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El Plan de Dios está en cada uno de nosotros

A propósito de «Soy yo»

Tanto si piensas que puedes, como si piensas que no puedes, estás en lo cierto.

Henry Ford

1863-1947. Industrial estadounidense.


Tradicionalmente hemos creído que la pasión muerte y resurrección de Jesucristo había obedecido a un plan maestro de Dios. En la película Jesucristo Superstar, dirigida por Norman Jewison en 1973, se plantea que todos fueron personajes interpretando un papel para consumar una idea, en este caso «el plan» de Dios para lavar los pecados del hombre mediante la crucifixión de su Hijo.


Pero ¿qué pasaría si en realidad este plan era solamente uno entre las muchas opciones que tenía Jesús para llevar a cabo la idea del Padre? ¿pensaríamos que somos herejes?, posiblemente Sí, tomando en cuenta lo que a lo largo de la historia le ha sucedido a quienes han pensado distinto a la Iglesia Católica y, en general, a lo que piensan las distintas religiones.

Por ello, menos mal que estamos en tiempos más «modernos» donde no se persigue a las personas por sus ideas contrarias a lo establecido – aquí no sé si reírme o llorar – y es posible escuchar, leer y ver propuestas como la de Walter Aguilar Ruiz.

Dentro de la programación de 3er Encuentro de Lectura en Voz Alta, que se realiza en el Centro Cultural El Foco hasta el 30 de septiembre, Aguilar Ruiz presentó la lectura dramatizada de la obra de teatro «Soy yo».


En su condición de dramaturgo, director y actor, el autor nos presenta en dos actos una pieza que sigue los pasos de Jesús, María Magdalena, Judas y Baal durante los momentos anteriores a la última cena y cuando sucede la oración en el huerto de Getsemaní.

En el primer acto, apto para personas con mente abierta y crítica, aunque también los fundamentalistas religiosos eran bien recibidos, vemos a Jesús (Guillermo Uribe Valdez) convenciendo a María Magdalena (Katia de la Vega) de la necesidad de seguir el «Plan» de Dios, a pesar del amor que como hombre y mujer se tienen ambos. Sí, Jesús era hombre y amaba a la pecadora, al igual que

ella a él, tanto es así que María Magdalena le confiesa al Hijo de Dios que está embarazada, lo que no «estaba» en los planes de ninguno de ellos ni en los de ¿Dios?, arrojando los primeros indicios de duda en Jesús sobre los pasos a seguir, pensando que tal vez todo se resuelva como en casos anteriores donde hubo la intervención Divina, evitando muertes y tragedias.

Pero a pesar de esta noticia inesperada, aunque Jesús está ilusionado y preocupado por el futuro de su descendencia y de la mujer que ama, recibe a Judas (Walter Aguilar Ruiz) para continuar los preparativos de lo que será la «traición» del apóstol, todo como parte de los papeles que deben representar dentro del «Plan» de Dios, aunque Judas sigue sin estar convencido de la necesidad de la muerte de su Maestro, pero como fiel seguidor sabe que debe cumplir su papel, porque Jesús le ha demostrado que este es el camino a seguir.


A la salida de Judas del encuentro con Jesús aparece una nueva visita: Baal (Armando Solares), que nos recuerda a la serpiente en la película «El Principito», por la elegancia al vestir y los movimientos que tiene al hablar con Jesús. Claro, la similitud de los dos personajes tiene un añadido, ambos representan el lado oscuro, el mal o el Diablo que viene a tentar al protagonista. Sin embargo, Baal no busca tanto tentar a Jesús para evitar que cometa los designios de Dios, sino que su plática es más de una conciencia sobre si es necesaria – o no – esa acción que desencadenará hechos que todavía recordamos y sobre los que se levantó una religión, lo que al parecer, no era el fin último perseguido por el Hijo de Dios.


Aquí concluye el primer acto de esta pieza, para pasar las acciones al huerto de Getsemaní, donde toda la seguridad y creencia que tenía Jesús en el plan divino del Padre choca con sus miedos, inseguridades propios de los seres humanos y luego de pedirle a Dios una respuesta, esta llega en la forma de sus seres más cercanos: María Magdalena, Judas y del propio Baal, porque – de acuerdo al dramaturgo – todos tenemos en nuestro interior un lado femenino, un lado que puede ser traicionero o seguidor de las ideas, de acuerdo a como lo veamos, y un lado oscuro o de conciencia, también depende de cómo lo veamos.

La historia que nos han contado es que Jesús fue traicionado y él aceptó todo porque confiaba en el Padre, pero y ¿si Dios no quería que se siguiera su Plan, porque para eso tenemos el libre albedrío? y ¿si lo que Dios buscaba era que Jesús decidiera por sí mismo lo que debía hacer? Dios es omnipresente porque conoce todas las opciones y alternativas que surgen de nuestras acciones, pero eso no quiere decir que sea un «titiritero» que maneja a sus hijos a su antojo.


¿Tomó Jesús el camino más fácil de seguir? ¿Cumplió la voluntad de Dios, sin pensar qué era realmente lo que él como hijo y hombre quería? ¿Serían el catolicismo y sus religiones derivadas lo que son en la actualidad sin ese acto de crucifixión?

Esas son las reflexiones que nos plantea esta obra, que dramatizada en escena es mucho más rica en entendimiento que si uno la lee en la soledad de su hogar, porque le da cara y voz a estos personajes históricos y nos ofrece unas sorpresas a las que no estamos acostumbrados, que pueden parecernos fuera de lugar – y hasta herejes – si somos de mentes estrechas o pueden abrirnos un mundo de posibilidades si creemos en que la mente es como el paracaídas: solamente funciona si se abre.


Pero no crean que el texto escenificado es un culto a la herejía o producto de una mente antirreligiosa, porque todo se basa en los evangelios apócrifos, en la biodescodificación y en otros escritos, según comentó el dramaturgo al final de la lectura dramatizada.

Leer, ir al teatro, conversar y pensar, son ejercicios que nos permiten tener distintas versiones de lo que nos sucede como seres humanos, o simplemente, es mi Visión Particular.

Francisco Lizarazo

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