El hombre solo debería decir 140 palabras, lo demás debería ser música
Alejo Felipe en «Música Nocturna» de Jacobo Penzo
A veces decimos más con la gestual, con nuestros movimientos que con las palabras y eso lo saben bien los artistas que se dedican al mundo de la mímica, los llamados mimos, aquellos dedicados al arte de la imitación.
Ser mimo y transmitir solo con el cuerpo no es nada fácil, ya que la sonoridad de las palabras son más fáciles de entender – bueno, casi siempre – que los movimientos del cuerpo, lo que llamaríamos la Pantomima, que por definición «es la representación que se realiza mediante gestos y figuras, sin la intervención de palabras. El término proviene de un vocablo griego que significa “que todo imita”.
Miguel Chauqui es un mimo jujeño que ha hecho de la pantomima parte de sus habilidades y es normal ver en sus espectáculos mucho de este arte, combinado con otras técnicas como estatua viviente o el cómico de nariz roja y zapatos anchos, y aunque algunas de sus obras teatrales tienen texto, con la pieza «De Pocas Palabras» busca conmover y atraer al espectador, únicamente usando su cuerpo y su figura.
Con un público escaso, pero con ganas de verlo en escena y entrar en el juego que plantea en su obra, el también conocido como mimo Coya se presentó en la sala Galán del teatro Mitre, que parece tener siempre un lugar para sus él y sus obras, ofreciendo una serie de cuadros con el arte de la pantomima como el protagonista.
Ya fuera como un trabajador que se queda dormido y debe apresurarse para vestirse e ir al trabajo – poniéndose el traje que no era – o como artista que simula estar en la calle buscando una monedas para llevar a la casa y alimentar a la gran cantidad de hijos que tiene, el espectáculo divierte a los chicos, en su mayoría, por las ocurrencias y grandes gestos del mimo.
Lamentablemente, los cuadros presentados parecen no tener una secuencia y al igual que lo vemos como músico callejo que quiere dinero, lo vemos en un bar gastando o bailado con damas» ligeras o como protagonista de en un gimnasio o entrando en un globo imaginario, como lo hacen algunos magos de Las vegas, o como un mimo que está encerrado en una caja y hace los tradicionales movimientos de trasladarse por las paredes, junto a un acto de interconexión con el público jugando con su corazón como si fuera un globo inflado. Sin embargo, tantos gestos y cuadros hacen que se pierda el hilo narrativo de lo que comenzó siendo una historia de vida en el día de un trabajador. Aquí le habría ayudado tener una mirada externa, alguien que lo dirigiera y le mostrara un punto crítico sobre su espectáculo.
Lo que sí uno no puede dejar de destacar en Chauqui es que es un laburante comprometido, siempre tiene algún nuevo acto que ofrecer y – por eso – es bueno ver cada una de sus intervenciones, más en este caso donde se cambia de vestuario más que ningún otro actor que haya visto en escena.
Decía Marcel Marceau – creador del personaje «Bip» – que «el mimo es el arte de la actitud, en eso se parece a la escultura, ambas revelan al hombre en su actitud», por ello, el mimo Coya tiene actitud en sus actuaciones y eso es un trabajo para elogiar, sea que nos guste o no lo que vemos en escena, o esa es mi Visión particular, en pocas palabras.
Francisco Lizarazo
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