Había una vez una vaca
en la Quebrada de Humahuaca.
Como era muy vieja, muy vieja,
estaba sorda de una oreja.
Y a pesar de que ya era abuela
un día quiso ir a la escuela.
María Elena Walsh
La Vaca Estudiosa
Ella veía la carretera mientras conversaba con su amiga Tomasa… bueno, realmente era ella la que conversaba, mientras la otra solo la miraba. Teodora se maravillaba viendo los autos, sus colores, sus brillos, ella sabía que no pertenecía a ese lugar. Todos los días estaba allí a la orilla de la carretera, no hacía nada, pero sabía que tarde o temprano alguien llegaría y se la llevaría lejos…
Dicen que cuando uno sueño fuerte con lo que quiere, los deseos pueden convertirse en realidad y eso le pasó a ella, que un día conoció a un productor de televisión y este supo inmediatamente que ella sería una gran estrella, aunque hubiera que hacerle unas cirugías por aquí y por allá, no por nada Teodora es una vaca que habla y nieta de la famosa vaca sabia, de la que María Elena Walsh hizo canción, que había ido a estudiar a la escuela.
Además de las operaciones, los productores de televisión hicieron otros cambios y Teodora dejó atrás su vida rural y su pasado para protagonizar un reality con su nuevo nombre: «El Show de Nancy Cow», donde ella, al mejor estilo de Susana Giménez, o de Mirtha Legrand, hará todo para llevar adelante su programa y que todos queden satisfechos, principalmente los niños.
Nancy Cow es el alter ego de Patricia Lubel, quien presenta un espectáculo teatral y musical que busca divertir a grandes y pequeños, aunque sean los padres y madres de los más pequeños los que son parte del show y pueden entender mejor algunas referencias de Cow, como la música de los almuerzo de la señora Legrand o de la reina de los teléfonos, Susana Giménez.
A esta vaca se le subieron los humos y por eso trata mal a sus empleados, goza teniendo peluquera, maquilladora, asistente personal y siempre quiere ser tratada como una «diva».
Fernando Balderacchi es su asistente y también busca robar protagonismo de tanto en tanto como lo hacen los “susanos” de la Giménez. Nancy Cow no es solo una obra para niños, también sirve para que los padres y madres piensen en los mensajes que transmiten los programas de televisión, con algunos conceptos sobre la belleza y la necesidad de estar siempre delgados, a cualquier costa. Como esta presentadora es una vaca – no por gorda sino por género animal – trata que los niños siempre coman mucha verdura pero nada de carne vacuna, porque a la familia no hay que comérsela y todos deben ser delgados.
Nancy Cow se burla de las televentas y para ello en la obra se la ve ofreciendo productos dietéticos, adelgazantes, fajas y aparatos de diversos usos, todo sin importarle mucho los compradores y la calidad de los artículos.
Hay rutinas con niños que suben al escenario y – los pobres – terminan siendo parte de una sección de preguntas y respuestas donde queda en evidencia la mala formación académica de nuestros pequeños – claro esto no es culpa de Nancy – pero al final, hayan contestado positivamente o no, el único premio es un beso de la «Diva».
Como sucede en las películas norteamericanas, donde al final el bien triunfa, el asistente le recuerda sus orígenes y su relación con Tomasa, la fiel amiga, y como si se tratase de otra programa tipo «Laura de América» vemos como Nancy Cow da un vuelco al querer regresar a su tierra en Humahuca, de donde es su abuela y su familia, porque entiende que ese camino de la TV no es el mejor para ser un ser bueno, aunque uno sea una vaca.
El espectáculo presentado en la sala Martín Galán del teatro Mitre – en el marco del Ciclo de Teatro infantil y Juvenil en Invierno 2015 – es fresco, con tonos de farsa, pero válido para el público al que va dirigido y se ve que Patricia Lubel ha desarrollo un texto divertido, reflexivo y que deja un mensaje. Como escritora y directora deja algunos cabos sueltos, como olvido del texto, improvisación muy evidente, exceso de velocidad al decir el parlamento, por lo que habría que «bajarle dos», detalles que de contar con un director ajeno a la dramaturgia y a la propia actuación podría prestarle un apoyo mayor a su desempeño en escena. Sin embargo, el producto en escena es muy atractivo, junto al vestuario y a la escenografía que hace que uno deje de reparar tanto en los detalles y se enfoque más en la actuación, que culmina con muchos aplausos de los niños y no tan pequeños, porque por un rato se olvidaron de sus problemas y compartieron la magia del teatro, o esa es mi visión particular
Francisco Lizarazo
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