La tumba de Maud Foster siempre tiene flores, mientras que no existe ninguna calle, ningún monumento que recuerde al teniente coronel Héctor Benigno Varela…
«Las putas de San Julián»
Los nombres Consuelo García, 29 años, argentina, soltera; Ángela Fortunato, 31 años, argentina, casada; Amalia Rodríguez, 26 años, argentina, soltera; María Juliache, 28 años, española, soltera; Maud Foster, 31 años, inglesa, soltera e institutriz despedida por sus patronos; tal vez no digan mucho para la gran mayoría, pero quienes viven en la Patagonia y conocen la historia patria, saben que ellas fueron como Fuenteovejuna: todas a una. Se enfrentaron a un ejército y se negaron a hacer lo que ellas sabían: Ser putas.
Corría el año 1922 y en la presidencia argentina estaba Hipólito Yrigoyen. Al sur del país, los pelotones del ejército – comandados por el teniente coronel Varela, – iban de «cacería» tras algunos huelguistas, quienes se oponían a las torturas y malos tratos que recibían de los terratenientes británicos y argentinos. Tan solo pedían una cama limpia, velas y una jornada de descanso. Al final, el ejército fusiló a obreros gallegos, chilenos, polacos, rusos, alemanes y hasta argentinos.
Cuenta la historia que una vez cumplida la orden de fusilar a los insurrectos, Varela consideró enviar a la tropa de visita a los prostíbulos de la zona. Pero no todo lo que se encuentra en esos lugares es sexo, también puede haber indignación.
Eso sucedió en «La Catalana» en San Julián, provincia de Santa Cruz, lugar regentado por Paulina Rovira, cuando las mujeres – conocidas como «pupilas» – utilizaron como armas palos y escobas y al grito de: «¡Asesinos. Cabrones. No nos acostamos con asesinos!» rechazaron a los soldados. Por supuesto, ellas terminaron presas. pero se les considera como unas heroínas de su tiempo porque fueron las únicas que alzaron sus voces en repudio a las acciones de los militares.
Esta historia es el marco de la obra «Las putas de San Julián» de Rubén Mosquera, quien además la dirige, y se basó en el capítulo XV del tomo II de “La Patagonia rebelde” de Osvaldo Bayer.
El montaje, presentado en el Teatro Mitre de la provincia de Jujuy, como parte de una gira nacional se desarrolla en dos planos: por una parte están las historias de Consuelo, Ángela, Amalia María y Maud, en compañía de la «madame» Paulina, y su decisión de no «servir» a los soldados por la masacre de los obreros, muchos de ellos sus clientes. Además están algunas escenas de los interrogatorios que debieron soportar las «pupilas» en manos de la policía y los militares.
La segunda historia tiene que ver con el propio Osvaldo Bayer, quien es el narrador de «Las putas de San Julián» y a la vez se presenta como una trilogía – hay dos Osvaldo (uno más joven y uno un poco más adulto – quienes intervienen en diversos momentos para narrar y contar el ambiente que existía en Argentina al momento desarrollarse los hechos en el prostíbulo.
Pero además, «Las putas de San Julián» es un homenaje en vida a Bayer, periodista, escritor e historiador, quien en escena a sus 86 años se burla de sí mismo al coquetear con la misma muerte, como lo hace Roy Scheider ante Jessica Lange en la película “All That Jazz”, aunque en este caso la rechaza porque él espera que le llegue como Marlene Dietrich, eso sí a los 99 años, porque le prometió a su tía centenaria que no la superaría. La salida de Bayer a escena levantó una ola de aplausos en reconocimiento a su labor.
Estas dos historias, que son parte de la vida de Argentina, juegan en contra de la dramaturgia de Mosquera porque no existe un centro de la acción, por el contrario, parece que la historia de las «pupilas» es una excusa para hablar de Bayer, muy válido como homenaje, pero dejando de lado un capítulo que de por sí ya ha sido relegado en la memoria colectiva, como lo que pasó en la película «La Patagonia Rebelde», que dirigió Héctor Olivera en 1974 con guión del propio Bayer.
«Las putas de San Julián» – como lo afirmó su director en una declaraciones a la prensa – «permite también homenajearlo (a Bayer) (en un país donde se afirma con liviandad que ‘nadie resiste un archivo’), reconociéndole una vida dedicada a la recuperación de la historia, la reivindicación de los olvidados y vulnerados, y la lucha por los derechos humanos».
El audio del montaje tiene algunos problemas, tal vez producto de estar en una gira y no tener tiempo para probar bien el sonido, ya que las voces de los actores casi no se escuchan, salvo la de Bayer que lleva un micrófono, mientras que hubo parte de los textos que quedaron bajo la música y no se entendieron.
La escenografía y vestuario de Vanesa Abramovich merecen un reconocimiento, porque recrean la época y muestran tanto la «casa de citas» como la cárcel, ubicando al espectador en el lugar donde sucedieron las acciones.
El director debió imponerse sobre el dramaturgo, aunque sean el mismo, para hacer más «teatral» el espectáculo, porque hay momentos muy «discursivos» donde no hay acción en escena.
Del destino de las 5 mujeres poco se conoce, tan solo se sabe que Maud Foster volvió a San Julián y entonces fue ella quien de institutriz pasó a puta y luego a «madame».
El teatro no solo es entretenimiento, también es educación y es una manera de crear conciencia y mantener viva la memoria ante hechos que muchas veces las altas esferas preferirían olvidar. Porque ayer fueron las matanzas de los obreros o las de sindicalistas, hoy son los ataques y asesinatos contra estudiantes en México o Venezuela, mañana podemos ser nosotros las víctimas de eso que se la la “Justicia Institucional”, o esa es mi Visión Particular.
Francisco Lizarazo
PD1: Las fotos son de internet, porque siga la extraña “manía” de algunos de no permitir tomar fotografías en las obras, como si eso fuera a provocar pérdidas al espectáculo.
PD2: Para los interesados en la película de «La Patagonia Rebelde» aquí se las dejo
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