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La memoria no está en las Fotos de señoritas

  • Foto del escritor: VP Producciones
    VP Producciones
  • 9 jun 2017
  • 5 Min. de lectura

En el mismo instante en que

la madre aprieta el obturador la noche es iluminada por un rayo, una de nosotras

cae al agua y nunca más la encontramos.

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Cuatro ex compañeras de un colegio, se reúnen todos los años. Las señoras que alguna vez fueron señoritas, han tomado caminos tan distintos que las tensiones entre ellas afloran constantemente. Pero para que ningún conflicto pase a mayores recurren a los juegos de adolescencia…Juegos que le garantizan perderse en el…Pasado, distanciándolas o bien regulando su acercamiento.


Así se describe la obra «Fotos de señoritas y esclusas», del dramaturgo Arístides Vargas, que en esta oportunidad recurre a una «aparente» reunión de  ex compañeras del colegio, para hablarnos del poder, de la dominación y de la espera que desespera, porque aunque uno cree que no pasa nada, la procesión va por dentro.


Llena de poéticos diálogos y monólogos, Vargas transforma la visión de lo cotidiano, en una especie de «Esperando a Godot», donde las protagonistas están juntas en una sala, pero buscan algo, o a alguien, mientras son «contenidas» por un mozo, que más que un personaje servicial, parece un controlador, un dominante, alguien que sabe lo que debe hacerse para mantener a las señoras quietas, tranquilas.  


Marian Ovejero, Mirta Poclaba, Mariana Valdiviezo, Raquel Vaca, representan a las señoras que anualmente se reúnen para recordar los viejos tiempos, no solo llenos de recuerdos, sino que esconden sentimientos de la perdida, el desarraigo, la memoria y la identidad personal. Y sin embargo, el humor de Arístides siempre está presente. Ellas no tienen nombres, nunca se llaman por sus apodos, o apellidos. El texto solamente las identifica con números, que tampoco son dichos en escena. A la larga, ellas son nadie, son cifras.    


Acompaña a las actrices Guillermo de la Cámara,  quien en su papel de mozo, va relatando, con poesía – algunas veces excesiva – el papel que él representa en esta historia, tornándose en momentos como un represor, un psicólogo, alguien que alivia la tensión, pero siempre controlando, como un psiquiatra que conduce una sesión.

Los cinco actores forman parte de  los futuros egresados de la Tecnicatura superior de la Escuela de Teatro “Tito Guerra”, que en el marco del ciclo «La Tito en la mar en coche»  presentaron obras de teatro frente a público general, además de los familiares y amigos.


Este montaje de «Fotos de señoritas y esclusas» estuvo dirigido por Gustavo Gordillo, con escenografía del propio elenco, iluminación de Fernando Kronchyman y el vestuario fue de la Tienda Verde Botella.

En esta pieza, Vargas se refiere, de manera tangencial, porque en sus piezas no siempre hay referencias directas históricas, a la invasión a Panamá, el 20 de diciembre de 1989, cuando EEUU buscó – y lo logró – deponer al dictador Manuel Antonio  Noriega, presidente de esa nación en esa época.


Una de las zonas que mayor impacto recibió de las tropas estadounidenses fue la de «El Chorrillo», que quedó destruida por completo a pesar de haber sido una localidad económicamente importante. A  raíz de estos bombardeos, esta zona se transformó en una de las partes más deprimidas de la capital panameña.

En la pieza de Vargas se ve el drama personal de las cuatro señoras, con textos difíciles y que requieren de cierta madurez y vivencia para transmitir con propiedad, por eso – a veces – las actrices se sienten desubicadas, fuera de lugar, solamente quedando en  la repetición del texto, faltando el drama personal de los personajes.


Detrás de lo que se ve en escena – o debajo del texto – está lo que quedó en el camino, la vida que se perdió mientras las jóvenes se tomaban fotos en la esclusa del Canal de Panamá. La compañera fallecida fue víctima de un disparo o de una bomba detonada por un soldado norteamericano. Qué sucedió con ella nunca se sabe, es un detalle, un descuido, un olvido, que queda en la memoria, pero con el paso del tiempo parece irse perdiendo de los recuerdos, o eso es lo que quiere el mozo, que a veces parece un soldado, un oficial que busca desterrar ese momento… Cualquier parecido con historias reales pasadas o recientes no parece casualidad en la dramaturgia de Vargas.    


La dirección de Gordillo es acertada, comedida, no cae en melodramas, resalta aquellos momentos de humor – algo típico en la escritura del autor – que sirven para  relajar la tensión en escena. Si considero que faltó más trabajo previo con las actrices, no se siente ese paso del tiempo, ese crecimiento – o la falta de él – de la juventud a la etapa adulta. En este sentido, resalta la manera en que una de las actrices fuma, porque siempre lo hace con la mano rígida, como si la acción de sostener el cigarrillo no le fuera natural, se siente fingida, o producto de una mano con limitaciones, pero en otros momentos esa misma mano se mueve con total soltura. 

Visualmente hay elementos ricos en detalles, como la utilización de las fotografías colgadas – que en el texto original se plantea con un proyector – porque crea imágenes que atraen la atención del público, que busca asociar esas mujeres adolescentes con las que tiene ahora al frente de este drama.  


Guillermo de la Cámara crea este personaje misterioso, a veces bondadoso, servicial, mudo, que solamente escucha sin intervenir, pero en otros momentos  se torna siniestro para tratar de reprimir la memoria. Este personaje no usa traje militar, sino que viste cono cualquier mozo que nos puede atender en un restaurante, lo que no le quita actitud represiva.


Al final, el mozo se marcha, ha cumplido su misión de evitar – nuevamente – que las señoras recuerden a la compañera muerta y las condiciones de su fallecimiento. 

La memoria es frágil, esquiva, no siempre nos acompaña, por eso en la medida en que documentamos nuestra historia, estaremos preservando lo que somos, porque – lamentablemente – la historia oficial siempre la escriben los ganadores, mientras que las víctimas son destinadas al olvido. Parte de la tarea de los dramaturgos es dar voz a esos que nunca serán escuchados en condiciones normales.    


Es bueno ver lo que proponen los futuros actores y miembros de la comunidad teatral de Jujuy porque así se puede vislumbrar qué estéticas e iniciativas están buscando, todo con el fin de generar reacciones en el público. Eso es de destacar porque significa que en un futuro cercano habrá propuestas que atraerán a la colectividad al teatro, que en definitiva es lo que siempre buscan los que se dedican al Teatro, o esa es mi Visión Particular.

Francisco Lizarazo

@visionesp

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