El 2016 parece ser un año de mucha actividad de capacitación en materia de arte escénico en Jujuy, diversos talleres, encuentros de docentes y seminarios se vienen realizando en la provincia, y en el marco del Plan de Formación en Dramaturgia, que organizó el Instituto Nacional del Teatro delegación Jujuy, que dirige Jimena Sivila Soza, se dictó el Seminario de Escritura Teatral a cargo del tucumano Carlos Correa.
Aunque se llama igual al periodista venezolano, compañero de promoción, las actividades de ambos distan mucho entre sí y mientras el comunicador social defiende los derechos de los periodistas a través de la organización no gubernamental Espacio Público, el tucumano defiende el teatro como concepción y modo de vida.
Como todo lo que tiene que ver con la escena es de mi interés, conocer a este Carlos Correa y lo que venía a proponer a los actores, dramaturgos y productores de Jujuy, también era parte de esos temas que me gusta reseñar.
Sobre Carlos Correa, el de Tucumán, puedo decir que es autor y director de teatro. Ha recibido los siguientes premios a su producción dramatúrgica: “Las quietudes” 1° Premio Concurso Nacional de Teatro INT. “Garabatos” 1° Premio Bernardo Canal Feijoo, para textos teatrales. “Intro” 2° Premio Bernardo Canal Feijoo, para textos teatrales “Las calles laterales” Mención del jurado Nexo 2004.“La duda” Mención del jurado Concurso de Dramaturgos del NOA 2001. Estudió en el Teatro Estudio El cuervo, bajo la dirección de Pompeyo Audivert. Participa del taller de dramaturgia de Patricia Zangaro. Fue alumno de la Carrera de Teatro de la Facultad de Artes UNT y del Taller de Artes Plásticas. Realizó seminarios de perfeccionamiento con Ricardo Bartís, Alejandro Tantanián, Mauricio Kartun, Ricardo Monti, Marcelo Bertuccio, Marco Antonio de la Parra (Chile), Víctor Viviescas (Colombia), Xiomara Moreno (Venezuela), Ana Alvarado (Teatro de objetos), Norberto Laino (Escenografia).
Como docente trabajó en el Hogar de Menores Roca y Centro de Integración Comunitaria La florida. Es creador del proyecto “Debate en las Escuelas”, en el que abordó temas pertinentes a la problemática adolescente a través del teatro. Contando con el auspicio de la Secretaria de Derechos Humanos de la Provincia y el asesoramiento de ARIADNA abordó “las adicciones” (2003), y “la diversidad” (2004). También realizó a través de estos trabajos charlas y puestas en escenas en la Cárcel de Mujeres de la provincia, Cárcel de Villa Urquiza y diferentes internados de menores.
En el 2008, auspiciado por UNICEF, realizó 250 presentaciones teatrales en escuelas de Tucumán, Salta, Jujuy, La Rioja, Santiago y Catamarca.
Por último, estará representando a Tucumán en la Fiesta Nacional del Teatro 2016 con su obra La Lechera, que según me han dicho vendrá también a la Provincia.
Con estos datos, acudí al teatro El Pasillo y aunque el inicio del primer día de trabajo estaba pautado para las 15 horas (o 3 de la tarde) yo llegué antes para tener algún tiempo y poder conversar con el docente o facilitador.
Luego de las presentaciones comenzó el diálogo, a veces interrumpido por un café suministrado por el «chuña» Iriarte, o algún mensaje de los alumnos que estaban llegando, pero entre un momento y otro esto es lo que conversamos.
Carlos piensa sus ideas antes de contestar, toma mate y responde con calma, aunque a veces las ideas van más rápido que las palabras, pero se nota que es un apasionado del teatro y que lo vive con todo su ser.
– ¿Por qué escribir dramaturgia?
CC: «Yo hago teatro porque yo tengo un control sobre eso, que en mi vida no tengo. En general nadie tiene ese control sobre la vida, como se tiene en la ficción. La ficción te permite montar estructuras de intensidad, de realidades mucho más fulgurantes y más intensas que las nuestras y acomodarlas a gusto, construir mundos».
