Si nos sentamos en un parque ¿cuántas historias no pasarán por nuestros ojos y nuestra mente? Basta con ver lo que nos rodea para saber que las personas cercanas están haciendo cosas que nos pueden llamar la atención.
Cerca está la señora que cuida a su bebé, más allá vemos a una pareja comiéndose a besos, frente a nosotros está un señor que lee el diario, como si esperara a alguien o tal vez no, solamente está ahí haciendo tiempo.
Ese señor se cansa de leer y come alguna golosina que trae consigo, se levanta, estira las piernas, contempla lo que pasa a su alrededor y por un lado de nuestra visión entra una señora que se sienta en el mismo banco que el hombre. Aquí comenzamos nosotros a preguntarnos ¿de qué hablan dos desconocidos en un parque?
Las buenas costumbres dicen que los desconocidos intercambian información sobre el clima y – efectivamente – la pareja que está sentada frente a nosotros comienza hablando del calor, del clima, de si hace sol o si llueve, porque eso es lo que se estila, nada de entrar en temas como política, religión… y mucho menos… sexo.
Esta pareja en particular pareciera que tiene ganas de conversar porque el tema del clima se extiende y hablan de lo que sienten con el clima y la falta de un cobertor de lana, porque estando allí en el parque – como arrojados al mundo – hace falta algo que cubra o que al menos los cobije del clima… y seguimos hablando del clima.
Ambos parecen estar solos y buscando compañía, pero… ¿y si no están solos sino que están en su propia compañía y uno fisgoneando lo que dicen?
Ellos siguen como si uno, o varios de nosotros, no lo estuviera viendo y mantienen la plática del clima, aunque varían un poco y hablan también del tiempo ¿acaso no es lo mismo? Pues creo que no, tomando en cuenta la pasión que ponen ambos al tocar este tema, y en eso llevan tiempo, uno que no aparenta tener prisa y permite a estos dos seres continuar conociéndose, siempre dentro de las «normas» del protocolo entre desconocidos que entablan una charla en un parque.
Se pudiera pensar que él la está conquistando, según ella para llevarla a la cama, pero ella quiere una relación más sublime o eso piensa el observador ajeno a las intenciones de ambos.
¿Son desconocidos o están jugando a la seducción entre personas que acaban de encontrarse en un mismo lugar y a una misma hora? La verdad desconozco las reales intenciones de este par de seres humanos, tal vez habría que preguntarle a Mario Cantú Toscano, el dramaturgo, que concibió este encuentro entre él y ella en – hasta le puso nombre – «Arrojados al mundo sin cobertor de lana» obra que puede verse en el Foro Shakespeare en su Espacio Urgente 2, hasta el 31 de octubre del 2014, los días viernes y sábado a las 20:30 horas.
Ella es Leticia Cavazos y Él es Marco Treviño, quienes siguen las direcciones de Ricardo Delgadillo para que los espectadores sean parte de esta ¿historia de amor? que parece desarrollarse entre dos seres humanos solitarios quienes acuden a un parque.
El telón de fondo de la pieza es que «los hombres no entienden y las mujeres no explican», lo que puede ser cierto porque aquí ambos hablan, nadie entiende y todos nos imaginamos lo que mejor nos parece, un poco como es la vida real cuando no conocemos el contexto de algo que estamos viendo en la lejanía.
Las actuaciones de Cavazos y Treviño nos envuelven en ese juego de farsa, de roles, donde no se dice nada y a veces se dicen textos llenos de poesía urbana para que sea el otro el que interprete, de la mejor manera que pueda, haciendo que los presonajes sean creíbles y que podemos encontrarlos en nuestros amigos, vecinos o ¿por qué no? en nosotros mismos en algún momento de la vida. La dirección es sutil, apoyada en el banco del parque y en las interpretaciones de los actores, con leves movimientos siempre en torno al banco del parque. Tal vez lo único que se podría revisar es el final, ya que pareciera que hay dos. El primero cuando ella hace un mutis – perfecto para el bajón de las luces y los aplausos merecidos – y un segundo – el oficial – que trascurre varios minutos después y que hace que lo que siempre llamo el «chiste» se largue innecesariamente.
Las conversaciones que a veces parecen frívolas cuando nos referimos al clima o el tiempo, pueden no ser tan inocentes si se saben desarrollar – como en este caso – para dar pie a temas como las erecciones, la política, la contaminación, la evolución de la especie o el progreso del ser humano, pero para saber cómo relacionar a esos temas sin que nos den una bofetada, si en realidad conversamos con alguien desconocido, lo mejor es ir a ver «Arrojados al mundo sin cobertor de lana», o esa es mi Visión Particular.
Francisco Lizarazo T.
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