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Hace algunos años, el castigo físico era practicado en los planteles educativos para mantener la disciplina y forzar a los alumnos a aprovechar las clases, con esto se lograba que el estudiante aprendiera las lecciones, ya fueran académicas o de la vida.
Este sistema si bien fue muy utilizado en algunos centros de enseñanza, también generó mucho rechazo en sectores de la sociedad, como por ejemplo Francisco de Goya, quien entre 1780 y 1785 pintó el cuadro «La letra con sangre entra», que se conserva en el Museo de Zaragoza (España). En este cuadro Goya critica el sistema educativo de su época al mostrar una escena en una escuela donde el maestro aparece sentado a la izquierda con un perro a sus pies mientras azota a un alumno con las nalgas al aire e inclinado para recibir el castigo. A la derecha se distinguen otros dos alumnos que acaban de recibir el castigo mientras otros se enfrascan en sus tareas.
En el campo de las artes escénicas, Eugene Ionesco también escribió sobre este maltrato, claro a su manera dentro del teatro del absurdo, llamando a su obra «La Lección», que ahora está presentándose – desde el 13 de febrero – en el Espacio Plural del teatro Trasnocho, en Las Mercedes, con la dirección de Leonardo van Schermbeek, dentro del Festival de Jóvenes Directores.
La historia nos cuenta, por si acaso no conocen el relato, la relación entre una alumna (interpretada por Rebeca Perich), que se prepara para un doctorado y recurre a las clases particulares de un profesor (en la piel de Héctor Castro) provocando la degeneración de estos encuentros hasta llegar a un final fatal, a pesar de las advertencias que recibe el anciano maestro de parte de su sirvienta (con la actuación de Dayhana Carmona), quien – por tener años a su servicio – conoce el carácter y tendencias de su patrón. Las lecciones no entran con sangre pero sucede algo peor… porque nada es lo que parece.
Si bien la obra plantea la incomunicación entre los seres humanos en el momento en que la escribió el autor, los espectadores pueden llegar a sentir que no «entienden nada de lo que sucedió» y que el significado de la pieza se les escapa, cosa que no es de extrañar tomando en cuenta que Ionesco, junto a los exponentes del teatro del absurdo, plantea el “sin sentido”, por lo que se deja al público la posibilidad de fabricar la moreleja o enseñanza de la obra.
La «Lección» no es una obra de grandes acciones, no pasan cosas que determinen y creen empatía con los personajes, así que todo está en el cómo se mueven los personajes en escena, cómo dicen sus texto y las pequeños y sutiles expresiones de quienes interpretan estos tres papeles.
El Director crea una ambiente donde – de entrada – el espectador sabe que algo pasará, los colores, las manchas de «sangre» presagian cosas no buenas en ese espacio y eso se agradece, porque sabemos que lo que veremos será, por lo menos, un golpe a nuestro sentido de la vista.
Los colores utilizados, blancos con la mezcla del rojo y el color oscuro en las ropas, causa en efecto visual llamativo, contrastando el vestuario negro del anciano profesor y su sirvienta, con el blanco que utiliza la alumna, llena de vida, de inocencia y de ganas de hacer mucho en el mundo.
La sirvienta impone respeto – también algo de miedo – al salir a escena cantando una melodía infantil “La lechuza, la lechuza, Hace shhh, hace shhh” pero de la forma que lo hace ella – créanme que se siente algo extraño – es todo un canto al silencio o a la muerte.
Completan el equipo de producción de “La Lección” Raquel Cartaya (fotografía), Ricardo Espinoza y Adriana Victoria Humpierres (videos promocionales), Gerónimo Reyes (diseño de iluminación), Giorelis Niño (diseño de vestuario), Jefferson Quintana (dirección de arte y diseño gráfico), María Alejandra Rengifo y Gabriela van Schermbeek (producción), Librería Lugar Común (producción ejecutiva), Mariangela Pocaterra y Joaquín Pocaterra (producción adjunta), y Marialejandra Rengifo (asistencia de dirección)
Metalenguaje estudiantil
Antes mencioné la incomunicación entre alumna y maestro como leit motiv en «La lección», pero si uno lee por debajo del texto y ve acciones como hacia el final de la obra – cuando la sirvienta le coloca al anciano una cinta en el antebrazo con la esvástica del Tercer Reich – puede sacar algunas libres interpretaciones.
Vamos por paso para explicarnos. El día del ensayo general fue el 12 de febrero, fecha que más allá de ser una conmemoración del Día de la Juventud en Venezuela, representa un día de recuerdo cuando varios jóvenes, en el 2014, murieron al no poder comunicarse con un gobierno que poco o nada escucha a los estudiantes, cuando – paradójicamente – muchos de los representantes del Ejecutivo fueron en su momento líderes estudiantiles.
Cuando el anciano aparece con el emblema del nazismo en el brazo no pude sino sentir escalofríos por la similitud con la actual política impuesta por el Gobierno de Venezuela, donde el que no está conmigo está en mi contra, donde la muerte de inocentes es tapada con frases como la que menciona la sirvienta: «póngase esto y nada tendrá que temer. Se trata de política», que pudiera ser dicha sin aspavientos por sirvientes, si es que uno quiere ajustarse a la realidad cercana, en la que dirigentes quieren que todos aprendamos, así sea a fuerza de la sangre, porque así entra mejor la enseñanza.
Eso tiene el teatro del absurdo, que dentro de su aparente incomunicación, permite al espectador crear su propio guión o asociarlo con su realidad personal, aunque ni el escritor ni el director de la pieza se hayan paseado por esas posibilidades. El teatro tiene esa magia, al permitir que nadie tenga la verdad, por ello es mejor que vayan a esta “La Lección” y saquen sus conclusiones, esta solamente es mi Visión Particular.
PD: Las funciones son viernes 8 pm, sábados y domingos 7:00pm. Espacio Plural del Trasnocho Cultural, en Las Mercedes, Caracas
Francisco Lizarazo
@visionesp
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