– ¿Así se puede manejar mejor la realidad?
CC: «Claro es otra propuesta de realidad, pero que a diferencia de la otra – la cotidiana – es controlable, es manejable, es asible, uno puede elegir en que momento tener intensidades, estallar, develar la verdad, ocultarla. Bueno, todo eso no puedes hacerlo en la vida real y entonces ese ingrediente de dominio, sobre las fuerzas, sobre las pulsiones es atractivo. Además, todos esos elementos generan discurso, generan un lenguaje y por lo tanto, generan ideología, pensamiento».
– ¿Qué pasa con el mundo controlado por el dramaturgo cuando interviene el Director?
CC: «En general lo que escribo yo mismo lo dirijo, pero también doy a dirigir mis textos. Yo tengo una dramaturgia un tanto compleja, porque no responde a los cánones más tradicionales de conflicto, de estructura dramática, por momentos es más cíclica, entra mucho en juego el ritual. Pero también tengo algunas escrituras que son bastante experimentales en su forma y entonces yo trabajo sobre algunos estereotipos, que pueden llegar a ser peligrosos.
-¿Peligrosos en qué sentido?
CC: «Que si te quedas en la superficie de esa escritura lo que puede resultar, como un objeto escénico puede ser muy pobre. Pero son las reglas del juego. Yo trato de ceñir todo lo posible el texto, de acuerdo a mi discurso, de acuerdo al universo lingüístico que yo planteo. Tengo mucho rigor dramático, en el sentido de no tener dilaciones, argumentaciones, mis textos no son diálogos, no son conversaciones, son pujas permanentes entre los distintos personajes y entre ellos mismos, son muy quebrados y tienen muchas dudas y a la vez mucho enmascaramiento».
«En el caso de los directores que montan mis obras yo trato de ceñir todo lo posible el texto, para que ya en sí sea un elemento poético, al cual después el director tiene todo el derecho de hacer lo que quiera, porque es así, porque yo hago lo que se me antoja con textos de otros también, e incluso con los míos tampoco los respeto». «Yo creo que el texto es un elemento más de juego de todos los que van a entrar a componer la obra».
-¿El director es al final el gran creador?
CC: «No, es todo, yo no creo mucho en la definición como de un autor único. El director lo que hace es direccionar todas esas fuerzas, el texto, las intensidades de las actuaciones, hacia algo que dé cuenta de todas esas fuerzas, que no las anule a ninguna. Todos tienen la misma prioridad. Si yo a un actor puedo decirle vamos que te estás tardando, demorando muchísimo en aparecer, al texto le hago exactamente lo mismo. Si siento que algo o me deja avanzar lo corto y tiene prioridad la escena, para mí como director tiene prioridad la escena, sobre todas las cosas, sobre el relato, sobre el texto, sobre las actuaciones mismas. La escena en su autonomía es la que manda, es la que dice si hay que sacar esto, hay que poner esto. Ni siquiera mis ideas tienen prioridad».
Aclara que él no escribe puestas en escena, y eso lo recalca en sus seminarios para dramaturgos, porque un «dramaturgo escribe, plantea su hipótesis, sus textos y lo que no puede tener un dramaturgo es una hipótesis de puesta. Yo no escribo puestas en escena. Yo escribo dramas y el director es el que va a desarrollar. Yo no escribo sobre la escena, además no se recomienda eso tampoco».
Correa dice que los maestros de dramaturgia nunca aconsejan escribir sobre la escena, eso de «se va por el foro», aunque reconoce que muchos dramaturgos, especialmente centroamericanos, tienen la costumbre de escribir las acciones de sus personajes, cuando el valor está, según él, en la palabra.
Recomienda a los dramaturgos que las acotaciones no las pongan a un lado, sino que la incorporen como palabras de los personajes. «En lugar de poner, por ejemplo, Augusto se queda callado, se lo pongo al personaje. Entonces, el otro personaje le dirá: Por qué te quedas callado Augusto».
