Recientemente – en un taller de capacitación- el instructor decía que en toda oficina de comunicación institucional debe haber un plan de trabajo, una preparación. Sin embargo reconocía que el día a día muchas veces hace que los planes se vayan al «traste» y que uno debe trabajar sobre la marcha.
Exactamente eso es lo que me ha pasado últimamente y el día a día se lo come a uno que no le permite sentarse a escribir sobre aquello que le interesa, porque debe resolver problemas inmediatos, o apagar fuegos como me gusta decir.
Hacer lo que uno quiere y compaginarlo con aquello que es el día a día no es tarea fácil, tiene mucho de estrategia, de priorizar y es como jugar al ajedrez, aunque no siempre entendamos que ese juego es en realidad una escuela para afrontar la vida.
Por ejemplo, cierto rey de la India – llamado Sheram – estaba enfermo y obsesionado por su enfermedad (aunque algunos indican que los males del soberano eran debido a que en una de las batallas en las que participó su ejército perdió a su hijo, y eso le dejó profundamente consternado) no fue capaz de entender que la recompensa solicitada por petición Sissa Ben Dahir – luego de elaborar o inventar el ajedrez – era tan desproporcionada que de cumplirse el reinado quedaría en la bancarrota.
Sissa pidió que se le diera una moneda de oro por la primera casilla del tablero y que se fuera luego doblando el
número por cada una de las casillas restantes en progresión geométrica. El rey que de estrategia y de matemáticas sabía muy poco accedió y luego entendió su error al saber que debía cancelar la cantidad de 18.446.744.073.709.551.615 monedas de oro, aunque otras versiones indican que eran granos de trigo lo que había solicitado el inventor.
Pero lo importante de la historia del ajedrez es que el rey entendió la similitud con una batalla real. El rey que era un gran amante de los planes de guerra no tardo mucho tiempo en entender que al sacrificar alguna pieza se logra ganar el partido, lo que le permitió comprender que el sacrificio que su hijo había hecho fue lo mejor para el reino.
En Venezuela, en la población de Boconó, estado Trujillo, el capitán Pablo Miliani (+) no solo forjó la primera televisora regional – Teleboconó – sino que generó una camada de jugadores, quienes al entrar a trabajar en la estación de televisión, que era manejada completamente por niños y adolescentes, debían aprender a jugar ajedrez, porque para él esta era una manera de que los chicos se alejaran de los peligros de la calle y utilizarán los razonamientos y estrategias que ofrece este juego.
Pero a pesar de las estrategias que podamos planificar para llevar adelante nuestras metas o proyectos, siempre hay que tener en cuenta aquella famosa frase de la Ley de Murphy: si algo puede salir mal, ten la seguridad que así será, así que siempre debemos tener un plan de contingencia y recordar que todo proyecto se inicia con un paso y uno a la vez se va logrando el camino.
Con el ajedrez llegamos a entender el mundo a través de sus piezas y así tenemos que el Rey (el hombre) no es la pieza más importante – aunque lo parezca – pues es la Reina (la mujer) la que tiene más movilidad y es más apetecida por el contrincante, aunque sea para eliminarla del tablero. También vemos como los peones son aquellos de los que podemos disponer y sacrificar a nuestro antojo (porque son más fichas), a favor de otras piezas más importantes, mientras que los caballos representan a los militares y fuerzas de
seguridad. Pero también tenemos al alfil (el sacerdote) que se mueve en diagonal y no de frente (¿alguna alusión o insinuación a la religión?) y por último están las torres que permiten el enroque (la casa) para proteger al rey. La estrategia es defender al rey (presidente, autoridad) acabando con el enemigo mediante la movilización estratégica de nuestras piezas en el tablero. ¿Hay alguna similitud con la realidad o son ideas mías?
El Ajedrez nos enseña precisamente eso, que el juego se va ganando paso a paso, jugada a jugada, así que ¿qué tal si vivimos nuestra vida momento a momento sin querer llegar de una vez a nuestro destino? Muchas veces el final no es lo importante, sino el camino andado, o esa es mi Visión Particular.
Francisco Lizarazo
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