Menú gastronómico en clave de Danza/Teatro
- VP Producciones
- 22 dic 2016
- 5 Min. de lectura
Comer tiene sus reglas, sus etiquetas y el conocerlas puede hacernos más placentero el fino arte de degustar platillos, o tal vez no, porque tanta regla en la mesa también aburre.

Imaginen una cena en la edad media y que quien establezca las leyes de etiqueta en la mesa sea nada más y nada menos que Leonardo Da Vinci, o en este caso Martín Calvó.

1) Ningún invitado ha de sentarse sobre la mesa, ni de espaldas a la mesa, ni sobre el regazo de cualquier otro invitado. Tampoco ha de poner la pierna sobre la mesa. Tampoco ha de sentarse bajo la mesa en ningún momento.
2) No debe poner la cabeza sobre el plato para comer. No ha de tomar comida del plato de su vecino de mesa a menos que antes haya pedido su consentimiento.
3) No ha de poner trozos de su propia comida de aspecto desagradable o a medio masticar sobre el plato de sus vecinos sin antes preguntárselo.
4) No ha de enjugar su cuchillo en las vestiduras de su vecino de mesa.
5) Ni utilizar su cuchillo para hacer dibujos sobre la mesa.
6) No ha de limpiar su armadura en la mesa.
7) No ha de tomar la comida de la mesa y ponerlo en su bolso o faltriquera para comerla más tarde.
8) No ha de morder la fruta de la fuente de frutas y después retornar la fruta mordida a esa misma fuente. No ha de escupir frente a él. Ni tampoco de lado.
9) No ha de pellizcar ni golpear a su vecino de mesa.
Con estas reglas de urbanidad y las notas del tema musical de «almorzando con Mirtha Legrand» comienza la presentación de Mariana Anachuri, Paula Recchiuto, Cecilia Oviedo, Natalia Vaca, Belén Calapeña, Rubén Luna y Martín Calvó, junto a Verónica Romero, quienes serán parte de la mesa de Menumorfosis, una obra de danza teatro del grupo Danza Libre que se presentó en adhesión en la recién finalizada 32 Fiesta Provincial del Teatro de Jujuy.

El teatro Accame fue es lugar para escenificar este juego de palabras entre ‘menú’ y la transformación de los seres humanos cuando comemos y que contó con la dirección de Romero.

Son varios cuadros, como si los pintara el propio Leonardo Da Vinci, de una cena, no la última porque la obra se viene presentando desde hace años, siempre variando algunos componentes, como toda cena que se precie que no debe repetir los platillos, a menos que realmente su elaboración sea muy exquisita. Menumorfosis estuvo las Fiestas Provincial y Regional del Teatro (año 2004) y fue representante de la provincia de Jujuy en la Fiesta Nacional del Teatro “Río Negro 2005”, además participó como obra invitada al Festival de Artes Escénicas Contemporáneas “El Cruce 2005”.

Para comenzar esta comida, el grupo lo hizo con un juego de «atrapa la comida» o una variedad del ping pong donde la idea es atrapar el alimento. Luego y con una idea que se pudiera vender a los productos de snack, se ofreció una muestra de cómo una simple papita – y el contenido de la bolsa – puede despertar pasiones cuando tenemos hambre.
Enfrentamiento al estilo western
Al ritmo del tema central de la película «El Bueno, El Malo y El Feo» – creación de Ennio Morricone – un hombre y una mujer se enfrentan en un duelo, poco importa el motivo, lo cierto es que mientras el grupo entona los acordes a capela, hombre y mujer danzan y giran enfrentándose para en un momento dado hacer relucir sus armas… pero recordemos que estamos en una comida, así que lo que sale de sus pistolas o sifones es agua gasificada que los baña hasta la muerte de ambos, que quedan tenidos en el piso mientras el resto de la compañía los mira con incredulidad y abandonan la escena.
«Devórame otra vez»
Un cuadro que forma parte de esta obra y que no se cansa uno de ver es el que las chicas interpretan al compás de la canción «devórame otra vez» – pero no lo hacen a la carne humana, con deseo sexual – comiendo de una manera ávida y con furia diversos platillos, emparedados, empanadas, mientras la más delgada del grupo, la marginada, ve como las otras se alimentan mientras ella queda como niña pobre mirando los juguetes del aparador de las lujosas tiendas, sin poder comprar nada.

Mientras tanto, las chicas devoran sus comidas y como no son malas convidan al público, nunca a la que queda sola en escena, porque para ella… ni agua.

Lucha de marcas

Nunca una pela entre marcas de gaseosas (Pepsi y Cocacola) había sido tan reñida como la que entablan Rubén Luna y Martín Calvó, quienes de deportistas al compás de «carros de fuego» se van transformando en representantes de sus marcas, con un exótico vestuario elaborado con las latas de las gaseosas, y se baten a duelo de baile para ver cuál de estas dos bebidas se ve mejor en escena.

Desde bailes lentos, como odaliscas, a efervescentes movimientos – comparados a las bailarinas de Tahití – estos dos actores/bailarines demuestran que lo de ellos no es solo la danza, sino la comedia física, en beneficio de la diversión del público que aplaude durante varios minutos a esta original representación.

Pero al final nadie gana, sino que existe un punto de equilibro y de unión, para – como sucedió en la lucha entre las rayas y los lunares en «Los Caminos Invisibles» con la aparición de Pepo – dar a luz a un nueva gaseosa llamada en esta caso Pritty Limón. Imagino que este nuevo vástago cambiará en cada función, o tal vez la producción guarde esta lata con esmero y como si un bebé se tratara.
A cada cochino le llega su sábado
Para nadie es un secreto que los gobiernos mantienen a la población dominada de diversas maneras. Por ejemplo, la comida. Es normal ver en algunos países largas filas de personas para recibir una caja con comida, o un descuento en mercados populares que establece el Poder, muchas veces usando a los empresarios para hacer milagro con escapulario ajeno.

En este cuadro el Gobierno lo representa un cochino vestido de militar – cualquier semejanza con la realidad tal vez no sea coincidencia – que reparte alimentos a una población hambrienta.

Los necesitados se mueven al ritmo de la música y de las migajas que le va lanzando el ser superior – el cochino pues – y se pelean entre ellos, como verdaderos cochinos, danzando alrededor de una mesa, mientras el amo y señor se ríe de las necesidades de los humanos.

Pero si no hay producción y no se renuevan los productos, la escasez llega y con ello la molestia de la población que se rebela para atacar la mano de antes les daba de comer, comiéndose al cochino – como hizo la muchedumbre engolosinada con el olor de Jean-Baptiste Grenouille en «El Perfume», la obra de Patrick Süskind – eso sí, quedaron satisfechos… pero el hambre regresará.

Ver comer a otros nunca había sido tan entretenido y divertido, pero al final, los actores/bailarines no quieren degustar las pizzas que llegan en el momento culminante de la obra y luego de dar cuenta de algunas piezas, se mezclan con el público para que quienes han estado de «mirones de palo» también sean parte de esta fiesta gastronómica, y es que mezclar la comida con la música y el teatro siempore es un placer, o esa es mi Visión Particular.
Francisco Lizarazo
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