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Enfrentando el reto del periodismo web

Ya sea que uno sea un periodista con especialización en audiovisual, prensa escrita o gráfica, o en institucional, no

se puede dejar de estar de acuerdo con la afirmación de Rosental Alves sobre la necesidad de que el periodista debe basar su profesión en «principios éticos y profesionales, que tenga una noción clara de la deontología del periodismo y  que tenga familiaridad y dominio de las nuevas tecnologías más básicas».

Quienes hemos egresado hace algún tiempo de las universidades entendemos que los cambios en cuanto a las tecnologías no son siempre una materia de uso frecuente en las asignaciones de nuestras instituciones, y – ahí – radicaría la necesidad de mantenernos actualizados en las «herramientas digitales para que pueda comunicarse. “El periodista debe dominar lo más básico de la tecnología. El periodista debe vencer el miedo y dominar lo básico de la tecnología», como menciona Alves.

Pero más de uno puede preguntarse, si es que lo hacen, ¿es necesario y fundamental aprender en periodismo el manejo de las nuevas tecnología? La respuesta es un rotundo SÍ y nuevamente recurriendo a Alves debemos tomar el ejemplo de Google, Facebook,  Apple, empresas que – comercialmente – valen «más que los medos tradicionales. Estoy hablando del valor en el mercado bursátil americano. Si esas empresas están venciendo debemos mirarlas y aprender. Los medios tienen mucho que aprender de Facebook y Google. El emprendimiento de las startups es una cultura y nos va a servir para la innovación».


Cierto que no todo es dinero, pero si empresas que en principio son plataformas de tecnología están recibiendo recursos en la bolsa de valores es que algo está pasando y eso puede estar en sus seguidores, sus lectores. No en balde existe una crisis en los grandes medios tradicionales que están viendo mermada su influencia en los lectores, que daca día se hacen mayores y con menos poder adquisitivo, mientras que los jóvenes leen más en internet.

Si queremos ganar lectores y seguidores tenemos que conocer a nuestra audiencia, principio básico de la comunicación y si los jóvenes se están alejando de los medios tradicionales como radio, televisión y prensa escrita  por el colaboracionismo en las redes sociales y la utilización de otras tecnologías a la hora de estar informados, entonces – como la montaña – los periodistas debemos acercarnos a los jóvenes mediante las nuevas plataformas digitales.

Antes de sentarnos frente al teclado de la computadora para escribir y que nuestros textos,  videos, o audios inunden las redes sociales y la web, habría que pensar qué ha cambiado y cómo, para analizar lo que debemos hacer para entrar en esta nueva manera de comunicarnos.

Utilizando el libro «Las leyes de los medios. La Nueva Ciencia» de Marshall McLuhan y de su hijo Eric, cada vez

que oigo el nombre de  McLuhan padre recuerdo mis tiempos universitarios y profesores no tan agradables que veían a este autor como la referencia obligatoria y filtro para evitar que más de uno superara la materia de teoría de la comunicación.

En este libro, los autores mencionan «cuatro leyes empíricas, un medio practico para percibir la acción y los efectos de las tecnologías». Las leyes se preguntan: ¿Que Extiende? ¿Qué vuelve Obsoleto?  ¿Qué Recupera? y ¿En qué Revierte?

Puestas así, más que leyes parecieran preguntas típicas que un periodista debería hacerse, así que tratemos de usarlas para contestar nuestra hipótesis sobre que debemos ¿qué hacer para comunicarnos mejor a través de los medios digitales?

Sobre la ley de la Extensión, entendiendo por esto – según los autores – extensiones del hombre, como por ejemplo «la perspectiva en el dibujo, la pintura, y la fotografía intensifica el punto de vista singular. La fotocopiadora posibilita la reproducción de textos a gran velocidad. La heladera aumenta la disponibilidad de alimentos». Aquí pudiéramos – y perdón si me equivoco – indicar que la extensión del periodista al usar la web es que tenemos mayores recursos para contar una historia, podemos contar con colaboradores que hagan innecesario que nos traslademos hasta un lugar distante por un detalle que debe ir en nuestra historia. Es decir, podemos estar en muchas partes a la vez, eso no quiere decir que debamos hacerlo, o que de hacerlo no estemos obligados a la rigurosidad periodística de cotejar todos los datos con varias fuentes.


La segunda ley es la Obsolescencia, referida a que «cuando un medio extiende una facultad física o psíquica partes del entorno de lo extendido se vuelven obsoletas. Dado que hay un equilibrio en la sensibilidad, cuando un área de la experiencia se intensifica o eleva otra queda disminuida o embotada», como ejemplos se cita que  «la heladera volvió obsoleto el trabajo del hielero. El automóvil reemplazó al caballo, y cambio los usos de los establos, herreros, talabarteros, fabricantes de monturas. También el automóvil vuelve obsoleto al pie, no en forma definitiva pero sí mientras se conduce, a tal punto que el pie queda solo disponible para las funciones que le demanda el auto -frenar, acelerar- al punto de perder, también temporalmente, su función sustancial, la de permitirnos caminar». Con respecto al periodista se dice – erradamente o con algún grado de veracidad – que las redes sociales sustituyen al comunicador social, y encierran a todos en eso llamado «periodismo ciudadano» porque cualquiera tiene acceso a unja computadora y una red social para subir informaciones.

