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¿Hay belleza en Aklla Sumaq?

De entrada hay que aclarar que Aklla Sumaq significa en quechua “elegida por su belleza” y se asocia con un «ritual azteca, la celebración del Tóxcatl. Un año antes de la celebración, se escogía al hombre más hermoso para que gozara de todos los placeres (…) siendo un honor y aspiración para los jóvenes el ser elegidos”. Ya ese honor y el motivo de esa elección nos hacen pensar qué sociedad hemos tenido y seguimos teniendo.


Aklla Sumaq “elegida por su belleza” es el título de la obra teatral del salteño Diego López, que ya ha estado en varias oportunidades en Jujuy, siendo la última en el marco del Festival Teatro Argentino en el NOA, cuando se presentó en el teatro El Pasillo.


La obra es una producción del grupo La Otra Vuelta Artes Escénicas, con dirección de su propio autor y las interpretaciones de Mariana Enríquez, Marité Cervera, María Eva Ferreira, Telma Jeréz,  y Rosalía Rodríguez Yonson.


De acuerdo a la sinopsis, se «indaga y cuestiona el complejo entramado histórico social que configura la violencia implícita en la relación entre hombres y mujeres». Hasta aquí todo suena bien y pareciera una obra de análisis antropológico sobre las relaciones humanas, marcadas por el patriarcado.


Sin embargo, de entrada, los hombres siempre llevarán la peor parte, pues ningún grupo de representantes del género masculino sale bien librado, ya sean sacerdotes, novios, esposos, amantes, o incluso cantantes folklóricos en la cúspide de su carrera. Todos son verdugos, castradores, violadores, con la complicidad de la justicia y – peor aún – de la sociedad.


La obra comienza con las actrices asumiendo posiciones masculinas – estereotipadas hasta más no poder – lanzando piropos soeces, poco graciosos – porque ahora todo es políticamente incorrecto –  al público, para luego pasar a una escena donde un niño es víctima de acoso de su propia familia femenina, madre, hermanas, que no lo dejan hacer nada, que le recuerdan y remarcan que los hombres no juegan con muñecas, que los hombres no entran a la cocina y – de alguna manera – recordándonos que las mujeres son – a veces, hay que aclarar – las primeras que inculcan el machismo en sus hijos. No olvidemos que en México, un país acusado de machismo, el 80% de los hogares es levantado  por mujeres y entonces… ¿De dónde sale el macho mexicano?


Estos primeros minutos de la obra parecían plantear una historia interesante, pero eso luego se deja de lado para hacer hincapié en el trato que reciben las mujeres desde niñas, con el manoseo del sacerdote cuando una pequeña va a hacer su comunión, mientras la madre se hace la vista gorda y le ofrece deliciosos platillos al cura con tal de que asista a la fiesta.


También están los novios violentos, que asesinan a sus parejas, o los esposos que maltratan a las esposas, aunque estén embarazadas, con una escena donde tres mujeres víctimas de sus parejas se encuentran ya siendo cadáveres y entre risas cuentan cómo terminaron asesinadas.


El dramaturgo no da pie a que se pueda creer que los hombres también pueden ser víctimas de violencia – que además es una situación poco denunciada por el miedo al qué dirán – o que pueden existir hombres que realmente sepan tratar a las mujeres que están en sus vidas. Aquí todo es blanco y negro, no hay posibilidad de mezclar los colores.


Se entiende la preocupación de López sobre este tema, más cuando en Salta parece ser una tradición el maltrato hacia la mujer porque según Betina Romero, legisladora por el Frente Salteño, la Provincia encabeza las cifras a nivel nacional con 1,5 casos de femicidio por día y con más de novecientas causas nuevas de violencia psicológica al mes, de las cuales el 67% de las víctimas son mujeres y la mayoría, además de hostigamiento, sufrió golpes.


Pero si bien el rol del escritor no queda bien parado pues se nota una óptica de mucha desigualdad en un tema que invita más a la reflexión sobre machismo y la violencia,  el caso López como director es relevante, pues logra plasmar una estética atractiva, con recursos poéticos como la utilización de una larga tela blanca, que sirve de vestuario para el transcurso de la vida de las mujeres, desde su comunión hasta su matrimonio, llegando incluso a servir de mortaja cuando la pareja acaba con su vida.


Las actrices interpretan muy bien sus personajes, hay sentido del texto que dicen, sus cuerpos son expresivos, se mueven, se contorsionan, recordándonos que la violencia no solo es física, sino emocional, y todo eso influye en el cuerpo.


La música, las luces y el vestuario forman parte de ese elemento lúdico que nos transporta a la vida de las mujeres, porque no importan dónde están, siempre hay féminas maltratadas, golpeadas, asesinadas, de eso no hay duda… basta ver los diario o los noticiarios de la televisión para comprobar que ningún lugar está exento de este flagelo que corroe a nuestra sociedad actual.


Completan esta producción salteña: Miriam Musso (Licenciada en Fonoaudiología) en la asistencia vocal;  Fabián Castellani como asistente para todo; Fabiana Funes en el vestuario; Miriam Camisar, en la gráfica; Rodrigo Sanabria en el registro audiovisual;  Álvaro Samnillan en el diseño y operación de luces  y Mariano Salazar como productor asociado.


El teatro tiene la posibilidad – aunque no siempre – de invitar a los espectadores a ser parte de las transformaciones que está necesitando la sociedad actual, porque desde el escenario nos podemos identificar con diversas problemáticas que nos lleven a pensar cómo resolverlas.


El acierto de Aklla Sumaq es poner el dedo en la llaga en un tema actual, pero el desacierto, está en estigmatizar el rol  del hombre creyendo que siempre es el culpable, sin dejar una ventana para que sea ese mismo hombre el que plantee desde la escena una solución, una mirada de apoyo, de socorro  y nos quedamos entonces frente a una obra que banaliza una situación compleja llevándola únicamente por una vía, cuando la vida está hecha de muchos caminos, o esa es mi Visión Particular.

Francisco Lizarazo

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