Desde hace tiempo existe la tendencia a versionar los cuentos, dándoles nuevas interpretaciones, más fabulosas a veces que las que ya conocemos, pero saber de qué va una historia no la hace menos interesante.
Marina Curtolo y Francisca Osella son lo que se llama «contadoras de cuentos», claro, ella no lo hacen solas, porque para mostrarnos sus historias se acompañan de títeres, máscaras y otros elementos que atraen la atención de niños y adultos.
“Puro Cuento” fue lo que presentaron en la sala Martín Galán, del teatro Mitre de Jujuy, en el ciclo de Teatro Infantil y Juvenil en las vacaciones invierno 2015.
Fueron tres historias para recrear los cuentos de dos grandes escritoras argentinas de material infantil como María Elena Walsh y Silvia Schujer. Pero como dos es poco, entonces tres es mejor y nada como contar una historia alternativa de «Caperucita Roja» para iniciar los cuentos.
Todo comienza porque no le invitó a su cumpleaños
Todos hemos crecido creyendo que la pobre Caperucita Roja, cuento de Charles Perrault, fue atacada por el lobo feroz, porque este es un animal malo – bueno sí lo es – que solo quiere comerse a la niña.
Pero en esta versión contada – y dirigida por el binomio Curtolo / Osella – el lobo está molesto porque la niña de la capucha roja cumplió años y no lo invitó a su recepción. Este ligero «olvido» motivó ese odio del que hemos sido testigos por tanto tiempo.
Pero Caperucita, que no solo sabe de tortas de cumpleaños sino de karate – hizo frente al lobo cuando esté intentó comérsela y le aplicó unas llaves de artes marciales que le había enseñado su primo y siguió su camino a la casa de la abuela, a quien le llevaba dulces y pasteles, mientras el pobre lobo quedaba adolorido en el piso.
El lobo, que también había aprendido algunas cosas de los cuentos, sabe los secretos de la bruja de Blancanieves y trata de envenenar a Caperucita con una manzana, pero ella no cree en cuentos y no cae en el truco.
Al final, Caperucita recapacita de su error de no haber invitado al Lobo y en señal de paz le regala un osito de peluche y el lobo se siente feliz, aunque no deja de olvidar que quiere comerse a la niña… pero eso ya es otra historia.
Villa Niloca
Es un pequeño poblado ubicado acá nomás. En él, en el poblado digo, los habitantes tienen la propiedad de hacer lo necesario sin ganas. Y lo demás….no hacerlo. ¿Cómo les explico? A ver: los nilocos saben de memoria que es imprescindible plantar árboles para que los pájaros puedan construir sus nidos. Entonces, sin ganas y protestando, los plantan. Ponen semillas en la tierra y esperan a que los árboles crezcan. Ahora bien: si uno les dice que después de un tiempo hay que podar las ramas y regarlos, ellos contestan: “¡Ah, no!” “¡Eso no!” “¡Ni locos!”. Y entonces las pobres plantas crecen tristes, sin fuerza y más de una vez se mueren resecas con el primer otoño.
Así comienza la historia de Cómo sucumbió Villa Niloca, relato de Silvia Schujer, que Curtolo y Osella recrean utilizando máscaras y caracterizaciones para recordarnos las andanzas de los habitantes de este pueblo fundado por don José de la Pereza, que con ese nombre ya uno se puede imaginar cómo fueron sus descendientes, donde los sucesos provocaron un verdadero desastre, con heridos, peleas, gritos, hasta casi la destrucción, pero – afortunadamente – un joven niloco propuso pensar. Y desde ese entonces, los habitantes de este pueblo que se parecen físicamente a los protagonistas de la historia «Horton y el mundo De Los Quién – es lo que están haciendo: pensando.
La Plapla
Soy una Plapla. –¿Una Plapla?, preguntó Felipito asustadísimo, ¿qué es eso? Eso mismo nos preguntaríamos todos y tal vez nos quedaríamos sin saber, de no ser porque en esta historia de Maria Elena Walsh, las responsables de «Puro Cuento» nos escenifican lo que le pasó a Felipito cuando se encontró con una letra que «caminaba muy oronda por el cuaderno».
La Plapa que es una letra, que patina muy contenta por una página también canta un «vals con su voz chiquita y de tinta», pero cuidado con mostrársela a la maestra, porque ellas están para guardarlas «en una cajita y cuida muy bien de que nadie se entere». «Las letras no han sido hechas para bailar, sino para quedarse quietas una al lado de la otra, ¿no?»
Tres historias infantiles, contadas para divertir a los chicos, y también a los grandes, porque solo la imaginación nos hará libre y mientras más imaginativos seamos, más libertad tendremos, principalmente con actrices que hacen del arte una expresión sincera para distraernos de tanta realidad, porque ¿Qué le vamos a hacer, así es la vida?, o esa es mi Visión Particular.
Francisco Lizarazo
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