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Danzando con la memoria

«Sólo muere quien es olvidado»

“Son 127 los jujeños desaparecidos y su búsqueda no cesa». Así lo dijo Inés Peña, titular de Madres y Familiares de Detenidos y Desaparecidos de Jujuy, hace unos años y es que el recuerdo de quienes desaparecieron de manera forzosa durante la última dictadura en Argentina (1976 – 1983) siguen teniendo dolientes y familiares que los quieren vivos o muertos, pero quieren saber qué fue de ellos.


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Tratar con el dolor de una desaparición no es fácil, y es que este tema que no puede pasar desapercibido porque en la actualidad se está poniendo en duda el número real de personas que fueron arrebatadas de sus familias. Si fueron 30 mil o 6 mil, lo cierto fueron padres, madres, hermanos, hijos, hijas que no llegaron a tener un futuro, simplemente por pensar distinto.


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Las dictaduras – militares o de cualquier otro color – generan en la población que caminar por las calles sea un acto de miedo, de incertidumbre sobre lo que nos puede pasar a nosotros, o a nuestros familiares, al cruzar la esquina. Que nos detengan, nos bajen de los autos, o sencillamente que amparados en la oscuridad de la noche entren a nuestros hogares y pasemos a ser parte de una cifra, de un número más de quienes ya no están con nosotros.

Hablar en voz baja se vuelve una costumbre, ver a todos con desconfianza y saber que todos nos miran con temor,  como si nadie confiera en nadie, se transforma en el pan nuestro de cada día.


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Por eso es que hoy en día, transcurridos tantos años de aquellos hechos registrados en Argentina, hombres y mujeres siguen apostando a la memoria para recordar lo que fue ese ´pasado, al que nadie quiere regresar, con el temor y la necesidad de contar las historias que queden en los cerebros de los más jóvenes, porque – lamentablemente – quienes vivieron en primera persona esos días, también van desapareciendo.


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El teatro – siempre lo he dicho – es más que divertimento, es el archivo de nuestros tiempos, el que nos permite comprender lo que nos ha sucedido como especie. La obra de teatro “A la memoria” es precisamente eso, un canto al recuerdo, al tener presente y de manera viva los sentimientos generados por los recuerdos de quienes fueron arrebatados de sus familias.


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Aunque esta obra se estrenó en el año 2004, con la producción del grupo Pupila Cero – y fue seleccionada en la Fiesta Provincial de Teatro Jujuy – el tema sigue siendo de interés, lo que se evidencia en cada presentación, porque luego de las funciones se hacen foros y debates para socializar – principalmente en los jóvenes – este tema de los desaparecidos.


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Ahora en el 2016, «A la memoria» se presentó – con parte del grupo original y nuevas incorporaciones – en el ciclo de teatro del Centro Cultural Héctor Tizón, con las actuaciones de Noemí Salerno, Gabriela Morel y Raquel Sivila Soza, quienes representan tres maneras de enfrentar el dolor provocado por las desapariciones.


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Dirigida originalmente por Jimena Sivila Soza, esta versión contó con la técnica y puesta en escena de Sergio Gatica y el acompañamiento musical de Daniel Coria, también de los integrantes originales de la pieza.

«A la Memoria…” es teatro – danza  donde las actrices utilizan el cuerpo, la memoria sensitiva para exponer – casi sin palabras – el dolor por la desaparición de un ser querido, transmitiendo al público, con la danza y la música, el dolor, la desilusión, la angustia de no saber dónde está ese que ahora es solamente un recuerdo. 


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Además de la danza y la música, la obra cuenta con el elemento del multimedia que nos ofrece la visión audiovisual de un hombre – Gerardo Albarracín – ese que encarna a todos los que desaparecieron, porque no importa la edad, el color, ni el tamaño de esa persona, solo importa que ya no está porque fue arrebatado de su hogar, por pensar distinto.

Como la intención de este espectáculo es generar un espacio para el debate, “A la memoria” se ha presentado en escuelas, lugares abiertos, teatro no convencionales, culminando siempre con un momento de reflexión para que el espectador pase a ser protagonista y cuente lo que sintió, lo que vivió en esa noche del apagón, en esa dictadura que se llevó a muchos familiares.


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Las actrices asocian sus movimientos con el dolor, con la angustia, pero también con la esperanza, con el deseo de un futuro mejor, y es que el teatro si bien refleja nuestras realidades, es también un canto a la vida, a la idea de que todos podemos tener un futuro mejor, recordando a los que estuvieron antes que nosotros y que los llevamos en nuestra ´piel, en nuestros pensamientos y en nuestra memoria,  o esa es mi Visión Particular.

Francisco Lizarazo

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