«El Cíclope» o la actualidad disfrazada de antigüedad
- VP Producciones
- 6 oct 2015
- 1 Min. de lectura
La historia de la humanidad puede ser utilizada para que los momentos actuales se disfracen con sutileza y pasen desapercibidos en las mentes estrechas, que gobiernan con puño de hierro y que todo lo que huele a disentimiento o cultura contestataria lo señalan de peligroso para el «establishment».
Ulises, también conocido como Odiseo en Grecia, es el rey de Ítaca que – luego de la guerra de Troya – llega, por designios de los dioses, a una isla donde está Selenio, el sirviente y esclavo del ciclope Polifemo, quien acaba con sus enemigos comiéndoselos y el náufrago que acaba de llegar no será la excepción.
Con lo que no cuenta este gigante de un solo ojo es que Ulises (Vlixes como se le conoce en Roma por el latín) es más ingenioso y mediante un plan logrará liberarse y escapar de la isla con el esclavo.
Esta es la sinopsis de la vida del cíclope Polifemo, hijo de Neptuno, amoral, despiadado, que desconoce las leyes de la hospitalidad y se burla de hombres y dioses, junto a las penurias de Sileno, antiguo servidor de Dionisio, mitad cabra y mitad hombre, viejo astuto, cobarde y vicioso, mezclado con las astucia y valentía del héroe de Troya sobre el relato que desde tiempo ancestrales nos llega de la mano de Eurípides, en formato de comedia o farsa.
Pero esta anécdota, así sencilla y que es más mitológica que histórica recibe una «vuelta de tuerca» en la imaginación de César Brie, de quien comenté su obra «Solo los giles mueren de amor» donde hace un viaje por la vida de un suicida y lo confronta con su espíritu como único testigo de su velorio.
En esta caso, Brie viste al Cíclope de uniforme para que se comporte como un dictador de un país latinoamericano – pero no seamos regionalistas y ampliemos nuestra óptica a cualquier nación – que gobierna con una sola y férrea mirada, mientras Sileno es la personificación del pueblo oprimido, el que tiene miedo de protestar, dejándose humillar y violar – literalmente – por los gobernantes que no tienen reparo en hacer sentir su poder, porque para eso están al mando.
El grupo «La Vida es una Barca» tomó la obra de Brie y ganó su oportunidad para presentarla en el Jujuy Escénica 2015, y, luego de varios recorridos, llegó al Teatro Estación Perico para que el público, conformado por muchos jóvenes estudiantes, pudieran apreciar un texto que en apariencia no tiene nada que decirnos en la actualidad, por tratarse de un mito de un monstruo de un solo ojo.
Cualquiera autoridad de pensamiento cuadrado no entendería el verdadero trasfondo de la obra: la crítica feroz y actual a nuestra sociedad con sus dictaduras o falsas democracias.
Juan Villegas representa a Sileno, al pueblo, al que quiere vivir sin miedo, pero no sabe qué hacer o cómo dirigir su descontento ante la autoridad y por eso prefiere seguirle el juego, reírle sus gracias, cantar para distraer a las autoridades y – sí – mostrarse como cobardes, en espera de aquel refrán que cita: «a cada cochino le llega su sábado».
Hilario Alurralde se eleva de las tablas en sus zancos para representar al Cíclope, el villano de la historia, torturador vestido de militar, bebedor, sodomizador y devorador de hombres. Su actuación – pese a los zancos y la pesada máscara – muestra lo terrible que puede ser el poder y la corrupción en manos de un solo hombre, un papel nada fácil de representar en escena, pero del cual el actor sale bien librado.
Jesús Molina es el héroe, el hombre de mar, el soldado luchador que cree en la justicia, en el uso de la inteligencia, pero que sabe que – llegado el momento – la fuerza es necesaria y debe ser utilizada sin pestañar.
Los tres actores se mueven con fluidez en el espacio que el director – Juan Villegas – ha demarcado. No hay escenografía en que apoyarse, salvo unos elementos de utilería, como una oveja tipo «carrito, y los mismos telones del teatro, por lo que los intérpretes deben hacer gala de sus dotes histriónicas y corporales para mantener al público con la mirada fija en el escenario.
Con textos totalmente recitados y musica en vivo, como viejos trovadores, lo que le da una sonoridad especial a la interpretación de los actores, sentí como espectador que me estaban contando algo de la historia de la Guerra de las Malvinas – eso que no soy historiador – porque entre Ulises/Odiseo vestido de marino, el cíclope a la usanza militar y el esclavo con rasgos de colla mi imaginación inmediatamente se ubicó en esa parte de la historia de Argentina.
Se habla del arrojo y valentía de los marinos que fueron a una guerra sin sentido y de la que pocos volvieron para ahora estar en manos de un ciclope que solo mira lo que quiere y – encima – se come a los prisioneros sin importarle sus hazañas y logros. Si eso no es un texto de historia moderna, desconozco qué pueda serlo.
La presencia de los jóvenes de escuelas de Perico es significativo ya que para algunos – como Carolina Madrid Mori, quien escribió una carta contra la función del grupo «La Tropilla» en Rosario – este espectáculo pudiera ser no apto para menores de 18 años, por la violencia física que se ve en escena, junto a palabras altisonantes o acciones de sodomía del Cíclope hacia su esclavo, quien termina gustándole esta violación, al tiempo que se fuma un cigarrillo y asume su postura gay.
Nadie se burló, nadie se dedicó a reírse por el lenguaje o por las acciones. Tampoco hubo señoras mayores ofendidas que se salieran de la sala, tal vez en esta zona los niños pueden entender mejor algunas situaciones y no deben ser protegidos de la realidad, como hacen algunos canales de televisión que advierten que los espaciaos de noticias no deben ser presenciados por menores ni por adolescentes – por la crudeza de la realidad – pero han estado bombardeados de una larga tanda de programas «infantiles» para ellos, como Los Simpsons o Ren y Stimpy, que no importa que sean groseros y escatológicos porque al fin y al cabo son dibujos animados que son más sanos para sus mentes en formación.
En épocas de sensibilidad política – cuando al poder no le gustan las críticas – representaciones como esta de la «La Vida es una Barca» son mecanismos para que el teatro cumpla su principal función: Ser un mecanismo de transformación, porque hace pensar permitiendo a quienes están sentados cómodamente hacer asociaciones y – posiblemente – entender que el poder de unos pocos solo se mantiene por el silencio de muchos, o esa es mi Visión Particular.
Francisco Lizarazo
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