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Pasajeros somos y en el mundo andamos

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¿Cuáles son nuestros temores cuando estamos frente a la taquilla de inmigración en un aeropuerto? ¿Será que nos puedan deportar? o que nuestro pasaporte tenga alguna anomalía. ¿Podré entrar a ese país? ¿Me ven diferente por mi nombre o por mi color de piel? ¿Estarán mis papeles al día? Pero, peor aún, ¿qué sucede si al llegar al aeropuerto todos nuestros miedos se convierten en realidad?


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Aunque digan que la vida del turista es fácil y divertida, la realidad puede no serlo tanto. Pero para que no tengan que imaginarse lo que sucedería en estos casos, más ahora que en Venezuela son muchos los que a diario buscar salir del país hacia otras naciones con mejores horizontes, basta con ir al Teatro San Marín de Caracas para ver lo que le sucede a Maru (Gallega), Luis Usnavi (Cubano), Zuly (Joven suramericana), un extranjero (hijo de españoles) y a Hassan (Moro) cuando quedan en situación de retenidos dentro de la oficina de inmigración, mientras el funcionario Contreras y el Jefe deciden la suerte de estas personas.


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Con el nombre de «Pasajeros» el dramaturgo venezolano Elio Palencia nos cuenta «una metáfora sobre los viajeros que transitan por la dura y hermosa estación de la existencia con sus fardos repletos de miserias y virtudes», una obra que pese a ser escrita a finales del siglo XX sigue tan actual como el día que la concibió su autor … lamentablemente.


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La dirección de este montaje está a cargo de David Villegas quien mueve a sus actores dentro de un espacio que asemeja una terminal aérea, sin definir cuál es, aunque con el texto sabemos que se trata de la entrada a Europa por España: Barajas.


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Conoceremos lo que le pasa a Maru (Adriana Pocaterra) y a Luis Usnavi (Alejandro Chacón) cuando por una confusión con sus maletas deban esperar en la oficina de Inmigración, área donde también están Zuly (Patricia García) quien no posee su pasaje de salida del país, el Extranjero (Alberto Cairós) que siendo hijo de españoles es retenido porque su aspecto actual no corresponde con la foto de su pasaporte, lo que levanta sospecha, mientras que Hassan (Gilberto Rolo) es moro … y ya sabemos lo que eso significa en España.


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Los actores se mueven por el escenario como si realmente estuvieran en una terminal aérea, buscando maletas, haciendo la fila en inmigración y caminando como «fieras enjauladas» en el espacio donde son encerrados mientras se decide su condición migratoria. En este tiempo de espera, vamos conociendo las personalidades, angustias y esperanzas de cada uno de los personajes, viendo que Maru oculta más de lo que dice (no solo porque su abrigo pesa más de la cuenta) o que Luis Usnavi está preocupado por quedarse de manera permanente en esa tierra tan distinta a su Cuba natal, así sea casándose con una española; mientras que Zuly relata lo que ha tenido que hacer en su vida para mantener a sus dos hijos y tener dinero para comprarles lo que ella tal vez no tuvo.


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El Extranjero es un personajes que representa la filosofía del que nada le gusta, del que piensa mucho las cosas y no sabe si está mejor o peor aquí o allá, lo cierto es que parece que no se encuentra cómodo en ningún lugar, simplemente porque donde vaya – así su propio país – hay mucha gente y eso no es de su agrado. Por último, Hassan intenta conseguir una nueva vida, de la mano de su hermano, quien le ha enviado una carta contándole lo bien que lo tratan en esa tierra tan alejada de sus costumbres y de su raza, lo que hace que el «moro» como supuestamente llaman por “cariño” al hermano lo ilusione para hacer futuro más allá de la patria.


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Pero no crean que solo los pasajeros viven un drama, también Contreras (René Dal Farra) tiene su cruz a cuesta y cree que quienes pasan por esa oficina de Inmigración no saben a lo que se enfrentan, por todos los problemas de España, y que deberían quedarse en sus propias tierras, a donde él también se iría, si es que no estuviera casado y con un empleo, que por lo menos da para pagar las cuentas y vivir con «comodidad». Además, siempre está supervisado por su Jefe (Ricardo Márquez), que parece Droopy (el personaje de las comiquitas) porque aparece por cualquier parte del escenario, como el Gran Hermano que todo lo ve y lo sabe.


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Los actores, sin ser profesionales, logran – en la mayoría de los casos – transmitir al espectador esa ansiedad que se siente al creer que hemos llegado sanos y salvos a nuestro destino, para darnos cuenta que ese sueño pudiera verse truncado en un instante.


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Algunos textos son muy largos para los actores, quienes terminan recitándolo, quitando así todas las emociones (altas y bajas) que pudieran transmitirnos en su momento personal al hacer su «monólogo». Esto se pudiera solventar mejorando el ritmo al hablar o sencillamente eliminando letra que pueda resultar excesiva para el actor.


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Las luces junto a la escenografía (con niveles que se mueven a conveniencia de la trama) y la música crean el ambiente para que estos pasajeros desarrollen su vida en escena y permitan a los espectadores ver y experimentar lo que es salir de su país, las razones para hacerlo y las consecuencias de las decisiones que tomamos.


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Por espacio de tres semanas, estos pasajeros/actores estarán detenidos en el teatro San Martín, los viernes y sábado a las 8 de la noche y los domingos a las 6 de la tarde. Pero como el teatro es acción viva, afirmación de David Villegas, los actores no solo son responsables de sus interpretaciones, sino que muchos de ellos también colaboran con la producción, ya sea en la musicalización (Gilberto Rolo), en el diseño de la iluminación (René Dal Farra) o en el diseño gráfico (Adriana Pocaterra), contando además con el apoyo de Manuel González (vestuario y dispositivo escenográfico) y de Jennifer Morales (asistencia de dirección).


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¿Estamos mejor en nuestro país? ¿Debemos salir de nuestras fronteras y realidades? esas y otras preguntas deben ser respondidas por cada uno de nosotros en un momento determinado, lo que hacen los actores y su director es mostrarnos una Visión Particular basada en la óptica teatral de Elio Palencia.

Francisco Lizarazo

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