En América, a la madre tierra se le conoce como Pachamama para los Incas; Ñuke Mapu para los Mapuches; Ixchel, la Hera del panteón Maya; Coatlicue para los Aztecas; la Nuna de los esquimales; Tacoma de los Salish; Maka Ina de los Siux Oglalas; Iyatiku de los Keres y Kokyang Wuthi de los Hopis, además de otros muchos.
Escuchen esta canción de cuna con Tonolec mientras leen el artículohttp://visiones-particulares.com/wp-content/uploads/2016/08/Tonolec-Cancion-de-cuna.mp3
La historia de la humanidad está ligada a la madre, al ser que da vida. Todas las accione saque realizan los seres vivos siempre tienen relación con la madre. La educación, sea animal o humana está en manos – generalmente – de la madre, así como los valores y otras enseñanzas.
Por eso la memoria, o su preservación está también en manos de la mujer, que utilizando la tradición oral nos va recordando quiénes somos, de dónde venimos, cómo hemos subsistido y hacia dónde debemos ir. Pero la memoria no es infinita ni perdura en el tiempo, por eso es que de madres a hijas se transmiten los relatos, esos que la madre originaria le inculcó a sus hijos y que se han mantenido a lo largo de la vida de los humanos.
Las abuelas, las madres, las tías, las hermanas las sobrinas, o mejor dicho las mujeres en general son recolectoras y por eso conocen sobre el nacimiento, la vida y la muerte. Son las que hacen muchas tareas simultáneas, mientras que los hombres son cazadores, deben tener paciencia, olvidan a veces lo básico, porque ellos deben estar atentos a la presa, a que no huya.
Agosto se considera como mes de la Pachamama y aprovechando este mes, la compañía Contragiro presentó un espectáculo de danza teatro que transita las raíces de la América India y recorre la cotidianidad de los seres de esta tierra, donde convergen todas las razas (blancos, negros, amarillos) para hacer de esta tierra lo que somos y que no se debe olvidar, porque la llamada pureza de raza dejó de existir hace muchos años y ahora todos tenemos mezcla de colores, sabores, olores y deseos.
Con la dirección de José Luis Costas el centro cultural Héctor Tizón, de Jujuy, mostró el trabajo de más de 14 bailarines en escena quienes danzaron en «Rostros nativos, Huella de las Raíces” una cosmovisión de la vida natural, con sus encuentros y desencuentros, las actividades propias de los primeros habitantes de este extenso continente que ahora llamamos América.
Pantu de Palma asume el rol de la abuela, la que tiene las historias en su memoria y poco a poco va contando, o cantando en coplas, lo que es la vida del hombre, mientras Noelia Pereyra, Gabriela Sancho, Virginia Fernández, Julieta Gareca, Andrea Suse, Daniela Congiu, Esteban De Martini, Hugo Andrés Fadell, Aldo Sanchez, Marcelo Aguilar, Facundo González Risso y Leandro Cáceres bailan moviéndose compás de la música de Tonolec y Paloma del Cerro, junto a otros temas armados con los puentes musicales de los temas de Tonolec, con las las coreografías pensadas por José Luis para recrear las distintas historias.
Desde el amanecer en la aldea, el momento de la caza, de la recolección de las cosechas, el río y otras escenas, vemos a bailarines y actrices pasearse por los cuadros de esta pieza de danza – teatro que acercan al espectador a una pequeña parte de nuestra historia como seres vivos.
La cercanía de los bailarines con el público permite detallar las expresiones de ellos, de alegría, tristeza, miedo, hasta de angustia actoral, porque este es su primer trabajo como grupo – esperemos que no el último – y ese reflejo en sus rostros nos acerca a los hombres y mujeres que desde el arte quieren transmitirnos sus sentimientos y estados de ánimo.
«Rostros nativos, Huella de las Raíces” es una travesía por historias sencillas con la magia de la música y de la flexibilidad de unos cuerpos que han entrenado y se han dedicado en cuerpo y alma para presentar un espectáculo de una sola función, pero que tal vez pueda generar otras para mayor disfrute de los espectadores, ya que muchos de ellos debieron quedarse fuera de la sala, ya que el espacio físico se hizo insuficiente para tanto interesados en ver el trabajo de Costa y su grupo de danza Contragiro.
Jugar a recordarnos, a mirar nuestro pasado, parea pensar en lo que será nuestro futuro debe ser una de las preocupaciones de quienes se dedicar al arte, entre otras preocupaciones, porque quienes no conocen y reflexionan sobre su pasado están condenados a repetirlo, para bien y- muchas veces – para mal, o esa es mi Visión Particular.
Francisco Lizarazo
PD: las fotos en sepia son del ensayo general en la Sociedad Sirio Libanesa de Jujuy, donde un pequeño grupo tuvo el privilegio de una función privada para brindar consejos de última hora, mientras que las imágenes de la función pertenecen a Natalia Luis.
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