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Resolviendo sobre la marcha pero sin dejar de respirar

Parafraseando a Charles Chaplin, quien decía que la vida es una obra de teatro que no permite ensayos, el teatro, aunque tiene la posibilidad de muchos ensayos, al final es como la vida, todo sucede una sola vez y no se puede repetir.

Hace unas semanas comenté la obra La Mansa, un cuento ruso, que se presentó en Jujuy en el Teatro El Pasillo y como su primera función debió enfrentarse a una serie de eventos inesperados, que lejos de deslucir, sirvieron para notar de qué están hechos los actores.


Así que poder conversar con Abril Piterbarg y Liza Taylor sobre lo que sucedió esa noche es una manera de saber qué piensan los actores ya en escena, más allá de saberse los parlamentos y los movimientos marcados por el director. Iván Hochman no pudo acompañarnos en este diálogo, pues está ocupado resolviendo – junto a la producción – el tema de la maltrecha mesa, que debía estar lista para la segunda función.

  La pregunta inicial para Abril fue ¿qué sentiste en ese momento en que la mesa cae al suelo y se partió?

  1. “Apenas pasó  como estuvimos todo el día con eso, primero un poco me enojé. Dije «El colmo», pero también dije ¿qué hacemos? ¿Seguimos o no? porque es todo con la mesa”.

Pero como se dice en el mundo del espectáculo, el show debe continuar y así fue.

La ventaja fue, aunque tenían pocas funciones a cuestas, que ya ellos habían ensayado sin la mesa. «Como la obra ya se hizo en Italia, muchas cosas las aprendimos de ver el video. Decir, mirá como hacen acá, y al principio no teníamos la mesa y medio imaginábamos después empezamos a usar algo de mesa, o una mesa pero más chiquita. Una vez que estuvo la mesa nos apoyamos mucho más en ella».


Aquí los ensayos, a diferencia de lo que sucede en la vida real, los preparó para solventar en ese momento lo que debían hacer, además “me gustó también redescubrir que estábamos solos con Iván y sí me pasaba también de decir, bueno decidimos seguir y a veces se me venían partes que decía ¿qué vamos a hacer? Bueno ya veremos”.

Pero en eso de ver cómo resolvemos en escena, me surgió la siguiente inquietud ¿cómo decirle al compañero que es tiempo de hacer cambios a la obra, sin que el público se entere que hay que hacer esas cambios?

  1. «Yo creo que apenas sucedió, esos cinco segundos o diez, no sé cuántos fueron, los dos nos preguntamos qué y nos miramos, y no sé, pero en algún punto creo que nos preguntamos pero no sé si hubo una decisión de cortar o seguir, pero al final seguimos».


Al final de la obra, Abril se para arriba de la mesa, que es cuando el personaje interpretado por Iván mueve la pollera (falda) de ella, y él reaccionó trayendo la silla, mientras que ella ya había encarado otra cosa, pero “cuando vi que trajo la silla, pensé claro tiene que mover la pollera, bueno entonces tomo la silla”.

  1. “Al irse un elemento tan contundente como era la mesa hay que apoyarse en el otro, lo que permite no tener que preguntarse constantemente ahora qué hago, sino ahora qué hacemos. Incluyo al otro, entonces  sucede algo más fluido, quizás si uno se pone a pensar desde un lugar solo, pensarían en cosas opuestas y ahí no van a ningún lado, pero al hacerse tan presente lo que sucedió, nos hizo sí o sí apoyarnos en el otro”.

Aunque uno pudiera creer que los actores pueden improvisar alegremente cuando sucede algo así, para Abril lo que continuó no era improvisación total, porque ya existían los ensayos, la estructura armada de la puesta, pero fue plantearse cómo hacer lo mismo sin el apoyo físico de un elemento tan presente como es la mencionada mesa.

“Toda esta situación también te ayuda a estar atento, a estar en desequilibrio, que es bueno para el actor”, tomando en cuenta que esta era la quinta función que hacían de la obra, desde su estreno.

