«Irredenta» o cuando eres mía y no redimida
- VP Producciones
- 15 abr 2015
- 3 Min. de lectura
Alguna vez se han preguntado de qué hablan las prostitutas cuando no están trabajando. ¿Qué padecen?, ¿que sienten?, ¿se enamoran?, ¿de dónde vienen? o a ¿dónde van? Ejercer el oficio más antiguo del mundo no te hace – de por sí – una mala persona, un desalmado, hay muchas historias detrás de una cara pintada y que supuestamente es «alegre».
Irredenta, aunque su nombre es Luisa, es una prostituta muy especial, es hermana de un sindicalista asesinado por la defensa de los derechos humanos y – además – le quedan 6 meses antes de volverse ciega completamente. Su nombre «artístico» se lo puso Lola, la dueña del prostíbulo y aunque suene extraño, el término proviene del italiano irredento o «no liberado», muy apropiado para alguien que debe alquilar su cuerpo en favor de otra persona que no solo la tiene «prisionera» en el lugar, sino que le roba parte de sus ganancias.
También está Azu, nombre «artístico» de Azucena, idealista y que cree que encontrará el amor entre sus «clientes», mientras que Dolores es la travesti que nunca falta en un burdel.
Las 4 mujeres viven y cuentan – desde el burdel – sus historias de amor, ilusión y vida, cada vez que se levanta el telón de la obra teatral «Irredenta» de la dramaturga argentina Beatriz Mosquera, que bajo la dirección de Jorge Renoldi, se presentó en el Teatro El Pasillo, de Jujuy, mostrando algo del teatro salteño
Irredenta, interpretada por Casandra Pennella, está cansada de ejercer el oficio, pero no sabe cómo salir de este círculo vicioso. De muchas maneras depende de Lola (Cristina Sánches) – principalmente en el ámbito espiritual – y mantiene vivo el recuerdo de su hermano Pedro, tanto que asegura que él sabía bien qué era lo bueno y lo malo. La noticia de la llegada de su ceguera en unos seis meses no hace sino resquebrajar la poca autoestima que tiene y unirla más a su «madame» haciendo que ese lazo de dependencia aumente.
La actuación de Pennella nos convence – a ratos – de su drama personal y en otros se le escapan las emociones para quedarse en un simple recitar el texto sin que el espectador puede compenetrarse con el personaje que está viendo en escena.
Sánches a través de Lola nos muestra a la típica dueña del prostíbulo, que ve a las empleadas como propiedad – por eso trata a Luisa de «Irredenta» – y busca siempre mantenerlas bajo su poder y dominio. Sin embargo, como nada es blanco y negro puro, Lola tiene muestra «cierto» cariño hacia sus tres «niñas», se preocupa por Luisa y por Dolores, no tanto por Azucena. También guarda un gran amor y admiración por Lolo, representado en un altar con fotos al que le rinde veneración. recordemos que hasta el Diablo cuando llega a su casa saluda a su hijos y los quiere.
Si bien Lola es la ama y señora de su local, en la interpretación de Sánches se observan bajones que desconciertan al espectador, porque en oportunidades pareciera que se le va la letra y debe improvisar, o que el espacio no lo siente suyo perdiendo fuerza la interpretación de la «madame»
Azu, en la piel de Romina Apaza María, la niña ilusa que cree que llegará su príncipe azul para llevarla lejos a vivir en una casita blanca – todo tipo Pretty Woman – y eso le da esperanzas para seguir ejerciendo la prostitución, aunque el amor la haga olvidar que el cliente – así sea el novio – debe pagar.
De la actuación de Apaza María hay que resaltar que es el personaje mejor descrito por Mosquera, ya que tiene un desenlace final, permitiendo a la actriz matizar más sus gestos, intensidades, y su desarrollo, aunque el tono de voz se mantiene constante y las distintas emociones del personaje se pierden en algunos momentos.
Dolores, interpretado por Gonzalo Alanis, es el travesti que siempre hay en un burdel – hay que tener para todos los gustos – con una historia de momentos interesantes, al estar «sometido» o «no liberado» de un hombre (Francisco) que no existe, que murió, pero al que no puede abandonar y siempre quiere ver mediante sesiones de espiritismo que conduce Lola. La actuación no ofrece mayores matices al personajes, ni aporta mayor acción al desarrollo de la pieza.
Renoldi nos ofrece un panorama de la tristeza, la alegría, la miseria y la ilusión, con algunas risas y momentos de reflexión dentro de un mundo que muchos pudieran pensar que es frívolo. Ayuda a darle dinamismo al montaje la incorporación de temas musicales en vivo, cantados ya sea por Dolores o por el resto de las chicas y se aparta del final original de la obra, para resaltar la aceptación del futuro de Azu como chica de burdel con el tema que interpreta Dolores.
Hay movimientos en escena que ayudan a remarcar el carácter de drama de la pieza, o de suavizarlo con algún movimiento para provocar sorpresa, como cuando cantan en la cama y cada quien cuenta algo de su vida, recurso que llega a cansar – por ser muy largo – rimpiendo el ritmo de la pieza.
Dicen que la esperanza es la posible salvación en un mundo hostil, recordemos que es lo único que quedó al abrirse la caja de Pandora. Así que tal vez este sea el principal mensaje de «Irredenta», tratar de ser felices cada día, con la ilusión de un futuro mejor, aunque para ello debamos todos los días destruir y construir nuestras vidas.
El teatro es un recinto donde vemos reflejado un poco nuestra propia existencia y eso nos ayuda a ser mejores, o esa es mi Visión Particular.
Francisco Lizarazo
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