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La construcción dramaturgista es una tarea de todos

“La idea que traigo, en la brevedad del tiempo que tenemos es solo un avance de las cosas que pueden suceder. Les quiero proponer – ahora cuando nos conozcamos – que se imaginen que viene  a buscar trabajo, porque yo voy a armar una compañía. Para ello estoy buscando un equipo de colaboradores que venga a trabajar conmigo”.


Así  comenzó el cubano  Eberto García Abreu  su encuentro con los participantes del seminario «Textos teatrales y representaciones: la construcción de la  teatralidad.  Las  prácticas  dramatúrgicas  para  la puesta en escena», uno de los variados talleres y seminarios que formaron parte de la propuesta de capacitación del pasado Festival Internacional de Teatro Relevos, que se celebró en Jujuy.

Sin poses, con el acento y la gracia típica de los cubanos, Eberto – a pesar de ser Doctor  en  Ciencias  sobre  Arte,  Licenciado  en Teatrología y Dramaturgia, además de otros destacados títulos –  mezcló siempre el humor y la docencia para que los asistentes al seminario se sintieran no que estaban en una clase magistral donde el apunte y las palabras del catedrático serían la ley a seguir, sino que vivirían una experiencia en primera persona, e individual sobre el arte de la práctica dramatúrgica, algo que en Jujuy – siempre insisto en este tema – es muy requerido y necesario para los noveles escritores y – por qué no – para los consagrados también, porque el conocimiento nunca ocupa espacio.

Eso sí, él tiene un signo característico que lo puede definir – más  allá de su acento caribeño – y es que generalmente termina sus frases con «me comprende», como para dar cierre a lo que acaba de decir o esperando una respuesta , inquietud o duda sobre lo expuesto.

Para aclarar sobre cuál era la intención del seminario, el cubano dijo que la idea es trabajar una experiencia que puede ser también la base de un trabajo posterior, porque no tiene sentido hacer un seminario sin preparar materiales para la escena que estén basados en las experiencias propias, que es en lo que consiste la vida personal de cada uno de nosotros.

Indicó que no vale la pena hablar de fórmulas generales porque luego se darán cuanta que esas fórmulas hay que

adaptarlas al día a día, a ese espectador que le vamos a llegar, a ese actor que tenemos al lado, a ese autor o historia con la que queremos trabajar. «Si de aquí salen pensamientos teóricos que van a cambiar el mundo, no lo sé, no es la aspiración, pero puede ser».    

Dijo  que para él la dramaturgia es el «proceso de inventar el lenguaje con el que vamos a trabajar con los demás, con el que vamos a negociar nuestras historias  con los otros».

Como el movimiento se demuestra andando y luego de una fase de presentación de los asistentes al seminario, se pasó a la práctica y para ello se trabajó en torno a  la figura del dramaturgista y para eso planteó la pregunta sobre de qué tradición teatral somos nosotros y en qué teatro habitamos, lo que no dejó de sorprender a más de uno, porque es algo que normalmente quienes transitan las artes escénicas no se preguntan.

La reflexión tenía que ver las distintas prácticas teatrales con que uno se identifica y qué tipo de espectadores uno quiere tener frente al escenario, con los que uno quiere trabajar. «En el teatro uno puede pasar horas, días, en la especulación, en la investigación, pero al final el destino nuestro es uno e inexorable: que los actores – sean de la tradición que sean –  se van a encontrar en un espacio, en un tiempo, con unos espectadores que también van a tener una condición temporal, espacial, histórica y circunstancial».


Aquí es conveniente hacer un paréntesis y  – antes de seguir – definir qué es un dramaturgista, una figura que de acuerdo a los entendidos en la materia, no es muy común en Latinoamérica, no así en Europa. En el portal ensayosdramaturgicos.blogspot.com.ar se indica que el dramaturgista es aquel que «se encarga de elegir las obras y programar en función de la actualidad, o de una utilidad cualquiera. Busca e investiga la documentación acerca y en torno de la obra, adapta o modifica el texto (Montaje, Collage, Superposiciones, repeticiones de pasajes, etc.) Extrae las articulaciones del sentido de la obra, ubicándola en un contexto de interpretación en un conjunto integral, como así también interviene en el curso de los ensayos, como un observador crítico, cuya mirada es más fresca que la del director, de este modo, el dramaturgista es el primer crítico interno de la obra en proceso de elaboración. La actividad del dramaturgista se concreta en la realización escénica, por ello forman un equipo conjuntamente con el director y los actores, siempre estará entre los actores y el director».

Aclarado este punto seguimos con el desarrollo sobre el seminario de Eberto García Abreu donde señaló que nosotros asimilamos la historia del teatro desde nuestra perspectiva, de la región en que vivimos, independientemente de los «modos concretos en que se desarrolla» .

Indicó que hay dos caminos en nuestras historias teatrales: El primero que viene del mundo popular, que no es académico, sino que viene de compartir experiencias, y el segundo que es un modelo más elaborado, con mayor técnica, mayor oficio, con unos elementos más desarrollados. Sin embargo, ambos modelos requieren algo en común: el público y sin este no existe el teatro.