Respirar  para desprepararse

Le pregunto a Abril sobre su primera reacción al ver la mesa rota y ella menciona que tener consciencia de respirar, más allá del hecho fisiológico, la ayudó a serenarse – para no paralizarse –  y a pensar con cierta calma los pasos que debían seguir para terminar la obra de la manera más satisfactoria para con ellos y para con el público.


«Te das el tiempo para ver al compañero, no es una herramienta pero sí un recurso», esto lo ratificó luego Liza Taylor al mencionar que en el taller que dictarían a actores, bailarines, músicos, escritores, y estudiantes de artes dramáticas y de movimiento de Jujuy hay un apartado sobre la respiración porque al estar en «exposición» es muy fácil ir perdiendo signos vitales y el estar consciente de respirar  te oxigena, ayudando a que la sangre recorra mejor el cuerpo y lleve energía tanto física como orgánicamente al cuerpo para poder afrontar lo que tenga que ocurrir.

¿Es distinta la manera de respirar de los actores que la de las otras personas?

«No creo que haya un modo de respirar, no hay un modo en que el actor deba respirar, más allá de saber que en ciertos momentos hay que proyectar la voz, pero en el taller se usa la respiración para trabajar el presente». Respirar no es solo el aire que ingresa al cuerpo y que luego sale, sino también es respirar con el otro, la situación que tiene que ver con la luz, con el lugar donde se realiza la acción, a esta hora, con la mirada del otro que está ahí conmigo», indicó Taylor.


«Antes que prepararse, el actor debe desprepararse, porque en tanta preparación puede que el actor en lugar abrir, de ser permeable y poroso empiece a cerrarse o irse más a uno mismo, y lo que proponemos es que lo que haya para hacer esté en el afuera, en el otro, que en lugar de ir a buscar hacia adentro, que está en uno, en como mira uno, en cómo se mueve uno, entonces se plantea en el afuera, en el otro, en esta mesa».     

Este taller era una invitación a eso, a respirar, a entrar en contacto con el otro, con su espacio y tiempo, aunque aclaran que no es la única forma, pero es la que a ellos como grupo les funciona, les gusta, basándose en el compartir con el otro, trabajando con lo que hay, elemento muy importante, que quedó demostrado cuando en escena se rompió la mesa y tuvieron que trabajar con lo que haya no existía, creando imágenes sustitutas.


Dictado por integrantes del Grupo Teatro Ausente, que dirige Cesar Brie, el taller buscó generar un espacio de encuentro, poniendo en común herramientas, recursos y conocimientos.

Se trabajó en el cuerpo del actor, su entrenamiento físico, pero entendiendo esto como un medio para la acción, así como el uso de la voz. También se hizo hincapié en la composición, presencia y percepción, junto al trabajo vocal, desde lo íntimo y lo colectivo, para crear imágenes.


La principal característica que encuentro en este taller es que tiene presente al otro, no son ejercicios para individualidades, sino que se busca la interacción con el otro, con el espacio y el tiempo.

Jujuy tiene muchas oportunidades de crecimiento en materia escénica, porque quienes integran la comunidad teatral constantemente están recibiendo  capacitaciones, ya sea de los mismos integrantes locales, o de los grupos que visitan la Provincia desde otras latitudes del país o del extranjero, lo que hace que puede existir un crecimiento en cuanto a técnicas y herramientas, creciendo no solo los actores, productores, técnicos, dramaturgos o directores, sino beneficiando al público, que asistirá a funciones mejor elaboradas, con propuestas de mayor interés que hagan crecer el universo de espectadores de las producciones jujeñas, uno de los sueños de todo artista, poder llegar a una mayor audiencia, así que sigan en ese camino del mejoramiento porque Dios y la Patria se los agradecerán con los aplausos del público, o esa es mi Visión Particular.

Francisco Lizarazo

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