– ¿El dramaturgo nace o se hace?
CC: «Se hace, porque hay una técnica, después yo creo que uno es el poeta que es y nada más, uno puede ser mejor o peor poeta, pero no puede ser otro poeta. Uno tiene que tratar de encontrar su propia modalidad, su propia escritura, su sello, su marca».
– Y… ¿cómo se logra eso?
CC: «Con mucha humildad. En primer lugar aceptando esta idea de que uno es el poeta que es y que es ese…yo trato de escuchar mucho universo que planto y no dejarlo infectar por elementos demagógicos hacia los ojos o los oídos de los demás. No escribo chistes, nunca me tiento a escribir un chiste. Mis personajes nunca dicen algo para que el espectador se ría. Si lo dicen es para que el otro se modifique, después que el espectador se ría eso es otra cosa».
– ¿Hay una fórmula o receta para escribir teatro?
CC: «Hay una técnica, no una modalidad, pero sí una técnica. La modalidad pudiera ser que a veces nace de una imagen, pero a veces no, porque a veces nace de una frase, en general es tirar algo. Yo soy más Kandinsky en ese sentido, tiro la mancha y después empiezo como a darle vuelta al tema, a la forma, pero lo primero que aparece es una mancha».
Como ejemplo citó el caso de su obra La Lechera, con la que representa a Tucumán, que es – a su juicio – una obra más frontal, con un planteamiento más carnicero en el enfrentamiento verbal, lo que para él es como un «litigio» entre los personajes, donde tratan de herirse. Dijo que tenía la idea de «trabajar con dos amigos y entonces dije voy a escribir algo para ellos dos. Eran dos personajes, me gusta el tema del campo, tenía una imagen, y por lo menos mi campo se me plantea como una desolación, un sol, un arbolito seco, un par de lonas y yo no necesito mucho más que otro y entonces acudo a la técnica y yo sé que si es uno y uno tengo más posibilidades de generar tensión dramática que si es uno, más uno y luego hay 6 más dando vueltas, que dispersan, que no me dejan concentrar».
Y como el tiempo pasa cuando estamos divirtiéndonos y pasando un buen momento, el tiempo voló… Nos hicieron señas para finalizar la entrevista. Era hora de que los alumnos comenzaran su aprendizaje.
Días intensos
Conociendo algo del pensamiento dramatúrgico de Carlos Correa, antes de dar inicio al seminario le pregunté qué buscaba dejar en los participantes a lo que me respondió que la intención era que al final todos hayan escrito una escena de un profundo rigor dramático y por fuera de las convenciones del realismo, algo que se dice fácil, pero la realidad siempre está en nosotros y dejarla no es tarea sencilla.
Sin embargo, para lograr esto, el extenso programa de los tres días incluía aspectos como la tesis – antítesis – síntesis, todo dentro de la dialéctica de la situación dramática, pasando por imágenes cotidianas, imágenes poéticas, la indagación sensorial – procedimiento poético (conciencia de la palabra) = palabra. (Mundo poético), la construcción del mundo poético y del universo lingüístico, para generar textos que luego serían procesos revisados y supervisados.
El primer día del seminario se registraron más de 20 participantes y – al final – concluyeron casi todos, salvo algunos pocos que se quedaron en el camino. Así que el objetivo parece que se cumplió. Ahora los dramaturgos jujeños tienen mayores herramientas para organizarse a la hora de escribir sus ideas y presentar sus planteamientos ideológicos, lo que al final se traducirá en mejores textos para que los grupos tengan materiales para presentar al jurado final que no es otro que el público.
Todo lo que se haga en la Provincia para enriquecer el arte escénico debe ser bienvenido y apoyado, por lo que mejorar la dramaturgia local es un gran acontecimiento, no en balde Enrique Jardiel Poncela decía que «escribir teatro es el trabajo más difícil que más fácil parece», o esa es mi Visión Particular.
Francisco Lizarazo
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