… Las dictaduras militares tenían objetivos concretos: impedir el avance de los pueblos en sus reclamos y luchas por su liberación. Dejaron un saldo trágico en la vida del pueblo y heridas profundas que continúan hasta el día de hoy…
Antonio Pérez Esquivel
(Prólogo Memorias del Apagón – La represión en Jujuy 1974 –
1983, escrito por Delia Maisel)
Las fuerzas del Ejército, Gendarmería y Policía de la provincia de Jujuy, con listas en las manos, organizaron un opoerativo que produjo – el 20 de julio de 1976 – la detención de personas que fueron vendados, atados y tirados en camiones. ¿Su crimen? pensar distinto, pensar en los otros.
En medio de cortes de luz y en simultáneo, tres grupos de tareas actuaron en Calilegua, otro en Libertador y el predio del Ingenio Ledesma, todos en la provincia de Jujuy.
Se creyó inicialmente que este apagón era un hecho aislado, sin importancia, hasta que sonidos de autos y gritos, llantos, lamentos inundaron todo, para dejar paso al miedo.
Esta acción represiva era el producto de más de 3 meses de trabajo de seguimiento e inteligencia para saber exactamente a quiénes iban a buscar.
Se cuenta que en los días sucesivos se presentaron otros apagones pero, afortunadamente, ninguno fue tan terrible como el del día 20 donde no solo entraron a las casas, sino que se robaron todo lo que podían.
Entre los detenidos estaban trabajadores del Ingenio, hijos de trabajadores, docentes, abogados del sindicato y estudiantes que luchaban junto a ellos. Nuevamente ¿Su crimen? Pensar en el bien de todos.
«Las 400 personas que se secuestraron esas noches tuvieron diferentes destinos. Algunas fueron trasladadas al penal de la ciudad de Jujuy, y muchas de ellas derivadas al centro clandestino de detención Guerrero. Algunas fueron liberadas a los pocos días, otras paseadas por varias cárceles y centros clandestinos del país durante meses, y treinta continúan desaparecidas». (Plataforma Argentina contra la Impunidad)
La memoria viva
El teatro “siempre ha sido no peligroso, pero sí fastidioso, porque siempre está buscando y diciendo más”, como dice el director venezolano Orlando Arocha, porque no es contemplativo, hace pensar y además, agregaría yo, porque es una forma de mantener viva la historia, de preservarla con todo su dolor, para que otros sepan lo que fue otro tiempo, no siempre mejor.
Con el teatro se puede educar, se puede enseñar la historia de nuestros pueblos, se rememoran sus acciones, sus batallas, sus logros, sus fracasos. El teatro es una forma de revivir lo que somos como seres humanos para tratar de evitar volver a caer en épocas de terror o de oscurantismo.
Hay hechos como el de la «noche del apagón» que marcan a los pueblos, no olvidemos que los judíos aún rememoran todo el padecimiento sufrido por los egipcios, el peregrinar por el desierto, sin olvidar los horrendos crímenes cometidos contra ellos por el nazismo, y por eso las generaciones nuevas deben conocer su pasado, porque él puede marcar su futuro.
Para lograr – en parte – este objetivo de mantener la historia viva, con la ayuda de las herramientas que brinda el teatro, es que nace el proyecto «Ciclo de Teatro Semimontado: La noche del apagón», que trata sobre la noche trágica del 27 de Julio de 1976.
Impulsado por la representación de Jujuy del Instituto Nacional del Teatro, en esta experiencia escénica participaron 7 localidades: Palpalá, San Pedro, Abra Pampa, Humahuaca, Perico, Barrancas (cochinoca) y Tilcara. En cada localidad, un coordinador se encargó de trabajar una de las 7 obras publicada por el INT en el año 2014, que desarrolló un concurso de dramaturgia que tenía como objetivo difundir la obra de autores locales.
Preservando y rememorando estos hechos también se buscaba colaborar con la asociación de madres y familiares de detenidos y desaparecidos de Jujuy.
“Gritos y silencios en los cañaverales”
Una de estas 7 obras montadas pertenece a Natalio Bognanni, quien a través de cuadros escénicos recrea algunas situaciones vividas en estos dramáticos días, bajo el título de “Gritos y silencios en los cañaverales”.
La dirección de esta pieza «semimontada», que podría ser una especie de «lectura dramatizada», estuvo a cargo de Elizabeth del Carmen Guanactolay, quien con actores jóvenes – muchos de ellos no habían nacido o eran muy pequeños cuando se produjeron estos hechos – y pocos elementos escenográficos pone en acciones el texto de Bognanni, porque no hay nada mejor para entender la historia que ver a sus protagonistas, o a los actores que la representan, en «vivo», ante un público compuesto – en este caso – por estudiantes que entienden más el hecho audiovisual y pueden sentir más el impacto de lo que ven.
Algunas de las situaciones presentadas en este montaje, que se vio en el Teatro Estación Perico reflejan el miedo de los hombres a ser detenidos, simplemente por saludar a otro compañero identificado con la lucha por los derechos humanos, o la frustración de las esposas al saber que tal vez ese día sus maridos no regresen a casa – porque han desaparecido – y la familia quizás no vuelva a saber de ellos.
Pero Bognanni no solo recrea el drama de los que van a desaparecer, o del llanto de sus madres, abuelas, hermanas, hijos, también toca un punto importante en la historia de las detenciones y violaciones a los derechos humanos y es el referido a los colaboracionistas. En esta pieza vemos cómo por una cuota de poder alguien que es de la misma localidad puede prestarse al juego de los represores, ya sea denunciando al vecino o ayudando en el traslado de los presos a los lugares de donde posiblemente no volverán a salir.
También están los que colaboraban dentro de la empresa azucarera y buscaban minimizar las acciones de denuncia, haciendo creer que no pasaba nada o que esas detenciones eran solamente a personas que eran ladrones, malhechores, desestabilizadores y que solo querían hacer daño a la colectividad, cuan do la verdad es que esos hombres y mujeres hacían tanto ruido que había que hacerlos callar.
La obra de este dramaturgo nacido en Buenos Aires, pero que en Jujuy formó parte de elenco de la obra «Los Mirasoles», en el marco del Plan Federal de Coproducciones del Teatro Nacional Cervantes 2010 y desde el 2006, produce obras de títeres de su propia autoría, con el grupo Pisando Moras, presenta un personaje femenino que representa a todas las madres, abuelas y mujeres que no tuvieron miedo – aunque creo que sí lo tuvieron, pero lo superaron por el bien de sus familiares – y se enfrentaron a las autoridades del Ingenio Ledesma, gritando por sus derechos y el de sus familiares.
Aunque desconozco si este personajes es un homenaje a Olga Aredez, quien perdió a su esposo el doctor Luis Aredez, leyendo el libro de Delia Maisel – del que el premio nobel Adolfo Pérez Esquivel hace el prólogo – uno pudiera pensar que esta anciana en escena es Olga y también otras tantas mujeres que lucharon para poner en evidencia las acciones vandálicas de aquellos que no teniendo la razón usan la única arma que les queda: la violencia.
El teatro es la suma de las artes, es la que permite con el texto, la palabra, los gestos, la luz, la escenografía, la utilería, el vestuario, el sonido, la pintura, y todos sus recursos visuales entrar por nuestros sentidos y producir cambios en nosotros. Ahora, depende de todos lo que hacemos una vez que nos sentimos tocados por el teatro, porque nadie debe salir de una sala como entró, así estaremos cambiando con paz aquello que con violencia otros quieren hacernos pensar, o esa es mi Visión Particular.
Francisco Lizarazo
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