“Disculpe el señor
si le interrumpo, pero en el recibidor
hay un par de pobres que
preguntan insistentemente por usted.
No piden limosnas, no…
Ni venden alfombras de lana,
tampoco elefantes de ébano.
Son pobres que no tienen nada de nada.
No entendí muy bien
sin nada que vender o nada que perder,
pero por lo que parece
tiene usted alguna cosa que les pertenece”.
La oclocracia es el gobierno de la muchedumbre o de la plebe. En la filosofía y la política, Aristóteles, en la antigua Grecia, consideraba que la oclocracia era el gobierno de los demagogos en nombre de la muchedumbre y, por tanto, una degradación de la democracia.
A lo largo de los siglos, la oclocracia se ha hecho realidad en todas partes del mundo, particularmente en Occidente, desde la vieja Atenas hasta nuestros días, pues así como en las distintas sociedades se han dado otras formas de gobierno como la aristocracia, la democracia, la monarquía, y la tiranía, la oclocracia ha ocupado entre ellas un papel preponderante al constituir una forma degenerativa de la democracia, confirmando la anacyclose o teoría cíclica de la sucesión de los sistemas políticos, desarrollada 200 a.C. por el historiador griego Polibio.
Para que la oclocracia funcione, se requieren dos elementos, sin los cuales no es posible: La muchedumbre y el oclócrata.
La muchedumbre, calificada como masa por Ortega y Gasset, es aquel sector de la sociedad que, sumido en la ignorancia, se mueve por sentimientos elementales y emociones irracionales. Se distingue del pueblo, que es el cuerpo social conformado por los ciudadanos conscientes de su situación y de sus necesidades, con una voluntad formada y preparada para la toma de decisiones y para ejercer de forma plena su poder de legitimación.
El oclócrata se presenta como el caudillo carismático, dotado de la capacidad intuitiva de adaptar materiales simbólicos a las necesidades de la muchedumbre haciéndole ver que va a satisfacer sus más inmediatas vindicaciones para, de esa forma, mantener la adhesión de ese sector social, hundido en la ignorancia y el abatimiento y que, ante la manipulación del oclócrata, se vuelca hacia éste con fe ciega. Es el reflejo de profetas, hechiceros, árbitros, guías de cacería o caudillos militares, considerándosele en posesión de fuerzas sobrenaturales o sobrehumanas, en fin, un emisario divino.
La muchedumbre da vida al oclócrata, ese personaje que vuelca todos sus esfuerzos publicitarios hacia aquélla, apelando a los sentimientos más burdos y elementales para legitimarse en el mando y alcanzar sus propios y particulares objetivos, teniendo poco -o nada- en cuenta los intereses reales de la sociedad pues su único objetivo es la conquista y mantenimiento del poder.
La muchedumbre se rinde y siente que, a través del oclócrata, ejerce el poder y cree que su propia situación personal mejora aunque esté hundiéndose en la más profunda de las miserias, pero jamás pierde la esperanza. Sus limitaciones culturales, sociales, económicas y de toda especie le impiden ver la realidad y queda a merced de ese sujeto que la controla mientras disfruta de su poder.
En el desarrollo de su política, el oclócrata dirige su objetivo a la conquista y al mantenimiento de su poder personal o de grupo, haciendo uso de la demagogia y recurriendo a emociones irracionales mediante estrategias como la promoción de discriminaciones, de fanatismos y de sentimientos nacionalistas exacerbados; el fomento de los miedos y de inquietudes; el uso de verbo encendido o vulgar, o una repetida retórica generalmente soez y plena de descalificaciones a todos sus opositores, con miras al control absoluto de la muchedumbre.
Cualquier parecido con la realidad NO es mera coincidencia….
Estos son los pobres de los que le hablé…
Le dejo con los caballeros
y entiéndase usted…
Si no manda otra cosa, me retiraré.
Si me necesita, llame…
Que Dios le inspire o que Dios le ampare,
que esos no se han enterado
que Carlos Marx está muerto y enterrado.
‘DISCULPE EL SEÑOR’
Joan Manuel Serrat
PD. El texto me lo envió mi amigo y colega Valdo Meléndez porque le pareció interesante y así mismo yo lo quiero compartir. La utilización de «Disculpe el señor» es una «travesura» del editor y pido disculpas si alguien se sintió ofendido… Bueno, en realidad no me disculpo porque esa era la idea. Francisco Lizarazo.
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