Vivir solo no es fácil, menos si uno lo hace en un pueblo donde el deporte parece ser mirar al otro, estar pendiente del qué dirán y tratar, como dice el refrán sobre la mujer del César, no solo tiene que serlo sino también parecer.
Ella, que poco importa el nombre, es repostera, tampoco importa si le gusta el oficio o no, lo cierto es que continúa con el oficio familiar por una cuestión de costumbre, porque su abuela tenía talento para eso.
La vida de esta mujer, que tampoco importa su edad, es aburrida hasta más no poder, parece que poco le importa el amor, el sexo opuesto, o querer tener a alguien en su vida. Solo mira pasar el mundo desde su ventana, mientras hace tortas para quinceañeras.
Pero como suele suceder en el momento menos pensado, aparece «la Claudia», una mujer de mundo, que es modista y enseña idiomas, aunque creo que también hace otras cosas, más privadas.
El hecho es que el ser vecinas cambia la vida de la repostera y de ser un personaje común, sencillo, relegado y con poca autoestima, se transformará en una mujer conversadora, que tiene necesidad de hablar y de relatar más que su vida, su experiencia con «la Claudia», quien comienza a ser su centro de atención.
Como un huracán, «la Claudia» se va apoderando de la repostera con pequeños detalles, un loro, que además dice malas palabras, o un cuadro. Pero nada dura para siempre y llega la despedida, pero nada sale como se espera y la repostera no solo quedará más sola que antes, sino que su vida se habrá transformado de tal manera que nada será igual… aunque para peor.
Esta es – a grandes rasgos – la historia que cuenta Santiago Loza en el unipersonal Todo Verde, que se estrenó recientemente en Jujuy – en la sala Galán del Teatro Mitre – con la actuación y dirección de Viky Mamaní en una producción del Grupo SENDA.
En esta obra, Loza dedica el texto al actor, es el centro, se nota que le importa el relato en primera persona, con lujo de detalles, siempre sencillos, que permita al público identificarse con este personaje, que no hace grandes cosas, pero que si tiene una pasión interna. Es como los personajes de Gay Talese, padre del periodismo moderno, que retrata seres humanos desvalidos, que son olvidados por los grandes medios y cadenas, pero con historias que nos alcanzan más porque nos identificamos con ellas.
Uno pudiera pensar que Loza le está dando en Todo Verde voz al que no tiene cómo expresar sus sentimientos, muchos de ellos tan íntimos que a veces no queremos decirlos en voz alta y por eso se dedican a hablar del otro, a resaltar la veneración que nos despierta, a la que admiramos, incluso amamos, aunque sea del mismo sexo.
Viky Mamaní construye el personaje desde la ilusión del amor encontrado en otra mujer, de la posibilidad de estar acompañada, pese al qué dirán, lo que conlleva al personaje a irse aislando de la comunidad pacata y de mente cerrada, pero feliz porque cree que encontró el amor. Acompaña a la actriz es su monólogo/recuerdo la presencia del loro mal hablado, con voz de Nadia Ruge, que asemeja una conciencia – sin llegar a ser tan pesado como pepe Grillo – pero que está ahí para recodarle quién era «la Claudia» y lo que podía hacer.
«La Claudia» nunca se ve, solo es un recuerdo, un fantasma, pero su presencia está ahí se siente en cada palabra que dice la repostera, se describe con lujo de detalles su manera de ser, su relación con la enseñanza de inglés, que al parecer no lo hablaba tan bien como para dar lecciones -de acuerdo a Héctor – su «vida» al ser visitada por hombres en autos oscuros, con las consecuencias físicas que deja uno de estos encuentros. Un personaje que uno no ve corpóreamente, pero que se lo imagina y sirve para hacer el contrapeso con la actriz en escena.
La protagonista se revela al qué dirán, vive su vida, pero no deja de ser un ser humano que padece y termina dejándose llevar por sentimientos encontrados, amor/odio o deseo/rechazo para culminar en brazos de alguien a quien no ama y matando a quien ama.
Mamaní se desenvuelve sola en un espacio con una silla y una ventana por donde se filtra la luz de la calle y se acompaña de los alaridos de ese loro mal hablado, mientras ella se abandona a los pensamientos y a su corta pero intensa vida con «la Claudia».
A lo largo de unos 60 minutos, Mamani basa este relato sobre la felicidad y vida de un ser «pequeño» pero que tiene mucho en su interior. Aunque cuenta con la asistencia de dirección de René Tanquia, a la directora/actriz hay momentos en que se le ve perdida, que no logra atinar algunos sentimientos en el personaje, porque son tan sutiles los cambios de emoción cuando está hablando de la vida de ella, como cuando habla de «la Claudia» que el espectador no asimila en su totalidad ese cambio en la vida de la repostera, que le termina produciendo un estado de locura.
Es difícil dirigir y actuar a la vez, no en valde el famoso comediante Jerry Lewis inventó el asistente de video, que consistía en una segunda cámara que le permitía mostrar lo que había sido filmado en ese momento. Esto se convirtió en uno de los requerimientos para los cineastas del futuro. Igualmente, pudiera ser una ayuda para quienes en el caso del teatro dirigen y actúan, porque les serviría para afinar detalles que no se ven a simple vista, produciendo un mayor entendimiento de lo que – en este caso – el personaje solitario guarda, tiene reprimido, y que no le es fácil dejar salir
Acompañan a Mamaní en la técnica Rafael Farfán Uruzagasti, Sergio Díaz Fernández y René Tanquia, mientras que el diseño gráfico es de Dante Segovia, la edición de sonido es de Cecilia Cruz y la fotografía la hace Pablo Martin Nasif.
En Todo Verde la palabra está cuidada, se hace una observación sobre conductas cotidianas, se sugiere pero no se nombran las cosas explícitamente, hay sutileza en el montaje respetando el texto de Loza. El espacio vacío se llena con los movimientos, con la escenografía minimalista para crear imágenes que nos llevan a salir de la sala recordando a la repostera, creyendo haber visto «la Claudia», al loro y eso es el teatro, la magia de entrar en «el juego» que nos plantean desde el escenario, o esa es mi Visión Particular.
Francisco Lizarazo
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