¿Cómo pensamos al público?  y más que al público… al espectador, este fue otro punto para reflexionar, porque

para él es importante saber cuáles son los espectadores que armamos, igual que hacemos cuando creamos un personaje, un espacio, un relato, o diseñamos el universo sonoro, o la luz de un espectáculo. Por eso, es importante pensar en un espectador específico, no en uno abstracto, y ayuda imaginar a un amigo, porque uno es «muy contextual», por ello es importante que el eje de unión – que es el relato, la historia a compartir – tenga puntos en común entre los dos grupos, el que actúa y el público.

Para ejemplificar estos conceptos, la sala se dividió en dos, uno para representar a los actores y el otro al público y la consigna fue: ¿dónde consideran que se realiza el hecho teatral? la respuesta unísona fue que en ambos espacios y de allí surgió una nueva interrogante ¿qué debe suceder para que se pueda compartir entre todos?  Nuevamente la respuesta fue colectiva: un relato y para ello es necesario aunar voluntades, en torno a un ideal, deseo y eso es lo que permite ir armando – de manera colectiva – una imagen, un escenario posible, de acción, de intervención, que es el que queremos que habiten otros. «Ya estamos definiendo desde qué punto de vista o posición queremos que nos miren, nos escuchen, nos observen, nos sientan, nos acompañen».

Con todos estos verbos empleados por Eberto lo que buscaba era que los participantes comprendieran  que con el teatro se propone una acción que busca en el otro una reacción, que no siempre sabemos cuál es, ni necesariamente se ajusta a la acción  del relato que estamos presentando.

Aquí retomó el concepto del dramaturgista al mencionar que «tenemos que pensar que este imagen es un proceso que acontece, que sucede, que se va armando y que se tiene que PRODUCIR, que se tiene que GESTAR y GESTIONAR,  que se tiene que hacer VISIBLE porque si te quedas no comunicas» Dijo que cada uno, a su manera, interviene, aporta, tributa al relato que estamos construyendo, porque si estamos haciendo un tipo de relato de carácter íntimo, donde los objetos sean pequeños, la mirada o el decir sean pequeñas, si tenemos que hacer que eso sea visible en una gran sala, para unas 900 personas, entonces quien hace la iluminación, quien condiciona el resto de los elementos que integran ese espacio lo tiene que hacer diferente a si la propuesta se realizara en una espacio pequeño.


Todos estos ejemplos y disertaciones permitieron poner en claro que no solamente quien escribe el texto el que construye la dramaturgia, sino que también lo hacen quien lo actúa, lo dirige, lo ilumina,  hace la escenografía, el vestuario, la utilería y aunque se piensa existe una jerarquía, en realidad lo que hay – para García Abreu  – es una pirámide de tareas, no del «ejercicio del poder» porque aunque una compañía esté organizada en orden de primera figura, segunda figura, hasta los extras,  cada quien tiene roles que cumplir para que la historia llegue a feliz término.

Y si el trabajo para contar un relato o historia en el teatro debe ser grupal, entonces ¿qué pasa con el espectador? El espectador ve una sola parte del trabajo, aquello que se quiere hacer visible, pero con esto, de acuerdo al instructor, el que observa crea su propio relato, a partir de sus propias experiencias.

Desmitificando a algunos actores y directores que creen que ellos pueden vivir sin el público, resulta que es al revés, el espectador no necesita vestirse, salir a la calle, pagar la entrada y todo lo que implica ir a un espectáculo teatral para para ser feliz, mientras que el acontecer teatral requiere de quienes están sentados para concluir el proceso creativo.

Fueron varias horas en una primera jornada de trabajo – de dos que eran,  sobre el pensar en la dramaturgia y el

dramaturgista,  conceptos que se pueden complementar, pero que en el segundo caso abarca un universo mayor de participación y ese debería ser el objetivo del teatro, porque es una construcción grupal, que busca un objetivo común:  conmover y hacer reflexionar al otro, al que ve, que también tiene cosas que hacer y decir a partir de lo que vio y que comparte un espacio para la acción, porque el teatro en el espectador debe lograr que «salga del teatro transformado, por pequeña que sea esta transformación, hacerle reír, llorar, pensar…que reciba algo de manera que consciente o inconscientemente, cuando salga del teatro, no sea la misma persona que era al entrar», según el «Trampolín del actor», de William Layton.

Con este seminario y otros que se dictaron en el Festival quedó demostrado que Jujuy no solo fue una vidriera de buenos espectáculos, sino que recibió distintas capacitaciones para que quienes hacen teatro tuvieran herramientas que fortalezcan las habilidades que ya tienen y eso es un aporte muy valioso para las artes escénicas de la Provincia, donde hay que pensar no solo en la puesta en escena, los actores, directores, técnicos y dramaturgos, sino que se debe pensar también en el tipo de espectador que queremos crear en la región, o esa es mi Visión Particular.

Francisco Lizarazo

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