Celebrando años con Ruperta en Perico

Para celebrar sus primeros 7 años de actividades, el Teatro Estación Perico organizó una extensa jornada de actividades, como no se le veía en bastante tiempo, con diversas propuestas teatrales locales, y algunos invitados foráneos.


Talleres de clown,  de improvisaciones,  asesinatos que parecen suicidios,   niñas del cerro, música, juegos, un viaje fallido, temas sobre la violencia contra la mujer, y una producción teatral propia fueron parte de esta celebración, a los largo del mes de abril, donde además estuvo la historia de Ruperta: «La súper coya», que vende en el mercado y recibe poderes que la transforman en heroína.


Mediante un monologo, Flavia Molina – que ya lleva algunos años interpretando este personaje – habla de las aventuras y desventuras de esta coya que tiene como medio de subsistencia la venta de productos naturales en el mercado.


En medio del ofrecimiento que hace Ruperta a los espectadores, que incluye nieve de carnaval, ella contará la manera en que recibió sus poderes que la transformaron en heroína de esta parte del mundo. No la picó una araña, no le tiene miedo a los murciélagos y por eso decide enfrentar sus miedos, ni siquiera recibió una alta dosis gama de rayos gamma, ni es una multimillonaria que creó su propia armadura. Mucho menos es hija de un Dios del Olimpo. NO, ella recibió sus poderes de manos del «primer mundo».


Mediante un rayo, como si hubiera sido abducida, se le comunica que ahora ella tiene poderes para proteger, pero en realidad todo se complica y ella se transforma en un ser dominado por el consumismo del telemarketing  y pierde su esencia.

Afortunadamente, ella recupera la cordura y deja de comprar todo lo que le ofrecen en la televisión – no solo productos del primer mundo, sino toda clase de basura elaborada en el país – y sigue en su afán de defender a los que menos tienen, pero sin olvidar que debe vender en el mercado… es decir, ella también tiene ansias de que otros le compren ajíes, locotos, pochoclo y maíz.


Si bien la interpretación de Molina es de aplaudir porque tiene tiempo representando a Ruperta y ha asimilado el personaje sacándole «el jugo»,  al ver la obra uno se pregunta si esta imagen del coya no es un estereotipo, por su manera de hablar, de vestir, más cuando se menciona que «su vestuario y lenguaje son íconos de un ser construido en la fragmentación, la diversidad cultural y un contexto tercermundista», como salió publicado en la prensa de Jujuy.


Eso de vestir de acuerdo al contexto tercermundista es más que debatible porque en la actualidad la moda de esta parte del mundo, del Río Grande a La Patagonia muchas veces marca tendencia mundial y no es producto de ningún contexto, sino de unas propuestas muy vanguardistas a la hora de vestir. Querer mantener la imagen de esa coya de sombrero andino, de la falda larga y otros elementos, son arquetipos para sostener una creencia de poca evolución. Tal vez las coyas mayores pueden vestir así, pero de seguro hay muchas mujeres bolivianas y jujeñas que han modernizado sus trajes.


Los espectadores de esta función, principalmente adolescentes del secundario, se divirtieron y entendieron el mensaje del consumo excesivo que impera en nuestros días, mensaje más que evidente y difícil no captarlo, pero creo que dejaron de lado el tema del estereotipo de la mujer coya.


Es importante que desde el teatro hagamos reflexionar a los espectadores sobre temas actuales como las compras, la influencia cultural  de otros lados, pero no debemos perder la noción de que todos los días asimilamos aspectos de otras culturas que vamos haciendo nuestras, porque hace 500 años los habitantes de estas tierras, antes de ser conocidas como América, no eran devotos de ninguna virgen, ni de ninguna religión, porque tenían sus propias costumbres y ahora veneramos a diversas apariciones marianas y tenemos un gran sincretismo cultural, que hemos aceptado como propio. Recordemos que la cultura y las costumbres son móviles no estáticas.


Si bien Ruperta lucha por defender sus sueños y por proteger las tradiciones, cuando uno viaja y conoce, se da cuenta que las creencias y costumbres terminan siendo algo que puede variar de una generación a otra. Dejemos que Ruperta siga sus sueños y nos haga reír, pasando un buen rato, pero busquemos nosotros nuestros sueños, que tal vez se crucen con los de ella o sigan caminos distintos, como distintas ópticas tiene el teatro y en eso radica -entre otras cosas –  su riqueza cultural o esa es mi Visión Particular.

Francisco Lizarazo

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