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Hermanas de sangre y en la ausencia paterna

Todos hemos conocido historias de padres tan estrictos que terminan dominando la vida de sus hijos, llegando incluso a determinar qué hacen, con quién se casan o no, y si abandonan el hogar.


En algunos casos, como el de Mecha y Tina Sarmiento, se llega a interferir tanto en la vida de los hijos que aún jubiladas como maestras ellas deben cuidar al padre… ¿complejo de Electra? o sencillamente conformismo al no haber creado una vida propia. También existe la competencia entre hermanos para ver quién se ocupa, o sufre, más atendiendo al progenitor.

La situación de Mecha y Tina no es exclusiva de ellas, muchos han debido padecer esta situación, y plantea ese dolor por la perdida, porque por muy malo que haya sido sigue siendo el padre. Más si se le muere en los brazos.


La muerte del padre establece una nueva competencia entre las hermanas, por ver quien atenderá el sepelio, mientras una se regodea en que murió en sus brazos y la otra se mortifica porque no estaba en el momento del fallecimiento. Pero el hombre revive, al parecer solo estaba inconsciente luego que una de las hijas, en su desmedido de afecto le dio licor en exceso.

Al ver que el padre vive, la hija que se mortificaba porque no estuvo a su lado en sus últimos momentos, recuerda su vida con este hombre y decide matarlo, asfixiándolo, mientras la otra hermana está en la cocina… Ahora sí, son hermanas huérfanas y unidas por el hecho de que el padre se murió dos veces, una vez en brazos de una de las hijas.


Esta es la historia creada por Alberto Drago, cuyo titulo es «Se me murió en los brazos»,  que plantea «hasta dónde somos capaces de llegar con nuestra fantasía», yo agregaría que es el relato de la desesperación por evitar los maltratos de un padre dominador que le «cagó» la vida a sus dos hijas.


Las vidas de Mecha y Tina son interpretadas por Silvia Gallegos y Gabriela Bertolone, el padre moribundo es Ángel Palacios, mientras que la música en vivo está a cargo del bandoneonista Alberto Zuliani. Estos últimos cumplen roles secuendarios, que si no estuvieran tampoco afectarían el desarrollo de la pieza.

Esta obra dirigida por Silvina Montecinos se presentó en el Festival “Escenas al Norte” – representando a Jujuy – en dos escenarios, la Sala Galán y el Teatro Estación Perico.


Si bien la obra tiene años en cartelera, contando los padecimientos de estas dos hermanas docentes jubiladas que viven juntas en una antigua casa del barrio porteño de Caballito y cuidan de “Tata Juan”, como llaman al padre, esta óptica de Montecinos se aleja de lo que podría ser un montaje que respeta el ambiente represivo, íntimo y dramático de la obra para transformarlo en una farsa, con supuestos toques de «humor negro», que hacen que se pierda el sentido trágico de la obra.


Las actrices parecen salidas de una obra de Ramón Valle-Inclán, pues se asemejan más a personajes «esperpénticos» que a dos hermanas solteronas, como lo serían Enriqueta y Amelia (las hermanas de “La Hora menguada”, cuento del venezolano Rómulo Gallegos) porque las pelucas que usan Mecha y Tina le quitan todo sentido trágico a la obra y se transforma en un elemento que causa ruido, ensuciando el trabajo de las actrices, que representan bien sus papeles, exagerando algunas partes que provocan más risas que compasión, como la escena escatológica cuando una hermana hace que la otra escupa el emparedado que está comiendo.


La escenografía está bien realizada, crea el ambiente de esta casa sometida por el padre, con fotografías familiares y utilería funcional que permite a las actrices complementar los textos y las acciones marcadas por la directora.


La música siempre debe ser un soporte a lo que sucede en escena, pero en este caso, tener a un acordeonista en vivo en una esquina del escenario no solo es innecesario, sino un elemento de distracción que en nada beneficia al espectáculo. A la salida de la función, en el público quedaban más las anécdotas de la risa, las pelucas, la farsa, que el tema planteado por el autor.


«Se me murió en los brazos» está ambientada en los años 70 de la Argentina, pero ese hecho si uno lo desconoce no importa, ya que el tema planteado traspasa las fechas y geografías y puede representar cualquier sociedad de nuestro continente, incluso de otras latitudes, porque el texto es una denuncia sobre lo que sucede en muchos hogares puertas adentro, donde las tragedias se mezclan con lo cotidiano, la comedia, las groserías, la violencia física, para recordarnos que caras vemos pero corazones no sabemos, aunque mucho de ello no se haya visto en este montaje, donde la risa parece ser lo más importante que la cruz a cuestas que todos llevamos, o esa es mi Visión Particular.

Francisco Lizarazo

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