Cuenta la leyenda que cuando el Dios Tonatiuh gobernaba, en tiempos remotos, los pájaros poseían el don de hablar como las personas.
Ya de entrada, que una historia comience hablando de dioses y de animales que hablan tiene un gran poder de atracción y más si ese relato va acompañado de títeres que hacen más gráfica la historia.
Beatriz Díaz es una titiritera mexicana que recientemente estuvo en Jujuy para contarnos – desde la Casa de la Cultura de El Carmen – la leyenda de un pájaro que era muyyyyy feo pero logró llegar a ser hermoso… y esa fue su perdición.
Ese pájaro del que hablaba la titiritera es el Cu y resulta que cuando en las noches de luna llena, presididos por el águila, se reunían en consejo, el pájaro cu aburría a todos con sus lamentos. No podía resignarse con su vulgar plumaje descolorido-Un día, el águila, cansada de tantas quejas, quiso buscarle un remedio, y preguntó al tecolote (la lechuza), que había ganado reputación de sabia, si se le ocurría algo para embellecer al pájaro Cu. La lechuza pensó largo rato y al fin propuso, solemnemente, que cada pájaro le diese una de sus más bellas plumas. Como éstos no se mostraban muy dispuestos a desprenderse ni de una sola de ellas, la lechuza creyó oportuno que, a cambio, el pájaro Cu se convirtiese en mensajero de las aves, para poder pagar con sus servicios el sacrificio que se hacía por él. Así fue acordado. Las plumas de los más bellos colores le fueron entregadas y él las recibió, rebosante de alegría.
Desde aquel día, el pájaro Cu fue el más bello de todos. Pero pronto se olvidó de su compromiso; se pasaba las horas contemplándose en la superficie de las aguas y se escabullía cada vez que alguna de las aves necesitaba sus servicios.
Llegó un día en que el águila quiso reunir un concilio y encomendó al mensajero que avisase a todas las aves para que acudiesen a la reunión. El pájaro Cu no se preocupó de cumplir el encargo, sino solamente de continuar contemplando su deslumbrante plumaje. Cuando llegó el momento del consejo, el águila se encontró sola. Atribuyendo la culpa a los convocados, acudió en su busca, y a picotazos los llevó, por las malas, al lugar señalado para la reunión. Una vez allí,” todos levantaron sus quejas. Ninguno había recibido orden ni mensaje alguno. Comenzaron las injurias, las protestas y las voces se elevaron cada vez más; tanto, que el dios Tonatiuh los oyó desde el cielo y les mandó callar. Pero los pájaros estaban tan enfurecidos, que continuaron sus gritos, culpando a la lechuza y al pájaro cu. Entonces el dios Tonatiuh extendió su mano y los condenó a perder la facultad de hablar. Desde aquel momento sus voces se convirtieron en graznidos; pero su cólera contra los culpables de esta desdicha persistió.
Todavía hoy el tecolote no puede salir de día, porque se expone a ser picoteado, y el pájaro Cu, que tampoco puede salir más que durante la noche, tiene que esconderse de la lechuza, que le busca para satisfacer su venganza.
Su plumaje sigue siendo el más bello y el más brillante: pero de poco le sirve, ya que nadie lo ve. Sólo él se lo alaba, tristemente, contemplándose como antaño en la superficie de las aguas.
Ante un público mayoritariamente conformado de niños, Beatriz – con algunos problemas de sonido que impidieron que se escuchara bien el relato – divirtió y educó a los jóvenes asistentes sobre lo malo de olvidar los orígenes y el no cumplir con las responsabilidades que nos asignan.
La tortuga Casiopea se transforma
Pero, además, Beatriz Díaz, aprovechó para contarnos sobre su viaje desde su natal México y antes de que entrara todo el público a la sala contó que tuvo una tortuga de nombre Casiopea, pero – según ella – «nunca fue una tortuga normal. Vivía con su familia en un estanque muy pequeño y siempre andaba cambiando las cosas de lugar y vistiendo a sus hermanos con diferentes atuendos para hacer de cuenta que viajaba por distintos lugares. Su mamá le había contado la historia de Manuelita, de María Elena Walsh, una tortuguita que se fue hasta Peguajó a buscar a su tortugo. También le contó la historia de “El hombre y la tortuga gigante”, de Horacio Quiroga, donde una tortuga salva a un ser humano. Además su mamá le había puesto su nombre en honor a la tortuga de «Momo», un cuento de Michael Ende, donde Casiopea ayuda a Momo a salvar a los hombres buenos y humildes de los hombres grises, que querían robarse el tiempo de esta gente. Por todo lo que le habían contado, ella tenía ganas de vivir hazañas de esta índole. Pero el estanque ya le quedaba chico y se le habían agotado las ideas para viajar en círculos, entonces decidió partir y dar la vuelta al mundo».
Por eso, una hada mandarina – no confundir con la hada madrina de Disney – que por allí pasaba, al verla tan pequeña e indefensa, recordó aquel conjuro que usó con cenicienta en el cual transformó una calabaza en carruaje, entonces apuntó con su varita mágica a la tortuga y Casiopea se convirtió de inmediato en una camioneta Volkswagen. El hada mandarina apuntó con su vara a los dos pajaritos que observaban en unos cables y los convirtió en dos choferas humanas (Clara Torielli y Beatriz Díaz). El hada mandarina se fue satisfecha silbando alegremente y se evaporó en el aire.
Esta nueva Casiopea es una combi que transporta a Beatriz y a Clara para llevar sus historia a todas partes, desde México hasta el sur, aunque «al mismo ritmo que la caracterizaba como tortuga» pero eso nole ha impedido pasear por Costa Rica, Panamá, Colombia, Perú, Ecuador, Bolivia, Chile y para usted de contar.
Además de contar sus historias, Beatriz Díaz dictó un taller para confeccionar títeres, con elementos de reciclaje, con lo que ayudan a disminuir la contaminación y lograr que los niños en general puedan tener elementos para jugar.
Ver y hacer títeres es una experiencia que despertará en los niños una manera de expresar ideas, sentimientos, supe rando algunos problemas de timidez o vergüenza al estar frente a otros y tener que hablar o representar algún papel. Además,al realizar sus propios títeres interactuar con ellos, improvisan diálogos y desarrollan la capacidad de seguridad y concentración, como lo menciona el sitio juega y aprende con los títeres, así que lleven a sus hijos al teatro y estarán contribuyendo a criar un hijo más creativo, más sano y – tal vez – más aventurero, que sienta que la tierra es su casa y debe salir a explorarla, o esa es mi Visión Particular.
Francisco Lizarazo
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