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“Estoy en vuestras manos; haced conmigo lo que os plazca”

La memoria estalla hasta vencer

a los pueblos que la aplastan

y que no la dejan ser

libre como el viento.

La Memoria

Leon Giecco

En 1981, casi 350 años después del juicio de Galileo Galilei, el Vaticano desclasificó los archivos del caso y en un papel se encontró algo escrito por Galilei. Era un papel donde se leía: “estoy en vuestras manos; haced conmigo lo que os plazca”.

Galileo rechazó ante los jueces de su época el modelo heliocéntrico, pero según afirman algunos, al retirarse de la sala dijo, entre dientes: ¡Y sin embargo, se mueve! (Eppur si muove).


A veces debemos rechazar algo en lo que creemos para así sobrevivir y poder emprender con más fuerzas la lucha por nuestros ideales. Sin embargo, no todos lo creen así y son muchos los que prefieren morir a traicionar sus convicciones.

Argentina cumple 40 años de la última dictadura, en la que muchos fueron los desaparecidos y torturados por no pensar igual que sus represores. Muchos no volvieron a sus hogares, prefirieron la muerte a la traición, o tal vez no tuvieron la posibilidad de retractarse. Lo cierto es que no ya están con nosotros, ni en cuerpo ni en alma porque nunca aparecieron y no se supo cuál fue su final.


Sin embargo, muchos quedaron y siempre estarán los que presentan su memoria para no olvidar mientras buscan la verdad de lo que sucedió en aquellos años oscuros de la patria Argentina, que es una historia que se repite en muchas otras naciones, en guerra, en dictadura y también en democracia.


El teatro tiene el poder de convocar, de ser una «piedrita en el zapato» y de mantener fresco el recuerdo de nuestro pasado, aunque para ello debe recurrir a la historia, a esa que cada vez parece que repetimos


Como artista que es, Patricia Lubel recurre a «Soy Antígona», de Sófocles,  para hacer un símil con la situación vivida en Argentina durante el tiempo de la última dictadura (1976 – 1983) y la obra que escribió el autor griego, que se estrenó en el 442 a. C.


Aprovechando el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, la puesta en escena de Yo Soy Antígona, con adaptación y dirección de Fernando Balderacchi, se presentó en el anfiteatro de la Plaza de los Inmigrantes, en San Salvador de Jujuy, donde la actriz asume en un unipersonal los papeles más importantes de esta tragedia griega.


La historia de este relato nos lleva a Tebas donde Antígona, hija de Edipo, intenta honrar el cadáver de Polinices – su hermano muerto – a pesar de la prohibición existente por parte de Creonte, actual rey de Tebas, quien impuso esta medida como «castigo» por la traición cometida por el difunto a su patria.


«Antígona» es una princesa con una hermana menor y dos hermanos varones, que se matan entre sí, por lo que Creonte queda como rey de Tebas  y es él quien decide que uno de los muertos será enterrado con honores, mientras que el otro, en este caso Polinices, es acusado de traidor, situación que Antígona considera injusta porque entienden que todos merecen ser enterrados.

Ella, pese a la prohibición de Creonte, decide seguir con su plan lo que genera que sea apresada y llevada ante el Rey para que explique su conducta al desobedecer la ley.


Orgullosa ante el acto de rebeldía y en honor a su hermano, Antígona es condenada a muerte y, como siglos después lo hiciera Galileo Galilei, acepta que hagan con ella lo que Creonte y su reinado les plazca. Ella ya fijó su posición.

Ismene, hermana de Antígona, es llamada a la presencia de Creonte, a pesar de que no ha desobedecido la ley, desea compartir el destino con su hermana y se confiesa también culpable. Sin embargo, Antígona, resentida contra ella porque ha preferido respetar la ley promulgada por el rey, se niega a que ella muera. Finalmente,  sólo Antígona es la condenada a muerte.


Al final,  Antígona es encerrada viva en una tumba excavada en roca, pero su muerte viene de su propia mano ya que se ahorca, pero sin haber bajado la cabeza ni haberse doblegado ante el poder, segura de sí y de que la historia no olvidará en la memoria lo que sucedió cuando alguien decidió ir por sobre las normas oficiales.

El mensaje que deja esta obra es que las leyes no pueden ser tomadas de manera caprichosa para defender a unos en contra de otros, porque – como lo hace Creonte – se estaría «intentando ser más que los dioses, imponiendo una ley al decir que no podía ser enterrado, y que el que intentara enterrarlo tendría pena de muerte».


Lubel en su condición de actriz nos transmite la angustia de la protagonista al querer hacer lo que es correcto en un mundo donde la palabra del Rey es Ley y nadie se atreve a contradecirlo, porque el miedo a la muerte es muy fuerte y solo unos pocos se atreven a enfrentarse al Poder.

Durante la dictadura militar muchos se enfrentaron a quienes manejaban el Gobierno y terminaron muertos o desaparecidos. Otros que no confrontaban al Poder también fueron asesinados y desparecidos, porque cuando el poder manda no importa si te metes con él o no, tarde o temprano Él se meterá con uno.


En esta adaptación de la tragedia griega de Sófocles, Balderacchi incluye algunas expresiones o giros verbales para que se entienda que mucho de lo que está diciendo Creonte es también lo que hubiera dicho alguno de los miembros de la Junta Militar de aquella Argentina, porque palabras más palabras menos, quien maneja el Poder siempre termina usando el mismo discurso.

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Desde el 2006 Lubel viene conviviendo con  Antígona, que esta vez subió al anfiteatro de la Plaza, dándole a la pieza una atmosfera parecida a la que existía cuando se desarrollaba originalmente la obra. El sonido jugó una mala pasada durante la representación y el micrófono dejaba que las palabras se las llevara el viento sin llegar a los oídos de los presentes, pero – ahí se ve el oficio – la actriz superó estos problemas técnicos, que le pueden pasar a cualquiera, y siguió adelante con su talento.   


El concepto de la puesta en escena es minimalista, solo algunos elementos escenográficos, un telón negro con dos columnas griegas pintadas en blanco, una silla, tierra, velas junto a un maniquí que representa al hermano muerto hacen que esta obra que no se base en los decorados ni la utilería sino en el texto y la actuación de Lubel para que el espectador pueda asociar lo que escucha con su propia vida, su momento histórico y pueda sacar sus conclusiones sobre si es mejor callar ante el poder, enfrentarse de manera directa pese a las consecuencias o si algunas veces vale la pena capitular teniendo en la mente la frase de Galileo Galilei:  ¡Y sin embargo, se mueve!


Antes de la presentación hubo un espacio musical con Cecilia Palacios, en la flauta;  Daniel Quiroga, en la guitarra y Juan Muñoz, percusión, quienes interpretaron algunos temas para crear el clima para que luego los espectadores conocieran a Antígona y su tragedia al no entender «qué es lo que ha pasado en mi patria, para que ojos tan dulces, miren con tanta amargura», porque León Giecco tampoco entiende este mundo moderno con «la bala a Chico Méndez en Brasil, 150.000 guatemaltecos, los mineros que enfrentan al fusil, represión estudiantil en México», o es que esta es solo mi Visión Particular.

Francisco Lizarazo

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