Por allá, por 1958, parece que el petróleo hizo su aparición en un barrio humilde de Jujuy, de nombre Chingo y ese «aparente» pequeño regalo de Dios – o maldición del Diablo – no pasó desapercibido por los «gringos» quienes no desaprovecharon la oportunidad para ver si esa información era cierta…
Mientras los expertos estudiaban el «oro negro» para conocer su procedencia, la imaginación de los habitantes fluyó con más rapidez y fuerza que el propio petróleo y ya se veían amos y señores de empresas de crudo con las que comprarían TODO y harían realidad sus sueños.
Pero «la vida es sueño», como escribiría Pedro Calderón de la Barca, y rápido como llegó la ilusión así se fue. El petróleo en Chingo era una quimera.
Quien sí salió beneficiado con este relato fue Jorge Accame, al encontrar una fuente de inspiración para hablarnos de los seres humanos, los pobres, los que más ilusión tienen y menos recursos poseen para llevar a cabo sus sueños, pero no por eso dejan de vivir «la vida loca» sobre todo si es en Carnaval.
Con el nombre de “Chingoil Compani” Accame construye la vida de Paulo y Marga, esposos y Lito, hermano del protagonista masculino, quienes serán el centro de atención de esta comedia de situaciones, en compañía del compadre que siempre busca «chupar» y llega en el momento preciso porque es fiel al dicho: «más vale llegar a tiempo que ser convidado».
Esta obra se presentó en el Centro Cultural Héctor Tizón de San Salvador de Jujuy, en adhesión a las actividades por el Día Mundial del Teatro (que se celebra el 27 de marzo) con las actuaciones de Leandro Amarelle, como Paulo; Cecilia Córdoba, como Marga; Gabriel Guzmán Pérez, como Lito, el hermano que como dicen en Argentina «le faltan cinco para un peso» o lo que es igual no está bien de la azotea o de la cabeza y Daniel Manero, como Don Isma, el vecino / compadre. La dirección está a cargo de German Romano y la producción es de La Rosa Teatro.
Accame se vale no solo de la anécdota de la presunta aparición del petróleo para contar la historia, sino que recurre a la fiesta del carnaval para darle un colorido a la trama porque nos hace partícipes de los preparativos de la festividad, haciendo mención del Diablo, el juego con las bombuchas o bombas de agua para mojar a los desprevenidos, sin olvidar la chicha de maíz, una de las principales bebidas alcohólicas producida en el país.
Con los cuatro personajes el dramaturgo intenta representar a la sociedad y por eso tenemos que Paulo es el estereotipo del hombre flojo, tipo Pedro Picapiedras, Al Bundy o su versión argentina, Pepe Argento, Homero Simpson y tantos otros malos ejemplos de lo que es la actuación masculina, que sucumbe ante la idea de la riqueza fácil, que gusta de beber con los amigos y odia – por sobre todas las cosas – la idea de trabajar, más si es en algo que no está a su «nivel», principalmente si se es el presidente del centro vecinal, responsable del Carnaval. Él se ve como dueño de una empresa petrolera: la Chingoil Compani, siendo rico sin trabajar y comprando lo que él crea necesario sin preocuparse de cómo hará para pagarlo.
Amarelle plantea un Paulo «canchero» que cree que se las sabe todas, pero que tiene el sentido de familia y quiere – a su manera – al hermano y aunque reta (regaña) con frecuencia a su esposa se nota que es una pareja comprometida, por lo que es un personaje que tiene esperanzas de mejorar en el futuro y ser más responsable para ir a trabajar. La interpretación tiene mucho de humor y contacto con el público – cuando se cree ya el dueño de la empresa petrolera – lo que agradó a la audiencia que aplaudió el trabajo del actor.
Por su parte, Marga es la mujer que razona, que no se deja deslumbrar por una posible riqueza inmediata y cree necesario que tanto su marido como ella trabajen para asegurar el futuro del hogar, así sea vendiendo chicha de maíz. Como todos somos humanos, ella también tiene su momento de debilidad y se permite soñar con el dinero que vendrá con lo que podrá comprarse una máquina de coser, de esas con pedal eléctrico.
Córdoba hace una actuación comedida, justa en su papel de la mujer de la familia que no se nubla con la noticia del posible dinero producto del petróleo, pero no es una actuación fría, racional, porque tiene sus momentos de comedia y de «desenfreno» por el alcohol, pero siempre dentro de la cordura porque «primero muerta que sencilla».
Lito es el inocente, el que no tiene experiencia en la vida – ni trabaja ni tiene pareja – y solamente vive a la sombra de su hermano y con la protección de su cuñada. Representa a los niños, los adolescentes y a tantos sectores que no están atendidos en nuestra sociedad. Su sueño al tener dinero es comprar pochoclo (cotufas) y cuando se le pide que piense en grande su respuesta es inmediata: pochoclo colorado. Así es la inocencia.
Guzmán Pérez es el personaje tierno, con el que uno siente más cariño y él como actor sabe de ese sentimiento del público y lo aprovecha para ser el bueno, el inocente, aunque tiene una idea fija en su mente: las minas, o las mujeres.
Por último, Don Isma es el vividor del pueblo, el que siempre busca que otros paguen la fiesta, aquel que llega temprano a todos lados, aunque no lo hayan invitado y jamás desprecia un trago de alcohol, porque para eso vive, para la joda y la bebida.
Manero es el más «desinhibido» porque su personaje es el entrometido, aquel que se mete en lo que no le incumbe pero que despierta la simpatía del otro, porque sabe que no lo hace por maldad, sino porque es su manera de ser. Ofrece una divertida actuación como resultado de la juerga de carnaval y que deberíamos vernos en él para recordar el estado en que muchos terminan las fiestas.
Las interpretaciones son equilibradas, sin que ninguno sobresalga por encima de los otros y eso hace que el montaje fluya, además es una obra que los actores -con algunas variaciones de elenco – vienen mostrando hace unos 12 años. Romano mueve a sus actores con soltura en escena, tomando en cuenta que este espacio no es una sala convencional de teatro.
Romano presenta una puesta minimalista donde el peso de las interpretaciones y el texto son los que resaltan, junto a la música. El mensaje es social y plantea la necesidad de no cegarnos ante la posibilidad de una riqueza rápida, porque todo lo que viene fácil se va de igual manera.
El petróleo no brotó de la tierra, sino que es producto de la rotura de un tanque de la estación del tren, por la que se derramaba combustible.
La obra llega al final con personajes que viven la sensación del fracaso, por creer en soluciones fáciles para mejorar la vida, como sucedía en casi todos los capítulos de «Casados con hijos», pero no todo es malo para el matrimonio, ya que la esperanza resurge cuando Marga anuncia la llegada de un nuevo miembro a la familia, así que la alegría retorna y vuelven a ser seres humanos que contra viento y marea siguen su lucha diaria, buscando un golpe de suerte que los saque de la pobreza o que por lo menos les permita la ilusión de creer que ese sueño que es la existencia merece ser vivido, o esa es mi Visión Particular.
Francisco Lizarazo
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