La tercera ley es la Recuperación que se explica «a partir de cada nueva tecnología que se incorpora en la sociedad, que extiende nuestros sentidos, anteriores estructuras y entornos o antiguas formas de acción, organización social y pensamiento reviven, se recuperan». Como ejemplos están «el feminismo recupera la identidad colectiva de la sociedad matriarcal. La perspectiva en la pintura recupera la especialización en la alta definición. La pipa recupera el viaje interno contemplativo (Kant!). En nuestro caso habría que decir que la extensión de la web recupera el hábito de la escritura y de la lectura, tan perdidos en otros tiempos. No entro en juicios de valor sobre cómo escribimos y cómo leemos, porque eso sería tema de otro análisis.

La cuarta y última ley es la Reversión que menciona que «cando una tecnología se lleva al límite, cuando los medios de sobreextienden, en palabras de McLuhan “cuando son sobrecalentados”, pueden emerger características opuestas a las originales o generar una función opuesta a la pretendida. Cada forma, llevada al límite de su potencial, invierte sus características». Como ejemplo, se mencionan los casos de «demasiados autos congestionan las autopistas, y la velocidad y seguridad que aportaban originalmente, superadoras a las del caballo se ven revertidas. Para nuestro caso el ejemplo es que en la actualidad hay una «sobrecarga» de espacios digitales (redes sociales, páginas web, blog, audiopost, etc) llegando a saturar nuestra capacidad de estar informados y eso hace que nos volvamos seres específicos, es decir que solamente buscamos aquello que nos interesa y desechamos lo que no nos atrae.

Dice un viejo adagio que para enfrentar al enemigo, utilizando el peor de los escenarios, uno debe conocerlo por

dentro y si en realidad queremos entender el fenómeno web y las redes sociales habría que tomarse un tiempo para conocer eso que ya comúnmente llamamos web, que aunque suene a red, es algo más complejo.

Lo primero es que la web, como todo organismo, ha evolucionado y desde los inicios de la red, conocida como web.1, o web.2 porque si uno lee el trabajo “La web 1.0, la web unidireccional – Compartir conocimiento y trabajo colaborativo” se da cuenta que no existen criterios – según los autores de este trabajo – sobre las dos web, aunque – pero para no entrar en discusiones filosóficas, lo principal es saber que se denomina web 1.0 a aquella que tenía  Contenido estático, lo que se traduce en «los sitios web contienen información que puede resultar útil, pero la frecuencia de cambios en los contenidos era muy escasa e incluso nula. Debido a ello, normalmente no había razón para que un visitante volviese con posterioridad. Un ejemplo podría ser una página web personal que proporciona información acerca del propietario del sitio, pero su contenido nunca cambia. La versión Web 2.0, podría ser un blog o el perfil de una cuenta en una red social que los propietarios pueden actualizar frecuentemente».

Escasez o ausencia de interactividad, relacionado con  los  visitantes que «solamente podían navegar por ellos, sin poder expresar una opinión sobre los contenidos publicados o sin poder contribuir a la construcción o contenido de los mismos. Las vías de contacto con el propietario del sitio Web, se reducían a la posibilidad de envío de correos electrónicos a las direcciones de contacto publicadas en los sitios Web, o mediante formularios de contacto incluidos en algunos sitios Web para recoger ciertos datos de interés dependientes de la naturaleza del sitio. En la filosofía web 2.0, una wiki por ejemplo permite que todo el mundo acceda al sitio web y contribuya a mejorarlo».


Aplicaciones web propietarias porque las «compañías desarrollaban aplicaciones software que los usuarios podían descargar e instalar, pero no podían ver cómo funcionaba la aplicación internamente o cambiarla. Un ejemplo era Netscape Navigator, que era un navegador Web propietario de la era Web 1.0. Las aplicaciones Web 2.0, están basadas por regla general en software de fuentes abiertas (Open Source) donde los usuarios pueden tener acceso libre al código fuente de la aplicación, lo que implica que pueden acceder a su funcionamiento interno, así como realizar modificaciones y contribuir a mejorar las sucesivas versiones. El navegador web Mozilla Firefox es un claro representante de la filosofía Web 2.0».

En cuanto al tema de los modelos de negocio la «Web 1.0, era una web unidireccional que funcionaba a modo de directorio. Así pues y ante la explosión y proliferación de páginas y sitios web con información de todo tipo, surgieron los motores de búsqueda para tratar de organizar la información existente en la Web. Los motores de búsqueda (o comúnmente llamados buscadores), eran sitios web que presentaban una interfaz de usuario para la búsqueda de términos o palabras, y devolvían como resultado (mediante un software de exploración automática conocido como araña web o «web crawler») las páginas y sitios web que contenían dichos términos relacionados, por lo que rápidamente se convirtieron en sitios de referencia y punto de partida en la navegación Web, con el fin de filtrar la información de interés entre el cada vez más creciente volumen de páginas web existente».

