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La historia de un intento absurdo con el Tercer Cuerpo

¿Han entrado al cine a mitad de la función y no han  entendido nada? A veces creo que la vida es así, uno llega y, claro, se ha perdido muchas cosas por lo que la mayoría de las veces no entendemos eso que llaman el significado de la vida.


Algo como la situación anterior es lo que uno siente cuando comienza la función de Tercer Cuerpo, obra de teatro escrita y dirigida por Claudio Tolcachir, que se presentó en el Festival Internacional de Teatro Relevos, celebrado en la sala mayor del teatro Mitre de Jujuy.


Digo que la pieza, producida por Timbre4,  es como entrar al cine con la función comenzada y no entender nada porque durante gran parte de la obra uno ve en escena dos situaciones paralelas que no acaban de comprenderse pues sus tramas  -aparentemente-  no guardan relación y son historias distintas.


Pero vayamos por parte. Al iniciar las acciones vemos: Una oficina destartalada, una pareja en casa, un bar con teléfono y personajes que van y vienen, ocupados en lo suyo, sin importar que alguien – los espectadores – los observan. También el escenario se convierte en un consultorio médico en el que alguien pide ayuda para lograr tener un hijo.


Son cinco los personajes, tres mujeres y dos hombres. Comparten espacio pero no tiempo y en ese lugar común hay historias de soledad, necesidad de amar y – principalmente – incomprensión.


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En la oficina destartalada están Sandra (Melisa Hermida), Héctor (José María Marcos) y Moni (Daniela Pal) ellos conviven, pero no parecen ser amigos íntimos, no saben los secretos de los otros y poco les importa pues tienen su propios problemas.


En la casa están Manuel (Hernán Grinstein) y Sofía (Magdalena Grondona) quienes buscan soluciones, pero  los problemas parecen ser mayores que las ganas de resolverlos, y el hastío está presente, la dejadez, el aburrimiento de la pareja… o ¿será otra cosa?


Estos cinco personajes  viven, trabajan, intentan amar, mientras el miedo a la soledad, a saber quiénes somos, dominan la psiquis de todos ellos.


Algunos están buscando  que los quieran, mientras otros que no saben qué hacer para que no los dejen de querer y en ese caos de sentimiento la vida sigue, dentro de una escenografía sencilla, de Gonzalo Córdoba, con muebles de oficina desordenada en primer plano y que permitirá a los actores jugar con el espacio, junto a la iluminación, de Omar Possemato,  con una lámpara de techo – igualmente de oficina – que siempre amenaza con caerse, con irse, con apagarse, con extinguirse como las relaciones de los personajes, que están al borde de un hilo.


Si bien los personajes son importantes al contar la trama, resulta más importante lo que ellos dejan de decir, lo que no revelan, que como público solamente podemos intuir.


En este montaje los actores muestran un gran movimiento en escena que hace que nunca se choquen al moverse en el espacio, aunque se realicen acciones simultáneas y en líneas diagonales. El texto no es simplista, sino simple, no da pistas  sobre el futuro, solo trata el presente, las necesidades, porque el después solo se sabrá al final, en el desenlace, entre risas, chistes, dolor, decepción y esperanza por algo mejor, que – lo adelanto – no llegará, al menos el que uno cree, pero sí estará cargado de mucho humor negro y sarcasmo.


Tercer cuerpo puede ser muchas cosas, basta que el espectador saque sus conclusiones sobre si se refiere a un lugar, persona, estado de ánimo o simplemente un espejo para ver otra realidad, una que está frente a nuestras narices y que en el constante vaivén de nuestra vida diaria no siempre podemos percatarnos de ella, aunque la vida a veces no es sino una historia de un intento absurdo, o esa es mi Visión Particular.

Francisco Lizarazo

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