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Ilusiones teatrales para Ella y Él

La sala se apaga y en el escenario se encienden las luces. Solo hay dos sillas en medio de la escena. Los actores no aparecen y pasan los minutos. En el público hay impaciencia y lo que nunca falta… alguien que no apaga el celular y en medio del silencio comienza a sonar el aparato como si del otro lado de la línea hubiera una emergencia.


A pesar de los shiiiii!!!! del público, ella no se inmuta y atiende su celular. No contenta con esta acción – tan de mala educación en un teatro – decide sacar un caramelo haciendo el mayor ruido posible. Esta es la gota que derrama el vaso de agua. Él la increpa, le dice que no sea maleducada y otras cosas no tan santas para los oídos de los espectadores, que aún esperan que salgan los actores a escena.


Ella no se queda atrás en respuestas y decide subirse al escenario para manifestar su rechazo a la actitud de los «artistas» como los califica. Él la sigue como queriendo contenerla. Pero lejos de hacerlo, ella recrudece sus reclamos.


Él es un poeta, enamorado del amor, del teatro, escritor de versos que recoge en un cuaderno y que toma como suyos pasajes y poemas de otros, como recordando al cartero Mario Ruoppolo cuando en la obra Il Postino le dice al poeta Pablo Neruda que las palabras no son solo de quien las escribe sino de quienes las necesitan.


Él intenta convencerla de la importancia del teatro, del amor, de las historias, de las enseñanzas, pero Ella pragmática. Ella no confía en el amor ¿será que no lo ha conocido? o qué ¿lo ha vivido en tal magnitud que ahora lo desconoce?    


Entre Él y Ella comienzan a producirse situaciones de humor, de desamor, de encuentros entre personas desconocidas y totalmente opuestas, que al final permitirán a dos extraños encontrar puntos en común y revelarnos que la fantasía de Ella es estar en París con alguien como Él, mientras que Él – posiblemente – encuentre el amor que estaba buscando entre poemas.

Esta singular historia se llama – como podrán adivinar – , una creación colectiva que cuenta con las actuaciones de Lilian Arias (Ella) y Mauricio Escalante (Él), quienes se presentaron en el Teatro El Pasillo de Jujuy, Argentina, con la dirección de Martin Calvo.

Esta comedia romántica, con toques de clown, es el trabajo de graduación de Arias de la Escuela Provincial de Teatro Tito Guerra de Jujuy.


Calvo recurre al teatro dentro del teatro y ubica a los actores como parte del público, lo que crea un momento de sorpresa cuando Ella comienza a responder su celular, creando un ambiente tenso pero que inmediatamente se entiende que es parte de la producción.


Sin escenografía, salvo las dos sillas que están bajo la luz cenital en el inicio, el director mueve a Arias y a Escalante por todo el espacio, dándole a los personajes y al público la posibilidad de ver las condiciones histriónicas de los actores, quienes utilizando algunas técnicas clown demuestran sus condiciones físicas.


Se nota que hay química entre los actores, hay un respeto al trabajo del otro, que se ve en que se escuchan y no buscan protagonismo individual, más allá del marcado en el texto o por el director de acuerdo a la escena.


Es un montaje fresco que entretiene a los espectadores y que muestra el trabajo desarrollado en los salones de clase. Sin embargo, el director y quienes tienen a su cargo la responsabilidad de enseñar el arte teatral a los estudiantes deben cuidar mucho el matiz de las voces, la búsqueda del tono y color de cada personaje. Porque – en este caso – Ella y Él hablan como lo hacen sus actores, no como lo deberían hacer sus personajes, falta ese detalle – nada menor – que haga que el público sienta que están en presencia de otros seres y no de unos actores interpretando un papel.


Tanto en esta obra como en otras presentadas recientemente por los alumnos de la Escuela – La Casa de Bernarda Alba y el Viejo Miseria – se nota una falta o poca profundización en conseguir la «voz» de los personajes, sus intenciones internas, por eso hay momentos en que el «decir» del texto queda como si se estuviera repitiendo una lección aprendida, pero sin que internamente el actor esté viviendo y padeciendo lo que le sucede al personaje.

Uno de los logros de actores como Johnny Depp o Jim Carrey es que la voz de ellos deja de ser la propia para que los textos sean dichos con los ademanes y modismos de sus personajes. ¿Qué sería de Jack Sparrow, el Sombrero Loco o Ichabod Crane sin esas voces particulares que usa Depp? o ¿Sería El Grinch, la Máscara, o Peter Appleton en El Majetic lo mismo sin él toque que Carrey le imprimió a cada personaje?


La voz es una de las herramientas que tiene un actor para desarrollar su trabajo, pero es uno que requiere mucho trabajo y dedicación, por lo que atenderlo desde los inicios de la carrera es tarea no solo personal sino de quienes tienen a su cargo le enseñanza de las técnicas, o esa es mi Visión Particular.

Francisco Lizarazo

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