En esta primera web, los medios tradicionales podían seguir teniendo el control de las informaciones, no existía la posibilidad de que el lector fuera parte o dejara comentarios para rechazar o aportar elementos que mejoraran el escrito.

La situación cambia con el desarrollo de la web 2.0, donde, como menciona Luis Belisario Marrero, en su trabajo

«Viviendo en un mundo de prosumidores» “los lectores de las páginas digitales dejan de ser meros espectadores y se transforman en «parte activa en la creación de contenidos informáticos, siendo así productores y consumidores a la vez, es decir, surge ahora en el ecosistema tecnosocial el nuevo rol de los prosumidores, los cuales no se limitan al simple consumo de productos sino que utilizando las nuevas herramientas que están a su alcance participan en su elaboración».

La relación entre los medios y los receptores de los mensajes han cambiado. Ya no es el emisor el que emite un mensaje que llega al receptor. Ahora los consumidores finales «buscan hacerse escuchar e intervenir en el producto que finalmente consumen; se origina entonces en la red social una paradoja acerca del individualismo, ya que al mismo tiempo que se incentivan las ideas de las personas como una unidad, estas se desenvuelven gracias a la conectividad que les proporcionan las redes sociales en las que participan, surgiendo lo que se conoce como el “individualismo en red”, donde lo relevante no es la persona como un átomo aislado, sino como un miembro de la sociedad que conforma. Las personas buscarán a quienes posean gustos semejantes a los suyos en la red, es decir, aquellos que compartan sus mismas ideas, en diversos ámbitos, como la música, la lectura o cualquier otra preferencia, creándose así sub-redes o clusters que se modifican con rapidez en la medida que son conscientes de las relaciones que establecen, como indica Marrero.


La principal novedad – y no es poca cosa- que presenta esta nueva web 2.0 es que «ya no sólo los webmaster o geeks  sean los únicos con las capacidades de editar contenidos en red, sino que cualquier persona con acceso a internet puede hacerlo, ya que no son necesarios conocimientos tan avanzados en informática ni en marketing para crear un contenido digital propio». Este hecho – al que ya se hizo mención antes – hace que cualquiera pueda tener un medio de comunicación y se transforme en… ¿periodista?

Quienes han nacido con el mundo digital desarrollado tienen a aprender o a informarse  de forma ágil e inmediata, se sienten atraídos por multitareas y procesos paralelos. Entre sus preferencias están los gráficos sobre los textos. Se inclinan por los accesos al azar (desde hipertextos). Funcionan mejor y rinden más cuando trabajan en Red. Tienen la conciencia de que van progresando, lo cual les reporta satisfacción y recompensa inmediatas. Ellos optan por  instruirse de forma lúdica antes que embarcarse en el rigor del trabajo tradicional. Estas características de los nativos Digitales las ofrece Marc Prensky en su libro sobre “Nativos e Inmigrantes Digitales”, donde la contraparte serían todos aquellos – incluidos periodistas y docentes – que han debido aprender sobre lo digital.

Los inmigrantes, como los llama el autor, tienen como características  valorar poco – aparentemente – «las

habilidades que los Nativos Digitales han adquirido y perfeccionado año tras año a través de interacción y práctica, y optan por moverse dentro de lo que les es conocido en virtud de su forma de aprender -que es también la forma en que los enseñaron a ellos- por lo que se decantan por instruir lenta y seriamente, paso a paso, dentro de un orden. Del mismo modo, rechazan que los estudiantes puedan trabajar y  aprender viendo la televisión o escuchan música, porque a ese precepto restrictivo se habituaron ellos desde siempre.

Con estos antecedentes y la rápida evolución que está teniendo el mundo web habría entonces que ratificar la necesidad de convertirnos en nativos digitales, aunque sea por ensayo y error, creando contenidos que puedan satisfacer las necesidades de nuestros jóvenes lectores. Ello conlleva un acercamiento – por básico que sea – a lenguajes que para los nativos digitales son naturales.


Esto tiene que ver con nuevas formas de contar historias, con la utilización de materiales multimedias, colaboracionismo y – principalmente – tocando temas  que les interesen a ellos y en ese sentido, twitter, Instagram o facebook son fuentes de temáticas que pueden atraerlos y atraernos a escribir, porque – nos guste o no – quienes comunicamos debemos pensar en las necesidades de nuestros públicos destinatarios, más que en nuestros propios gustos, sin que por ello tengamos que dedicarnos a tratar temas superfluos o banales. Lo que sí debemos hacer es hacer atractivo el tema que tratamos, haciendo que nuestro púbico lo sienta cercano y se pueda involucrar. En esa medida estaremos apropiándonos de un universo que cada día pierden los medios tradicionales, o esa es mi Visión Particular sobre el periodismo que viene y que está llegando, como dice aquel aviso sobre el advenimiento de Jesucristo: ¡Y viene arrecho!

Francisco Lizarazo

PD: Las fotos son de Internet

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