Muchos dicen que leer el Quijote, obra maestra de la literatura española, es una tarea titánica como las propias labores que se impuso Alonso Quijano transformado en el «Caballero de la triste figura». Para otros, más modernos, es preferible ver la versión cinematográfica de la obra de Miguel de Cervantes Saavedra. También existe un musical «El Hombre de la Mancha» para los que gustan de las historias con acompañamiento musical, pero y para los niños… para los pequeños de la casa está La Faranda y su “Quijote a la Cabeza”, que tras 11 años aún tiene mucho que decir, porque se ha renovado.
Recordemos que la obra de Cervantes alcanza dos grandes tomos y que refleja la locura de Alonso Quijano ante la lectura desmedida de libros de caballería, no en balde el cura de La Macha decía que los libros son la perdición, por ello, llevar a la representación teatral esta novela no es tarea fácil, ya que ello implica un dominio del oficio escénico para saber qué dejar y qué eliminar sin que se pierda la esencia del relato original.
Pero si a esa ya difícil tarea le agregamos que en escena estarán solamente dos actores (en este caso Claudia Peña y Fernando Arancibia) entonces surge la pregunta de cómo hacer para que la historia se relate con detalles y que el espectador no se pierda o se aburra durante la función.
La ventaja de estos dos actores es que además son titiriteros y recurren a su experiencia con las marionetas para que el público se deleite con las aventuras de Don Quijote y de los personajes que lo acompañan en su recorrido por las tierras españolas en búsqueda de la fama y la gloria, en nombre del Rey y de la ¿bella? Dulcinea del Toboso.
Claudia Peña y Fernando Arancibia seleccionaron algunas escenas del libro de Cervantes para representar con títeres mecánicos como actores centrales y – como lo hicieron en «De Fierro» – la historia del Martín Fierro – en Jujuy, la actuación fue al «desnudo», es decir, que los espectadores del Teatro Mitre, podían observar la magia que se produce normalmente detrás del retablo y que deja a las marionetas como únicos actores en escena.
Con un público compuesto por jóvenes estudiantes, dentro del marco de la 12° Feria del Libro Jujuy 2016, La Faranda ofreció una función cargada de historia literaria mezclada con el asombro por la magia que estos titiriteros generan en escena, con sus muñecos mecánicos de diferentes tamaños, que ofrecen distintas perspectivas que enriquecen el espectáculo.
Al final, como un especie de teatro foro o un acercamiento al hecho teatral los interesados pudieron conocer con Claudia y Fernando el trabajo que hace esta agrupación teatral de Salta, así como algunos detalles más de la obra de Cervantes.
Compadre… no ayude
Si algo tiene esta propuesta de La Faranda, además de la riqueza visual y la destreza en escena, es la demostración de que no siempre nuestras buenas intenciones sirven a los demás. Por ejemplo, Don Quijote en sus andanzas trata de liberar de la esclavitud a un niño que recibe castigos corporales de su amo, incluso llega a exigirle a este patrón que le pague al joven por su trabajo y mejore sus condiciones de vida, a lo que por temor este acepta. Pero como sucede muchas veces, una vez que el gato se va, los ratones hacen fiesta y tras la marcha del idalgo Caballero, el amo recrudece los castigos sobre el cuerpo del niño, quien termina odiando a su supuesto salvador.
También vemos que las buenas intenciones se quedan en el camino cuando al presenciar una representación teatral de «Fedro y el Dragón (el nombre es porque el protagonista tiene problemas de pronunciación y no puede decir Pedro) vemos que Don Quijote arrasa con el retablo al creer que el maltrato que ejerce el amo sobre su vasallo es real y él no puede dejar de intervenir, acabando con todo y luego teniendo que comprometerse a pagar… lo que – por supuesto – no hará, porque como recordamos él no tenía bienes ni recursos.
Sancho Panza sigue siendo el fiel escudero y los molinos de viento continúan interponiéndose en el camino de la gloria de Don Quijote, todo en nombre del amor a su doncella que en las noches lo visita y lo reconforta.
Peña y Arancibia hacen todos los personajes, las voces, además de encargarse del sonido y las luces del espectáculo, para que al final, conozcamos, nuevamente, el triste desenlace de Alonso Quijano, quien ha dejado de ser Don Quijote al perder una apuesta de honor en batalla frente al Caballero Blanco.
La magia está en todo el montaje, ya sea en los distintos tamaños de las marionetas, en las voces de los actores, así como en el personaje del narrador, que lo interpreta una pluma de esas antiguas con la que – posiblemente – el mismo Miguel de Cervantes Saavedra haya utilizado para redactar este libro que es una de las primeras y más importante novelas de la literatura universal y fundacional de la lengua española, que lleva por nombre ‘El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha’ y que en el 2016 tiene especial significación porque se cumplen 400 años del fallecimiento del escritor Miguel de Cervantes y del dramaturgo William Shakespeare, dos figuras emblemáticas del universo literario y cultural.
Ver «Quijote a la Cabeza» debería ser una obligación en todos los niveles de la enseñanza porque explica de una manera sencilla, con mucho humor y dedicación lo que es esta obra literaria, pero además, y no es algo menor, deja ver los entretelones de una representación teatral – sin los artilugios de los telones, y sí Don Quijote está desnudo, pero a diferencia del niño que en el cuento se burla al ver al rey desnudo, aquí no nos importa, más bien lo agradecemos, porque así aprendemos a valorar el trabajo de los teatreros, o esa es mi Visión Particular.
Francisco Lizarazo
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