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III Festival Internacional de Teatro de Tilcara

El 2017 ha sido un periodo de una gran actividad teatral en Jujuy, que si bien comenzó algo lenta, la segunda mitad del año viene

superado con creces la inactividad inicial.

Son numerosos los festivales teatrales que se están realizando y ahora hablaremos del que por tercera ocasión organiza la Red de Grupos de teatro de la Quebrara, Asociación Amigos de Tilcara. Además este evento tuvo el apoyo del INT y la municipalidad de Tilcara.

Este 3° Festival Internacional de Teatro, debía realizarse, como en las ediciones anteriores, en el mes de enero, pero dada la situación provocada por los deslaves en la zona debió reprogramarse para mediados de julio, coincidiendo con otras tantas actividades de la comunidad teatral jujeña.

De la grilla de programación se tiene que participaron quince elencos, tres internacionales como Alto Teatro de Bolivia, Rosi Giacomelli de Brasil y Alejandro Pino de Chile, siete obras nacionales y tres locales.

Adicionalmente a las obras – como normalmente pasa en los festivales – se sumaron tres talleres de formación, uno de máscaras y danzas berlinesas, uno de formación llamado El Milagro del Teatro y uno de actuación.

Como lamentablemente no siempre se puede ir a Tilcara – principalmente por temas logísticos, aunque a veces los económicos también pesan, los organizadores programaron en San Salvador de Jujuy algunas funciones en el Teatro El Pasillo y en LaMar Encoche Multiespacio, con dos obras nacionales y dos internacionales.

De las producciones locales de Tilcara participaron Rama Chiva, la producción colectiva El Vestido Rojo, sobre la Noche del Apagón, y El Cíclope.

En este marco referencial es que entonces hablaré de dos de las obras que se presentaron al público de la capital jujeña. Las obras fueron Eterna, del grupo Alto teatro de Bolivia y  el titiritero de Banfield, de Buenos Aires. Ambas se presnetaron en el Teatro El Pasillo.

A la madre

La vida es una tómbola tom tom tómbola

La vida es una tómbola tom tom tómbola

de luz y de color

de luz y de color

Marisol – La vida es una tómbola

Una madre que maneja con mano férrea la vida de sus 4 hijas, fallece y eso trae desdicha en ellas, pero no sin cierto alivio porque piensan que ya no estarán bajo el dominio de su carácter y podrán – al fin – vivir sus vidas.


Pero como la vida es una tómbola, resulta que la madre estaba en estado catatónico y antes de ser enterrada despierta para recordar a sus niñas que ella decidirá cuándo se morirá y que  el negocio familiar – una beneficiadora de pollo – debe seguir como cada día.


La vida de la madre y las hijas transita entre el negocio, con las plumas que vuelan por todas partes, los secretos de la familia, embarazo, odios, traiciones, la muerte de las gallinas y el eterno desplumar es una metáfora de la vida de estas hijas que sienten que su madre les quita día a día el pelaje, para dejarlas expuestas, solas, sin lugar a dónde ir, aunque quieran salir corriendo del seno maternal.


Los sentimientos internos de las hijas con su madre y de esta hacia ellas es un juego constante de luchas de poder, que se expresa en las palabras y se remarca con las acciones de las hijas contra las gallinas, las verdaderas víctimas de tanta violencia condensada y no explotada.


Parece que de tanto ir y venir esa confrontación aparece un hilo de luz que unirá a la familia, pero entonces nuevamente la vida – que es una tómbola – gira y cambia el sentido de todo.


Esta es la historia de Eterna,  un drama escrito y dirigido por Freddy Chipana que recuerda a La Casa de Bernarda Alba, pero en versión latinoamericana, con muchos signos visuales que marcan las acciones de los personajes interpretados por Carmen Tito, Mariela Salaverry, Alejandra Quiroz, Cintia Cortéz y Francisca Osella.


Hay mucho colorido en la escena, en los trajes, la utilería, el juego constante con las plumas de las aves, mientras se van diciendo los textos que son crudos, que atacan a la garganta y producen dolor, más que por lo que se dice, por quién lo dice, que es la propia familia y si los miembros de tu entorno pueden expresarse así de tí, que quedará para el resto.

Es un trabajo atractivo, nada monótono, que se distribuye constantemente en el espacio escénico, jugando con la iluminación y la música para remarcar acciones o situaciones.


Al final, queda demostrado que – a pesar de las peleas, los enojos, los odios que tengamos en vida – siempre dolerá cuando tengamos que decirle adiós a un ser que nos dio la vida, por más eterna que ella o nosotros  creamos que pueda ser su existencia.

De Banfield a México

Al igual que la obra anterior, De Banfield a México también subió a escena en el teatro El Pasillo, aunque con una temática y puesta muy diferente a la presentada por Bolivia.


Sergio Mercurio es un titiritero que se vale de algunos de sus personajes para contar su trayectoria dentro del mundo del espectáculo y como llegó a él desde su nativa ciudad de Banfield.


Entre los personajes que lo ayudan o lo interrumpen durante su monólogo está el rebelde Bobi que se enfrenta a su creador en hilarantes diálogos, algunos bastante fuertes, con mucha irreverencia y que despierta aplausos en el público al ver el talento de Mercurio.


Luego y ya en un plano más serio- al menos en esta función – se sentó a contar facetas de su vida que por la extensión hizo que hubiera un bajón en el espectáculo, porque eso de ir a ver a un titiritero y que se pase más de 30 minutos hablando de él sin ningún muñeco termina cansando.

Afortunadamente, dentro de este extenso conversatorio con el público dejó entrever que aún faltaba la aparición de dos de sus compañeros y eso animó un poco más al público, impaciente porque terminara esta parte de charla y se dedicara más a los títeres.


Es así que hace su aparición Virginia, que si Bobi era mal hablado, termina siendo niño santo al lado de esta dama, que no puede contener sus instintos sexuales y no le importa si son blancos, calvos, altos, bajos, o mujeres, para ella todos están bien.


Con diálogos cargados de mucho doble sentido y situaciones que subirían el color de las mejillas de más de uno, el espectáculo ofrece humor adulto, nada de títeres para niños, porque como el mismo artista lo dice en su monologo, él hace humor con sus muñecos para las personas grandes.


Luego aparece un personaje que nunca falta, el borracho – o Beto –  que se roba el show por su forma de hablar, lo que dice y cómo lo dice, con picardía pero siempre con esa inocencia y dulzura que tienen algunos beodos al hablar.

La realización de los títeres es del propio Sergio Mercurio y este espectáculo formó parte del evento: 4º Festival Nacional de Humor Chascomús 2010. El motivo del nombre es una larga historia y es mejor que se enteren cuando lo vayan a ver en alguno de los escenarios donde se  presente, en realidad – sin la parte conversada con el público o más corta – es un espectáculo que vale la pena ver.


Aunque muchos consideran que Jujuy es un provincia pequeña, la verdad es que la actividad teatral es muy intensa y variada, por lo que únicamente faltaría contar con más apoyo de los espectadores – muchas veces las funciones no se llenan – porque es el público el que estimula la creación de una mayor agenda de actividades. En la medida en que se exige, en esa proporción será la respuesta de quienes organizan y en la actualidad pareciera que los gestores teatrales desarrollan programaciones para su entorno y es la audiencia la que debería retribuir ese esfuerzo asistiendo a las salas independientes de teatro. Al final, los favorecidos siempre serán los que están sentados en las butacas porque tendrán mayores espacios de conocimiento, aprendizaje y esparcimiento, o esa es mi Visión Particular.

Francisco Lizarazo

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