El gran Arlequín, grande por aquello de su papel dentero de la comedia del arte, está enfermo y se rumorea que está próximo a morir, todo por la predicción de una adivina, quien aseguró que el deceso es producto de la vida que ha llevado. Pero Arlequín duerme – aunque su muerte está pautada para la media noche – y como Pierrot es su mejor amigo decide atrasar el reloj para que el tiempo no pase, o por lo menos pase más lento.
Este es el argumento de la obra Ta Morto que se presentó en Jujuy – en el Teatro Mitre – en el marco del Festival Internacional de Teatro Escenas al Norte, que trajo a la provincia obras de distintas localidades de Argentina, así como espectáculos de Brasil y de Serbia, para ofrecer a los espectadores jujeños más del teatro que se hace en otras zonas.
Basado en el principio de la comedia del arte, donde los protagonistas son Arlequín, Pierrot y Colombina, se busca improvisar un divertimento popular para hacer reír al público. Sin embargo en la comedia del arte el teatro se realizaba más que todo en una plaza, donde se repiten rutinas graciosas.
En este caso, el teatro formal le da a la obra un otra estructura más formal, aunque también se recurre a jugar con el público, a pasear entre ellos y a ofrecer risas con las situaciones actuales de la vida política de argentina, incluyendo algunas bromas caracterizando a la ex presidenta Cristina Kirchner, aunque aquí se llama Dottore, que con la manera de mover sus manos, caminar y expresarse hace de Julia Muzio – quien además hace de la adivina y de la misma muerte – una actriz de comedia muy notable, gracias a la manera tan singular de expresar el texto, lleno de estupideces que hacen de este personaje uno de los más atractivos al comenzar la obra.
Esta es una obra que mezcla danza, circo, clown, melodrama, con un ritmo que va in crescendo, con una serie de situaciones desde lo actual, a la muerte, pasando por la solidaridad, la amistad, la decepción, la traición y el perdón.
Aunque Arlequín – interpretado por Jorge Costa – es la figura protagónica en estas historias de la comedia del arte, en este caso es Pierrot (Emiliano Larea), con sus mangas caidas, como lánguidas, su rostro entre infantil y triste – también un poco malvado – se lleva los laureles, por el trabajo físico que demuestra en escena, eso sin desmerecer a Costa, que entre ambos establecen una química que es parte fundamental de la obra.
En las actuaciones hay mucha destreza física, el público se ríe bastante, aplaude las ocurrencias, más cuando se refieren a la política nacional y la mezcla con personajes actuales. Se disfrutan las piruetas, los bailes, los malabarismos y hasta de leyes que impone la muerte y cómo a veces se pueden burlar.
Colombina – Romina Mónaco – es infiel y no le importa, es más, goza con sus acciones y enfrenta a Pierrot quien se siente engañado y luego de esa traición decide volver a adelantar el reloj para que su amigo termine de morir, por eso es que al principio de la obra confiesa su crimen, cuando todos lloran por la desaparición física de Arlequín, que como todo buen comediante en escena, tarda un rato larga en «estirar la pata» para satisfacción de los espectadores.
Destaca en esta propuesta de Buenos Aires – dirigida por Costa y por Roberto Sánchez – no solo las actuaciones, junto al vestuario, sino la música siempre presente en escena con los múltiples instrumentos que interpreta Fernando Pérez, así como la escenografía, que cambia constantemente, gracias a que está compuesta por cubos de múltiples colores que permiten dar el significado que requiera la escena – ya sea un pedestal, una cama o cualquier elemento que se necesite. El vestuario también apoya las situaciones y nos recrea a los personajes conocidos de la comedia del arte.
Las máscaras juegan un papel fundamental pues siempre nos recuerda a los rostros de porcelana de los personajes que tienen una alegría – aunque sea fingida – para deleitar a las personas que tienen estas figuras.
Durante toda la representación el público participa con sus risas y aplausos, lo que evidencia que le gusta lo que ve en escena, permitiendo a los actores calibrar la función y saber cómo está saliendo.
Las acciones de los actores son un torbellino que crece a los largo del montaje, para luego dar paso al juego entre Arlequín y la muerte, que al igual que la relación de Arlequín con Pierrot, estable momentos de contrapunto en los diálogos, provocando risas y más aplausos en la audiencia, que sale con la satisfacción de haber pasado un tiempo entretenido y por ver un teatro bien hecho, con una propuesta distinta, que si bien ideológicamente no busca una reacción en el público, si pretende agradarlo y seguir atrayéndolo a las salas independientes y eso es algo que debemos agradecer, porque al conseguir que más personas asistan al teatro, se les podrá ofrecer mejores espectáculos que ya no solo los hagan reír sino pensar y reflexionar, o esa es mi Visión Particular.
Francisco Lizarazo
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